• 07/02/2024 15:05

Terno de madera, exequias patriotas

Los documentos castrenses disponibles acerca de la épica batalla revelan que los caídos fueron enterrados “como el Señor”

“El traje de madera que estrenaré no está siquiera plantado, que el cura que ha de darme la extremaunción no es siquiera monaguillo” (Sabina, cantautor, 1989).

En el mundo literario la expresión “traje de madera” alude al ataúd en el que será depositada una persona después de su muerte para su entierro. En el Perú, después de la batalla de Ayacucho (1824) que selló la libertad política de Sudamérica, se usó la expresión “terno de madera” ¿por qué?Los documentos castrenses disponibles acerca de la épica batalla revelan que los caídos fueron enterrados “como el Señor”, es decir, envueltos en una tela blanca como sudario y el rostro tapado con otro trozo de tela. “Este es el simbolismo más universal de la pobreza y el desasimiento y de humildad” (Moreno, 1995). A los soldados se les depositó en tierra vistiendo la chaqueta y el pantalón de su regimiento sin el calzado ni el kepi -y si la chaqueta quedó rasgada o maltrecha por la refriega, solo con la camisa- y sin identificación, la misma suerte corrieron los oficiales que ofrendaron la vida por la Patria; a éstos se les dio entierro con el uniforme que llevaron en la batalla, un rosario y el sobrero entre las manos. Aunque no hubo disposición explícita sobre el particular, en ninguno de los casos se les enterró con sus armas. En el caso de los oficiales y clases del ejército libertador, el sable, las pistolas u otros objetos hallados en él eran guardados para ser entregados a sus deudos, familiares o amigos más cercanos. Los fusiles y otras armas de los soldados rasos regresaron a la impedimenta del ejército bolivariano para ser reasignados a los nuevos reclutas. Igual trato se dispuso para los soldados del ejército del Rey muertos en batalla, lamentablemente algunos de estos cuerpos fueron víctimas de rapiña. Las exequias en el campo de Ayacucho fueron oficiadas por el padre Pedro Antonio Torres, capellán de Simón Bolívar y Vicario General del Ejército Libertador. Torres resultó herido por una bala perdida que le comprometió la mano izquierda lo que dificultó su labor al dar cristiana sepultura a patriotas y realistas. Posteriormente, en la ciudad del Cusco, al tiempo de conocerse la victoria patriota, se oficiaron misas por los contendores caídos de uno y otro ejército. Es en ese contexto en que se oyen las primeras menciones al “terno de madera” en alusión a los catafalcos de independentistas y monárquicos caídos aun cuando en las laderas del cerro Condorcunca donde fue la batalla, no se usaron féretros. Se ve que el término hispano “traje” fue reemplazado por el americanismo “terno” quizás como una forma de autoafirmación lingüística una vez alcanzada la independencia.

Al año siguiente, el 7 de junio, Faustino Sánchez Carrión, canciller de Bolívar en la capital del Perú, firma la directiva para llevar a cabo una ceremonia fúnebre en la Catedral de Lima para recordar “a los que con su sangre sellaron la libertad” (Repositorio del Bicentenario, doc. 20.500.12934/659 disponible en internet). Al comentar la noticia, los limeños hicieron gala de su espíritu contestatario e irónico recordando que el “terno de madera” no era solo para los héroes sino también para algunos políticos que no contaban con el afecto del pueblo.Diez años después, en la gira del Presidente peruano Orbegoso al interior del país, corresponderá al padre José María Blanco, oriundo de Quito y capellán presidencial, dirigir el discurso principal en la ceremonia conmemorativa de la batalla de Ayacucho en el que recordará a los caídos en combate. Su texto fue publicado por la imprenta de Braulio Cárdenas en 1834. Blanco no tuvo una trayectoria modesta en las guerras de independencia ya que había sido capellán del batallón “Numancia” cuando éste pasó de las filas realistas a las huestes sanmartinianas en 1820, además, en los días de la victoria de Ayacucho se encontraba en Huamachuco ejerciendo su curato predicando fervorosamente en favor del Libertador. Su registro de la gira de Orbegoso así como su discurso fueron hallados por el historiador peruano Denegri en la segunda mitad del s. XX en Ecuador lo que dio nuevas luces acerca de las honras fúnebres que se rendían a los héroes anónimos de los enfrentamientos independentistas (Tauzin, 2018).

El libro de Blanco, aún cuando su autor fue un actor político polémico, marcó una tendencia y fue utilizado muy a menudo en la primera mitad del s. XIX como referente en los sermones religiosos cuando se aproximaba alguna festividad cívica.Cuando en 1922 “se inicia la construcción de la carretera Ayacucho-Quinua-Tambo, con motivo del Plan Vial del presidente Augusto B. Leguía, se encontraron restos de huesos y uniformes de soldados que lucharon en dicha batalla de Ayacucho como también balas y otros pertrechos bélicos” (Vásquez, 2021), así, de una manera fortuita el improvisado camposanto de 1824 del Padre Torres fue hallado.Contra lo afirmado por el refrán popular sobre la efímera gloria humana que dice que “El que se tenga por grande, que se vaya al cementerio y verá lo que es el mundo, es un palmo de terreno” (Moreno, 1995), Blanco discrepará señalando “que si ese palmo es de Ayacucho, el caído ya es grande”. Y este año se recuerda el bicentenario de ese sacrificio.

El autor es embajador peruano

Lo Nuevo