- 16/03/2021 00:00
Tío Fito sí tiene quien le escriba
Prometí no escribir más artículos obituarios, al fallecer alguna persona conocida, familiar o que guardara relación cercana. A los seres humanos se les reconoce por sus acciones en la vida terrenal. Pero tuve que romper nuevamente la promesa que hice, pues es necesario, desde cada perspectiva individual y experiencias, retratar la figura y aspectos de ciertos personajes de la vida pública nacional con los cuales tuvimos algún nivel de relación o trabajo y que es necesario que la población y el país conozcan.
Parafraseando el título de una de sus novelas más famosas, guardando las proporciones debidas del caso -El coronel no tiene quien le escriba- del premio nobel de Literatura, el Gabito de Macondo, Gabriel García Márquez, pergeño estas líneas, recordando al viejo coronel que esperaba respuesta a su pensión, durante 15 años, que nunca llegaba y a Fito que todavía, pocos han escrito sobre su persona. No creo que Gabo, ni Fito, se enojen, por estas analogías. Así es la literatura y la magia del lenguaje.
Al momento del fallecimiento del Lic. Tomas Gabriel Altamirano Duque, el 3 de marzo 2021 y de suscribir el presente recuerdo y anecdotario, si es que caben los términos, no he leído un texto alusivo a su trayectoria y características, muy peculiares, por quienes lo conocimos y mantuvimos niveles de contacto personal. Es posible que estén esperando los funerales de Estado en las exequias fúnebres, para derramar alabanzas, numerosas condolencias y demás proclamas de dolor.
Tomas Gabriel Altamirano Duque, alias Tío Fito, Fito Caseta, el ogro, gruñón y tantos otros apodos, durante toda su existencia, estuvo ligado al distrito de Chepo y al resto del país. Ocupo altos cargos en el Gobierno nacional, hasta llegar a ser vicepresidente de la Republica y encargado de la Presidencia.
Intentaremos una semblanza y reflexión crítica, sobre el hombre polifacético, controversial, temperamental, carismático, excéntrico, de carácter fuerte, de una personalidad recia y arrolladora, con un lenguaje florido, chocante, sarcástico, a veces un poco fuera de lo común y medio vulgar. No andaba con rodeos, ni medias tintas, expresaba lo que pensaba y sentía, ante cualquiera y frente a quien fuera. Pero también tenía rasgos de nobleza y bondad. Así como poseía numerosas propiedades en Chepo, igualmente donó terrenos para construir oficinas públicas en el lugar y otras acciones. Como la doble cara de la moneda, tenía amigos y detractores gratuitos, además de enconados rivales. Según dicen, no le incomodaba ir al río Mamoní, cuando había pocas personas y exponerse, zambullirse, en ropas menores, con el riesgo de miradas furtivas. O el recipiente ocasional de agua caliente que llevaba consigo en las giras, para preparar el café instantáneo, sin faltarle el cigarrillo, que luego abandonó, en la comisura de sus labios. Pero, como dice el adagio popular: “genio y figura hasta la sepultura”.
Empresario, productor agropecuario, político, vinculado durante muchos años a lo que es hoy GESE, en aquella época el diario La Estrella de Panamá, hizo gala de altruismo y filantropía, criticado por varios, pero allí quedan sus obras.
Cuando estuvo al frente de las oficinas públicas, realizó las actividades que le correspondían, en el ámbito de sus responsabilidades, con denuedo y entusiasmo, logrando metas y objetivos a lo largo y ancho del país.
En el plano particular y laboral, al igual que otros compañeros(as), testigos vivos de aquella etapa histórica, que pueden dar testimonio y fueron testigos de aquel momento, no me dejarán mentir, formando parte de los encargados de instituciones públicas de la zona este, fungíamos como director regional de una institución ligada al sector agro, nos correspondía coordinar la celebración de un encuentro agropecuario, cuyo presidente del comité organizador y legislador del área, durante varios años, fue don Fito y fueron varios los “encontronazos” verbales, mas no físicos, que teníamos para la organización del evento. Pero, siempre al final, había consenso y se fumaba la pipa de la paz.
Tuvimos la responsabilidad, por escogencia del equipo regional de directores del lugar, de dirigir la palabra en nombre de ellos, con ocasión de que el distrito de Chepo rendía tributo y homenaje, al haber sido designado presidente encargado. Allí expresé algunas verdades, desquitándome de los roces y fricciones, con mucho respeto y objetividad, del personaje, motivo del reconocimiento, bajo la atenta y severa mirada inquisidora de don Fito, que fruncía el ceño, ante mis palabras, no sé si de aprobación o desaprobación, del resto de la comitiva y el público en general, que, a ratos, bajo un candente sol, estallaba en carcajadas y aplausos, por los conceptos jocosos, pero ciertos, emitidos. Tanto fue que el comentarista más escuchado de aquellos días, Andrés Vega, “Domplín”, presente en el acto, señalaba en su popular noticiero matinal, el Cañonero de Domplín, de los días siguientes, “que no sabía si era amigo o enemigo el que había hablado”, por la contundencia y características de los temas.
Por supuesto que había sometido a la censura de mis compañeros directores el documento y no pocos vacilaron en dar su aprobación, ya que dudaban de mi valentía y arrojo para expresarlo. Al descender de la tarima, una sonrisa cómplice y una palmada en la espalda de quien recibía, minutos atrás, no solo elogios, sino comentarios fuertes, certeros, certezas y sinceridad. Así era Fito Duque.
La historia y la vida continúan. Estoy seguro de que, a Tío Fito, siempre algunos le escribirán. Queda su legado.