Un pastor que encabezó a su pueblo

  • 11/05/2025 00:00

Cuando una nación emprende una lucha concreta para dotarse de un Estado soberano, independientemente de las motivaciones anticoloniales, ella se nutre de la cultura y la espiritualidad que proviene de la creencia en el bien común. Las anteriores rememoraciones nos hacen traer al comentario de nuestros tiempos la epopeya de un pueblo como el chipriota que supo construir el bien común por encima de las limitaciones sectarias de índoles políticas, culturales y religiosas. Es el caso que nos hace citar el papel brillante, cual cometa raudo que le tocó encarnar al arzobispo Makarios III.

El 13 de agosto de 1913 vio nacer a Makarios, quien creció en medio de la opresión colonial impuesta por los ingleses a su pueblo de orgullosas raíces helénicas. Así, al crecer rodeado de las angustias de su pueblo pisoteado, nutrió en su ser la decisión de matrimoniar su fe religiosa con su sed de patria.

En su acción pastoral recogió y expresó los anhelos independentistas, y en su necesidad de buscar los apoyos que le evitaran la lucha en soledad acudió a la solidaridad efervescente de lo que se llamó entonces el tercer mundo. Su propuesta era construir un Estado unitario, no alineado y para ello la espiritualidad patriótica fue el factor decisivo de la unidad por fuera de sectarismos étnicos. Esa unidad incluía necesariamente a los profesantes de otra fe y a los no creyentes.

Aquella entrega patriótica le costó prisiones y exilios al cabo de los cuales siempre volvía en los brazos de sus compatriotas democráticos y anticolonialistas. El pueblo lo ungió reiteradamente como presidente de todos los chipriotas, sin distinguir banderías ni grupos socioeconómicos para encabezar el Estado que él arrancó a los imperialistas ingleses. Aquella tarea fue obstaculizada por la ceguera fascista de militares ultranacionalistas de Grecia, cuyo golpe de Estado, con apoyo de la OTAN, no supo reconocer que la esencia helénica se podía expresar en dos Estados fraternos con desarrollo separado. Aquel golpe de los fascistas, que envió al exilio a lo mejor de la intelectualidad de la Grecia continental, tales como Costa-Gavras, Mikis Theodorakis y Melina Mercouri, causó en la isla una división polarizante entre los pobladores de habla griega y habla turca la cual produjo al final la invasión de tropas turcas en el norte de la isla limitando el ámbito de soberanía de aquella nación insular tan griega que entre sus leyendas relata que la mítica Afrodita o Venus —como la llamaban los romanos—, vino al mundo envuelto entre las olas que bañan la isla.

Los ingleses cuando, por el nivel de las luchas de los patriotas chipriotas, se vieron obligados a reconocer la independencia de la isla, se cuidaron de dejar sembrada la base de Akrotiri, operada por tropas británicas y también estadounidenses como una perniciosa presencia militar extranjera, desde la cual se perturba la paz del Medio Oriente como es de esperar de estos enclaves militares extranjeros.

No obstante, de las limitaciones que condicionaban la independencia chipriota, Makarios III supo maniobrar para acrecer la influencia pacífica de su país en el mundo no alineado; sufrió conatos de golpes de Estado y atentados contra su vida, pero su conducta clara y firme al frente no solo de su grey, sino de todo su pueblo le ha valido el respeto memorioso de quienes recorren las páginas de la historia.

Las analogías que surgen con nuestra soberanía mediatizada con bases militares extranjeras nos hacen reconocer que, por encima de las diferencias coyunturales, siempre ha de marcarse una línea de unidad no ideológica sino basada en la dimensión mayor del reclamo de una patria soberana con justicia y futuro para todos. Aquel fue el camino que Makarios enseñó al mundo.

*El autor es médico salubrista
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