• 12/12/2020 00:00

Venezuela: 'morrocoy no sube palo…'

La expresión popular venezolana: “morrocoy no sube palo, ni cachicamo se afeita”, menciona al morrocoy, una tortuga de tierra, y al cachicamo, aquí armadillo, para explicar de manera coloquial que no se le puede pedir a alguien que haga algo que le resulta imposible hacer.

La expresión popular venezolana: “morrocoy no sube palo, ni cachicamo se afeita”, menciona al morrocoy, una tortuga de tierra, y al cachicamo, aquí armadillo, para explicar de manera coloquial que no se le puede pedir a alguien que haga algo que le resulta imposible hacer.

Los resultados de los comicios del 5 de diciembre en Venezuela indican que la situación política de ese país continúa su ruta de crisis y deterioro, donde los principales actores políticos nuevamente cerraron de manera deliberada las puertas a una posible solución negociada, pacífica y beneficiosa para el futuro del país y sus ciudadanos.

Con poca oferta de candidatos y el llamado a la abstención de parte de la oposición, el 30 % de participación del domingo 5 resulta muy bajo y poco representativo, pero aun así, este porcentaje es mayor al 25 % del 2005, cuando también la oposición decidió abstenerse de participar y Chávez ganó las elecciones. Decir ahora que el 70 % de ausentismo corresponde a votos en contra del Gobierno, la oposición elude su responsabilidad de haber dejado libre la cancha, sin aún sustentar ante el electorado su incapacidad reiterada para unificar un voto alrededor de una propuesta democrática y viable, que aglutine y entusiasme a esa gran mayoría de venezolanos que, según los propios dirigentes opositores, están en contra de Maduro y el chavismo.

Muchas son las causas de la crisis política en Venezuela, entre ellas la antropofagia política de la oposición, pero la expresión disminuida de los votos pudiera tener su origen en el hartazgo de los venezolanos del “tira y jala” y la descalificación permanente entre chavistas y opositores, y que el pueblo bien interpreta, con su sabiduría natural, como un “quítate tú pa' ponerme yo”.

El calendario electoral establecido por la Constitución, las leyes y los procesos electorales son los elementos mediante los cuales los venezolanos ejercen su derecho al voto y expresan su voluntad para escoger a quienes tienen la responsabilidad de gobernar ese país. El Consejo Nacional Electoral (CNE), la instancia que norma, lleva a cabo y supervisa los procesos electorales según la programación existente, es una entidad hecha a imagen y semejanza del Gobierno, que refleja de manera clara o solapada la obligación oficial de “no dejarse tumbar, y menos con papelitos”.

Sin embargo, cualquier acción del CNE para reducir el peso específico de la oposición y afectar los resultados electorales, como ampliar sin explicación el número de parlamentarios de 167 a 222; permitir el uso de los recursos del Estado y manipular el padrón electoral para conveniencia de los candidatos oficialistas, y otras más, están todavía por probar su efectividad para trampear los resultados frente a una gran cantidad de votos a favor de la oposición, tal como se demostró en el 2015, cuando la oposición (MUD) ganó 112 de los 167 escaños de la Asamblea Nacional, con casi un 60 % de participación de votantes.

Si pensamos en el morrocoy, un Gobierno con poca voluntad democrática y asentado en el poder, gracias al apoyo de los militares, este no hará nada mientras la oposición pretenda borrar de un plumazo todos los años de chavismo y los Estados Unidos y sus aliados insistan en desconocer que se trata de un problema de los venezolanos y que les corresponde a ellos diseñar y aplicar su propia solución, sin interferencias externas. Si vemos al cachicamo, la oposición tampoco hará nada mientras siga afincada a la alternativa de una intervención extranjera, bajo circunstancias que le permiten mantener un mosaico de intereses y una estructura no auditada de recursos, para continuar alimentando los egos, las aspiraciones personales y el “modus vivendi” de los más importantes opositores venezolanos.

La solución del problema político de Venezuela tendrá mejor opción de éxito cuando la inclusión, el debate, los acuerdos y los avances parciales y graduales, sean las herramientas utilizadas por todas las partes, con el fin de restituir los valores democráticos y cívicos en ese país. Seguir por un lado con las imposiciones, los abusos y la fuerza y por el otro con la ficción de crear instituciones paralelas, como una Corte Suprema en el exilio, un presidente sin Gobierno y sin funciones, “consultas populares” sin la credibilidad ni la validación del pueblo, son estrategias equivocadas que alejan y entorpecen posibles soluciones. La próxima elección es en el 2021 para elegir alcaldes y gobernadores. Ojalá para ese entonces el Gobierno y la oposición hayan aprendido las lecciones de los últimos 21 años.

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