• 13/06/2025 01:00

Relaciones con China ante nuevos desafíos

El 13 de junio conmemoramos el octavo aniversario de las relaciones diplomáticas formales con la República Popular China, la culminación de un largo y escarpado camino en el que Panamá no podía seguir de espaldas a la historia ignorando al segundo usuario del Canal, al principal abastecedor de la Zona Libre y la segunda potencia económica del mundo. Desde entonces se inició un proceso estratégico de reafirmación de la autodeterminación con la suscripción de más de 30 acuerdos de cooperación, que auguraban relaciones inspiradas en el respeto mutuo y de beneficios compartidos.

En ese entonces, el liderazgo panameño comprendió que las inversiones en política exterior serían retornables a mediano plazo; por tanto, al reconocer el principio de Una Sola China, Panamá entraba en la órbita de naciones más favorecidas, sujetas a desarrollar relaciones privilegiadas de cooperación, abriendo posibilidades de mayores inversiones en el desarrollo de infraestructuras.

En efecto, con la adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta se ampliaron las posibilidades de inversiones marítimo-portuarias, energía y construcción, confirmando confianza y seguridad, al tiempo que el sector público amplió la cooperación técnica en diversos rubros, mientras que el sector privado se asoció con empresas chinas en proyectos de construcción, incrementando el intercambio comercial, abriendo espacios a los exportadores locales hacia el atractivo mercado chino.

Sin embargo, cuando esta asociación estratégica marchaba bien, factores externos perturbaron el curso de la diplomacia panameña al endosar narrativas de una guerra comercial ajena, marcando con ello el inicio de un lustro de retrocesos. Al renunciar a dar su gran salto hacia adelante, se cierran las posibilidades de beneficiarse ventajosamente de la prosperidad e innovación tecnológica como lo hacen los países del entorno geográfico.

Mientras China experimenta cambios sociales y económicos en una amplitud sin precedentes, con enorme vigor al progreso, Panamá se retrotrae a tiempos de Guerra Fría, al congelar acuerdos pendientes que darían mayor contextura jurídica a las relaciones en el ámbito de cooperación e inversiones. La limitación de márgenes estratégicos de la diplomacia panameña en las relaciones con China, en satisfacción de intereses foráneos, constriñe los espacios para atraer flujos de inversiones hacia sectores vulnerables de nuestra economía.

Una diplomacia preventiva plantea la necesidad de evitar reacciones geopolíticas innecesarias, pero ello no implica ceder bajo amenazas en concesiones onerosas a la soberanía e independencia, tal como se dio con la no renovación del memorando de entendimiento de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, un mensaje persuasivo hacia los socios de China en la región. Para complementar la precipitada decisión se firma un memorándum de entendimiento con concesiones lesivas a la soberanía nacional, mientras consigna temores infundados a la supuesta presencia maligna del Partido Comunista de China en el Canal.

Paradójicamente, Panamá, que ostenta un cargo no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, elección fundamentada en el principio de representación geográfica, debería adoptar posiciones consecuentes con el respaldo regional apoyando iniciativas que favorezcan la cooperación y la estabilidad internacional. Contrario a la tradición diplomática mediadora del país se ha privilegiado jugar en ligas menores con el alineamiento a intereses foráneos.

En un mundo altamente competitivo, los Estados precisan relacionarse en defensa del interés nacional, sin sesgos ideológicos ni narrativas de guerras comerciales ajenas, que distraen esfuerzos diplomáticos para fortalecer la neutralidad de la política exterior, en momentos que el país ostenta un cargo no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, escenario de trascendentales debates ante los desafíos por la paz y la estabilidad internacional.

Un país que se precie de ser centro convergente del comercio regional, consecuente con sus realidades nacionales, está obligado a defender la soberanía e independencia nacional rechazando interferencias externas en la elección de socios estratégicos, que son importantes usuarios del Canal.

“En los años 60 del siglo pasado, en distintos lugares de China convocaron manifestaciones populares masivas para solidarizarse con el pueblo panameño en su lucha por recuperar la soberanía sobre el Canal”, afirmó el presidente Xi Jinping en su discurso inaugural de Celac, el pasado 13 de mayo, lo cual mostró clara condescendencia con la lucha patriótica de autodeterminación de Panamá. En contraste a ese espíritu de colaboración, invocando la Doctrina Monroe se recibe complacientemente declaraciones amenazantes de retomar por la fuerza del Canal, que recuerdan la continuidad ligada a un pasado ignominioso, lesivo a la soberanía e independencia.

La nación panameña merece una diplomacia preventiva capaz de fomentar la neutralidad y el respeto mutuo, a través de relaciones estables de cooperación, no solo con Estados Unidos, sino con socios estratégicos confiables que respeten la dignidad nacional y la integridad territorial, sin la ostensible presencia de fuerzas militares extranjeras que violan el Tratado de Neutralidad. Nadie niega la condición de Estados Unidos como principal socio comercial y primer usuario del Canal, pero subordinar al país a los esquemas de la seguridad nacional, no responde a los intereses nacionales.

El octavo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y Panamá en un escenario turbulento de tensiones hegemónicas que conspiran contra vínculos inquebrantables, nos recuerda el viejo proverbio chino de que “la amistad como la fuerza del caballo solo se conocen en travesías difíciles”. La fidelidad y solidez de los vínculos históricos, culturales, políticos y comerciales entre nuestros pueblos son y serán insoslayables.

*El autor es presidente del Centro de Estudios Estratégicos Asiáticos de Panamá, CEEAP
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