• 29/09/2018 02:00

¿Qué persigue el presidente Varela?

Sus dos señalamientos contra uno de los firmantes de los tratados de 1977 se producen en un contexto electoral

Creo equivocado detenerse en lo que ha dicho este miércoles el presidente Juan Carlos Varela en la ONU. Ha sido evidente el rechazo masivo, y con toda seguridad será más, a futuro, por el peso de la evidencia histórica. El problema no es lo que dijo, sino ¿por qué lo dijo y qué es lo que persigue?

Por segunda vez en menos de un mes, el señor presidente ha puesto, sospechosamente, su dedo índice de forma peyorativa sobre el rostro del general Omar Torrijos, y lejos de creer que se trata de una frase fuera de contexto o de un error que comete cualquiera, se percibe en lo que dice una provocación calculada, destinada a producir efectos... a ‘alborotar el Congo'. O a convencer a alguien de su alineamiento.

Contrario a lo que algunos dicen, acudiendo a un simplismo peligroso, el presidente Varela ha demostrado ser un hombre brillante, con plena claridad de sus objetivos y la forma como los implementa. Ha ido a Washington a decirle a EE.UU., nadie en Panamá puede ser tu mejor aliado.

Sus dos señalamientos contra uno de los firmantes de los tratados de 1977 se producen en un contexto electoral, y decidido como está a que su partido gane las elecciones de mayo de 2019, Varela apuesta estratégicamente por la división del contrario, por su desesperación, por quebrar la simpatía electoral de su adversario y entonces apela a tres maniobras: 1. lograr la desesperación del opositor; 2. recomponer las simpatías del electorado; y, 3. A convencer a Washington de que en el futuro internacional y regional que se avecina nadie puede ser en Panamá su mejor aliado que los panameñistas.

En el primero de los casos se inscriben: ‘la tumba vacía de Amador', en una referencia directa al monumento de Torrijos en la Calzada, y lo que ha dicho este miércoles en Naciones Unidas.

Sabe que señalamientos como esos significan hundir su dedo en el corazón de los simpatizantes de Torrijos, pero provoca asimismo el afloramiento de posiciones nacionalistas que no gustan en Washington. Es evidente que poco le importa si son muchos o pocos los simpatizantes de Torrijos, sabe que en las primarias del PRD hubo muchos, y entonces los provoca, los azuza, quiere que muestren lo peor de su rostro en un intento por llevarlos a un escenario de confrontación emotiva y allí entra la segunda fase de su cálculo. Lejos del consenso que aduce, Varela busca sumisión y el mejor de los casos marginar al enemigo.

Su cuestionada gestión de Gobierno, en los pocos meses que faltan, lo han llevado a un verdadero pantano que le ha restado un número significativo de adeptos. Las encuestas indican que se encuentra en el nivel más bajo de su popularidad, y que esa gestión, que algunos califican de incapaz, desempeñaría un papel negativo en la figura presidencial que presenten los panameñistas para los comicios venideros.

La lectura que deja se traduce en un desesperado intento por recuperar a los viejos electores, que desencantados con su administración han migrado hacia otras alternativas. Ante el fin inminente de su gestión y lo que eso entraña, trata de construir un escenario que le permita alianzas vitales, y que polaricen las elecciones entre panameñistas y perredistas, subestima lo que pueda hacer el destrozado CD, y busca reactivar viejas consignas para que cada uno se acuerde de dónde viene políticamente.

El problema que enfrenta, sin embargo, es que el suyo es el segundo de los Gobiernos panameñistas y que al parecer han convertido en religión el mal manejo de las finanzas del Estado.

Por estos días persiste en pedirle a la Asamblea una dispensa de $300 millones, porque los más de 23 mil millones presupuestados para 2018 se acabaron en el primer semestre del año; que por lo mismo ha tenido que desconocer la compra de los corredores y clavarle a los conductores del país un peaje de corredores por más de 30 años; que ante presiones internacionales abandonó a su suerte a empresarios panameños y a otros los quebró; que ha presupuestado más de $102 mil millones en cuatro años y las realizaciones son asimétricas con esa cifra; que incumplió el compromiso de realizar una constituyente; que lo de los $58 en el bolsillo fue un mito y que hay educadores a los que no se les ha pagado su salario hace más de cinco meses. Sin dejar de lado la crisis a la que ha llevado a la CSS.

Esos son los hechos que, por lo demás, atentan contra la estabilidad social del país, pero antes que hablar de eso, que es arena movediza para el presidente, Varela prefiere hundir el dedo en el corazón de los simpatizantes de Torrijos, con la lejana esperanza de desplazar con actos emocionales hechos que son innegables y que hasta los más enconados adversarios de Torrijos han debido reconocer ahora. La cuestión es tener el favor de Washington, aún cuando su gestión resulta la mayor rival de esa estabilidad.

Por ejemplo, que los más de $20 mil millones que ha aportado el Canal de Panamá desde su reversión en 1999 al fisco, han beneficiado a un país, incluido a aquellos que, como el presidente Varela, se opusieron a los tratados y a su ampliación.

Es un problema elemental y de ética, de cuidadoso razonamiento, porque si de tema electoral se trata, creo que hay otras cosas que, pese a lo que digan sus adversarios, se le podrían reconocer al mandatario. Pero, incurrir en el desliz, de proporción global por la tribuna que ha utilizado, de indicar que los convenios de 1977 se le deben al presidente Carter, omitiendo a la contraparte, sería como indicar que la independencia de 1903 solo se debe al presiente Teddy Roosevelt y que los próceres no jugaron ningún papel en esa fecha.

PERIODISTA

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