Este evento que se vio fundamentalmente desde América, empezó sobre la medianoche de este viernes 14 de marzo y llegó a su máximo sobre las 3 de la mañana,...
- 04/10/2023 00:00
El virus de la tiranía
Los tiranos han existido desde siempre. Los líderes también. Desde que se estableció el primer grupo humano, hubo quien buscaba el beneficio colectivo, y quien buscaba beneficiarse del resto. A veces, el líder era inteligente, fuerte y superior que su contrario, y el grupo tenía éxito. Esto es, el grupo crecía, se fortalecía. Se desarrollaba una sociedad con lazos internos, y todos gozaban de bienestar.
En el caso opuesto, a veces el tirano era más fuerte, y el líder se sometía.
Sucedía algo con lo que estamos muy familiarizados en la actualidad. Solo el tirano y su grupo cercano prosperaba. Los miembros del colectivo tenían que mantener a un grupo minoritario, por temor, por ignorancia, o simplemente porque adoptaban actitudes serviles y conformistas. Entre menos organizada la población, mejor para el tirano, quien después les hacía creer inventos de su “autoridad divina”, y al pasar del tiempo esas historias se volvían verdades en la mente de los miembros del colectivo.
No obstante, en esa comunidad tiranizada, los abusos y consecuentes carencias condenaban al fracaso al grupo, y los miembros menos sometidos escapaban, buscando mejores circunstancias. A veces, se topaban de manera fortuita con otros grupos en formación, e iniciaban el proceso social desde cero. En otras ocasiones, buscaban unirse a grupos establecidos, con líderes y un crecimiento sostenido. Buscar mejores días no es algo nuevo.
Lo curioso de estos eventos ancestrales es que aquellos que huían de los grupos oprimidos no siempre calaban en el nuevo grupo al que huyeron. Su mente no podía entender que, para que la sociedad funcionara tan bien, había que cumplir normas. No procesaban que las libertades y beneficios existían porque los miembros de la comunidad creciente cumplían con deberes. Todos aportaban para que todos se beneficiaran. Los “escapados” no lograban escapar de sus costumbres y actitudes, por lo que llegaban al grupo de acogida, y trataban de implementar sus prácticas, mismas que habían causado la desgracia de su grupo.
Maravillados por la posibilidad de contar con alimentos, pensaron que era un paraíso en dónde solo había que gozar, sin esfuerzo. Estos individuos eran como un virus, que a veces infectaba al grupo pujante, y condenaba al fracaso comunidades que, hasta el momento de llegada de los “escapados”, habían sido muy exitosas.
Otros eran desterrados inmediatamente por los líderes, quienes viendo que no eran miembros de valor para su comunidad, los apartaban, condenándolos a perecer por sus malas prácticas. Los grupos sociales que tuvieron líderes son la base de nuestra sociedad actual. De aquellos grupos tiranizados, no tenemos récord histórico. Desaparecieron entre las páginas del tiempo por sus comportamientos suicidas.
Actualmente sufrimos una crisis humanitaria terrible y costosa. Cientos de miles de personas huyen de sus países con el sueño de vivir mejor. Vienen mezclados todos, los buenos miembros y los malos miembros de comunidades. El virus de la tiranía se esparce hacia otros territorios, infectando todo con su miseria. De Venezuela, Cuba, Haití, Colombia, países africanos y gente de todos lados está caminando por Darién, huyendo de sus países. Gente cansada y abusada. También gente que apoyó a los que hoy matan sus hogares. Algunos con planes honestos, otros muchos, felices de ser portadores de las mentalidades que han causado que sus naciones no sean más. Algunos llegan a buscarse un futuro, otros llegan a exigir. Unos llegan a sumar, otros llegan a tratar de comerse al nuevo huésped perseverando en sus malas prácticas.
Lo que era una selva densa, y un límite natural para enfermedades, es hoy un basurero, un infierno en donde aflora la mayor miseria humana, en donde se canibaliza al hermano por dinero.
En medio de toda esta barbarie, comunidades enteras se ven afectadas. La naturaleza misma paga el precio de que muchas personas hayan apoyado a corruptos en sus naciones de origen. Tiranos a cientos de kilómetros hicieron correr a miles, y hoy Panamá paga el precio. Por razones humanitarias, se gasta dinero estatal para alimentar gente de todos lados, mientras en nuestro país no hay dinero para que el Instituto Oncológico Nacional mejore sus condiciones. Hay plata para política, pero no hay medicamentos en la Caja de Seguro Social. Hay dinero para pagar festines de la Asamblea Nacional, pero no para mejores vías de comunicación en el país. Hay dinero para pagar las planillas de ejércitos de funcionarios ineficientes o simplemente malos, pero no hay oportunidades de negocio para las personas honestas y preparadas. Hay delincuentes condenados dirigiendo, u optando por posiciones de poder con la mentira de “queremos lo mejor para el país” en sus labios.
¿Acaso seremos nosotros y nuestros hijos parte de esa caravana de miseria en un futuro cercano? ¿Será que los panameños también tendremos que cruzar fronteras para escapar de lo que fue nuestro hogar? Si mantenemos las mismas prácticas de endiosar maleantes, espero que tengamos buenos zapatos, porque el camino es largo.
El momento de luchar por nuestra casa es ahora. Mirémonos en el espejo de los que hoy caminan, afectando nuestra nación. No solo no pelearon por sus países, sino que en muchos casos apoyaron a los que hoy les dan la patada en donde el sol no alumbra, y nos los endosan a nosotros. No crean que el Canal nos va a salvar. Ya está contaminado.
Los gobiernos de los últimos 30 años se han encargado de que estemos endeudados por mucho tiempo. Cada partido tradicional ha tenido su oportunidad y, lejos de resolver, nos han enterrado más en el lodo. Los que prometen que lo bueno vuelve, lo hacen trayendo a los mismos malos de siempre. Hay que ser muy pendejos para creerles otra vez, a los que dicen que ahora sí van a hacer lo que se necesita. ¿Qué rayos estuvieron haciendo mientras gobernaban?
O rescatamos nuestro país eligiendo nuevos líderes, o apoyamos a los tiranos de siempre, y escapamos diciendo ser víctimas. El virus de la tiranía tiene cura, pero debemos querer el remedio.