En medio de la tensión social provocada por la entrada en vigor de la Ley No. 462, los gremios magisteriales sostuvieron este viernes 13 de junio un primer...

Al investigar en torno al desarrollo que ha tenido en Panamá la cuentística a través de los numerosos libros que han ido apareciendo en lo que va del siglo XXI, y al releer algunos de los que en su momento me habían parecido más logrados, caigo en la cuenta de que no son pocos los buenos cuentistas nacionales que, por alguna razón, sólo han publicado hasta la fecha un solo libro en este fascinante género literario.
Por supuesto, causas puede haber muchas; entre las principales: problemas de salud, de orden económico (es sabido que en Panamá, el 95 % de los autores se ven obligados en algún momento a autopublicarse), falta de tiempo debido a compromisos permanentes en otras labores profesionales, desidia existencial, estancamiento creativo... Por lo general, el motivo por el que la mayor parte de estos autores —muchos de ellos muy talentosos— no vuelven a publicar no se llega a saber de forma concreta. Y a veces un inesperado buen estímulo les permite volver a arrancar. Ojalá que este artículo sirva como un pequeño, pero efectivo acicate al respecto.
Sin embargo, de una forma u otra todos comparten, sin renunciar a su propio estilo, los requisitos básicos que caracterizan a la mejor cuentística universal a partir de la obra del norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849): aguda creatividad, dominio del lenguaje, empleo de las técnicas narrativas más idóneas a las historias que se narran. Pero sobre todo, la irrenunciable convicción de que tanto la intuición profunda como la variedad de experiencias reales o imaginativas del autor habrán de converger en el mejor quehacer cuentístico, independientemente del tipo de cuento (realista, fantástico, onírico, erótico, de horror, de crítica sociopolítica, de ciencia-ficción, etc.) y de su extensión...
En todo caso, como lector y creador permanente de textos en este género, y además como editor que he sido desde 1982 de algunas de las, a mi juicio, mejores colecciones de cuentos que en nuestro país han publicado no pocos de nuestros más destacados cuentistas actuales, tengo preferencias y juicios de valor que me gustaría compartir... Pero, tal como debe ser, invito a que se expresen al respecto otros criterios. Los que menciono sólo son los míos...
Los nombres de los autores que nombro a continuación, junto con el título de su único libro y el año de publicación, son apenas un conjunto de preferencias personales que he podido estudiar a fondo en años recientes. Valgan como sustento de mi sugerencia de que, apenas sea posible, estos talentosos autores deben publicar un segundo libro de cuentos de similar calidad.
Entre quienes a mi parecer en Panamá han publicado excelentes colecciones de cuentos, pero que, pasando el tiempo, lamentablemente no han vuelto a publicar y deberían hacerlo, están los siguientes autores, todos vivos: Amparo Márquez (seudónimo de Delia Cortés, Vivir del cuento, 2001); Érika Harris (La voz en la mano, 2003); Marisín González (Aries al ponerse el sol, 2003); Eduardo Soto (Cuentos nada más, 2004); Mariafeli Domínguez (Parturiens y otros relatos y microrrelatos, 2002); A. Morales Cruz (Lejanos parientes indecentes, 2007); Alex Mariscal (Escondite perfecto, 2007).
Asimismo, me gustaría conocer un segundo libro de los siguientes talentosos cuentistas: Víctor Manuel Rodríguez Gómez (Un milagro bastante raro, 2008); Gina Paola Stanziola (Contando ovejas, 2009); Basilio Dobras (La casa del rayo, 2010); Fernando Penna (De todos en mi familia, 2010); Lucy Cristina Chau (De la puerta hacia adentro, 2010); Julio Moreira Cabrera (Garabatos, 2011); Elpidio González (Breve manual de urbanidad y etiqueta, 2012); Shantal Murillo (Afuera crecen los árboles y otros giros del destino, 2013) y Fernando O. Fernández (Noche de tormenta y otros insomnios, 2013).
Finalmente, a mi juicio el indudable talento de la hasta ahora única obra de estos otros cuentistas también amerita la pronta publicación de nuevos libros suyos: Gilza Córdoba (Augurio, 2018); Carmen de De la Guardia Abadía (Sola en Bella Vista, 2020); Eros Cajar (El manuscrito, 2022); Doris Sánchez de Polanco (Piedra virgen: el retorno del ángel caído, 2022); Lupita Navarro (Indefenso y otros cuentos, 2024) y Melitón Robles Esquina (Una cita con Nicolás Copérnico, 2024).
Ojalá que la mayor parte de estos autores tengan la oportunidad de leer estas notas y que, por lo señalado en ellas, se sientan estimulados a retomar su inicial gusto por la escritura creativa. Estoy seguro de que no habrán de arrepentirse. A veces uno sólo necesita una palmadita en el hombro para avanzar...
Como estudioso en la materia, lo he dicho otras veces y hoy lo repito convencido más que nunca: Panamá tiene el mayor número y variedad de buenos cuentistas de toda Centroamérica. Lo que sin duda ha faltado son estudios críticos serios y sostenidos al respecto y, por supuesto, publicidad. El talento ya está, pero es menester ayudarlo a echar raíces. Nunca es tarde.