• 22/07/2025 00:00

América Central o Centroamérica ¿Dónde estamos?

Al profesor Ángel Rubio (1901-1962), historiador y geógrafo español establecido en el istmo desde 1937, se le atribuye la definición más resumida y veraz de Panamá: por su geografía pertenece a la América Central, por la historia a la América del Sur y por el temperamento de su gente, al Caribe. Definición que muchos compartimos porque, en pocas palabras ,dice mucho de nuestra originalidad dentro de la diversidad de América Latina y el Caribe, uno de los cinco grupos regionales (Grulac) de la ONU y sus agencias.

La tendencia creciente, especialmente en Europa y Estados Unidos, es considerarnos como parte de Centroamérica, región con otro origen histórico y otras peculiaridades. Después de la independencia de la Audiencia de Guatemala en 1821 el mismo año que lo hizo Panamá, en 1823 el congreso reunido en Guatemala creó el Estado soberano nombrado Provincias Unidas del Centro de América (o Centroamérica), independiente de España y de México (imperio de Iturbide). Cubría un territorio con jurisdicción sobre la Capitanía General de Guatemala que se extendía, durante la mayor parte de la época colonial, desde Chiapas hasta Costa Rica. Mientras, el istmo de Panamá y su Real Audiencia pasaron a depender, durante siglos, desde 1565, del Virreinato del Perú y luego, desde 1717 el territorio quedó bajo el Virreinato de Nueva Granada hasta 1821, con su capital en Santa Fe de Bogotá. Al independizarnos de España el 28 de noviembre de 1821, de manera simultánea nos incorporamos a la República de Colombia, gobernada por Simón Bolívar, hasta el 3 de noviembre de 1903, fecha convenida de creación de la República de Panamá.

La mayor parte de nuestra historia transcurrió desligados políticamente de Centroamérica, pero unidos a Suramérica. Los vínculos económicos y humanos fueron durante siglos relativamente tenues con Centroamérica que tuvo su Federación (1823) de la que surgieron cinco Estados soberanos (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) en 1838-1840, después de la incorporación de Chiapas a México en 1824. Sin embargo, desde el siglo XX, Panamá se ha convertido en lugar atractivo también para numerosos inmigrantes de varios países centroamericanos.

En 1951 se creó la Organización de Estados Centroamericanos (Odeca) con los cinco Estados de la antigua Federación, que es sustituida en 1991 por el Sistema de Integración Centroamericano (SICA) al que se añadió Panamá de manera imprudente. El gobierno de Guillermo Endara lo hizo para tratar de encontrar lugar en un grupo organizado de la comunidad internacional que no lo viera con antipatía por su origen después de la invasión estadounidense de 19-20 de diciembre de 1989.

Al contrario de Costa Rica, mucho más prudente e informado, Panamá ratificó desde 1991 el Tratado constitutivo del Parlamento Centroamericano (Parlacen) adoptado en 1987 con el apoyo de la Unión Europea, resultado de los Acuerdos de Esquipulas I de 1986, con el propósito, en principio, de facilitar la desmilitarización y el desarrollo democrático de la región. Parlamento que se ha convertido, en la práctica, por la inmunidad que otorga a sus diputados, en refugio de los políticos más corruptos que así logran impunidad. Lugar que ha merecido el apelativo infame de “cueva de ladrones”, del que Panamá trató de escapar en 2012, pero que por una interpretación jurídica exagerada, no lo puede hacer fácilmente, bajo el argumento falaz de que dicho Tratado no tiene mecanismo de renuncia. Excepto uno, todos los partidos políticos panameños siguen postulando diputados para ese Parlacen, costoso parlamento sin funciones relevantes, que no legisla nada.

Conscientes de esa situación, recuerdo que con el canciller Lewis Galindo propusimos en 1995 utilizar mejor el presupuesto asignado a la Cancillería para el Parlacen, pero el presidente de la Asamblea Legislativa, líder en el partido gobernante, cercano a ciertas tendencias ideológicas de Centroamérica y con infundadas aspiraciones de liderazgo regional, lo impidió.

El SICA, con su secretaría general en El Salvador, ha seguido funcionando con altibajos como los que ha sufrido la región centroamericana, marcada por la pobreza, la violencia, le emigración de población, el autoritarismo, hasta la dictadura de los Ortega-Murillo (versión tropical de la pareja diabólica Ceaușescu de Rumanía) que controla Nicaragua. Es un país también convertido en refugio de políticos corruptos con fortuna, que dispensa a Panamá gestos diplomáticos inamistosos. Belice se incorporó al SICA y Parlacen en 2000 y República Dominicana en 2013.

Centroamérica es una región que tratamos de ayudar cuando se creó en 1983 el Grupo de Contadora, propuesto por México a Colombia, Venezuela y Panamá, desde su reunión constitutiva en nuestra isla del Pacífico, para promover la pacificación y el desarrollo de su población.

Tenemos economías diferentes de los países de Centroamérica, aunque más bien complementarias, y pueblos cultural y étnicamente muy diversos. Mientras que los centroamericanos privilegian el sector agropecuario, para apoyar su industrialización adoptaron el Tratado General de Integración Económica Centroamericana de 1960, que creó el Mercado Común Centroamericano, y Panamá se integró al Protocolo de Tegucigalpa en 1991. Tenemos una economía mayoritaria de servicios, con los más altos ingresos en toda la América Central y somos mucho más abiertos al exterior, con una conectividad mundial insuperable gracias al Canal y los puertos en sus riberas, además del aeropuerto internacional de Tocumen.

Podríamos reajustar nuestra política con Centroamérica para contribuir mejor al triunfo de la verdadera democracia liberal en toda esa región, el respeto de los derechos humanos de sus habitantes y la elevación de la calidad de vida de la mayoría, con intercambios mutuos y enriquecedores.

*El autor es geógrafo, historiador, diplomático
Lo Nuevo