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- 03/04/2015 02:01
Semana Santa en Panamá en el siglo XIX
Los diarios locales y los viajeros indicaban que el calendario festivo de los residentes de la ciudad de Panamá incluía entre sus eventos la Semana Santa, considerada la magna fiesta religiosa en Panamá. De ésta, La Estrella de Panamá ofreció un resumen descriptivo muy detallado en su edición del domingo 27 de marzo de 1853. Por lo expuesto, los días más importantes eran el Domingo de Ramos, Jueves y Viernes Santo.
El Domingo de Ramos, las actividades religiosas se iniciaban a las cuatro de la tarde con la procesión de El Salvador en su borriquito y se anunciaba su inicio a través del repique de las campanas. La procesión recorría la calle recta del arrabal y de La Merced, hasta el templo de Las Monjas, donde el borriquito era desmontado y se le alimentaba con bizcochuelos y vino. La estatua de Jesús, aparentemente, permanecía en el templo de Las Monjas.
El Jueves no suenan las campanas en señal de duelo, los feligreses acompañan a María en su dolor y visitan la tumba; el sacerdote, con unos 71 muchachos, recorre las calles y en los templos las jóvenes se arrodillan ante los monumentos lujosamente decorados. Este día, además, el sacerdote hace las veces de Jesucristo y lava los pies a los doce apóstoles —doce mendigos que después de la ceremonia recibieron un sombrero, un par de zapatos y un peso en plata. El templo estaba iluminado y dos centinelas custodiaban al Redentor. El Viernes las tiendas estaban cerradas y los fieles permanecían encerrados en sus casas esperando las campanadas que anunciaban la procesión de las ocho, en la cual treinta o cuarenta milicianos van tras una anda con las armas a la funerala.
Los centinelas estaban vestidos con chaquetas azules, pantalones blancos y gorros o sombreros. De este relato se desprende que el pueblo participaba masivamente en la celebración de la Semana Santa y revela la supervivencia de formas coloniales de religiosidad y ritualismo. Está ritualidad religiosa católica contrastó y repugnó a la severidad protestante de muchos extranjeros, al punto que algunos de ellos —imbuidos por un etnocentrismo— no fueron respetuosos de las creencias religiosas y la sacralidad de los centros de adoración de los panameños.
Para 1860, otra es la situación. Los aires del liberalismo radical impregnaron el ambiente. La Estrella de Panamá pedía confinar las procesiones de Semana Santa en el interior de los templos católicos, apelando a la ley de tolerancia religiosa. El diario censuró la realización de estos actos en las vías públicas por el desorden sacrílego que pequeños y grandes fomentaban, como por las escenas chocantes de las funciones del Corpus.
El diario pedía prohibirlas para zanjar males y dificultades y, a la vez, permitiera proyectar una mejor imagen de los habitantes de la ciudad ante los extranjeros. Las expresiones de la religiosidad de los citadinos fueron calificadas por los redactores del diario como signos de un catolicismo retrógrado y de superstición pueblerina.
Hay que recordar que la situación descrita ocurrió durante el destierro de los sacerdotes, al aplicarse las leyes liberales y anticlericales del Gobierno colombiano, las cuales tuvieron un fuerte impacto moral y material sobre la Iglesia Católica en Colombia y Panamá. El fervor religioso y moral que pudieron fomentar los múltiples templos y conventos ya no era percibido en Panamá.
Inclusive el pueblo aceptó —casi sin chistar— el cierre de los templos y la expropiación de los bienes eclesiásticos. Un pueblo mercantil, de ideología liberal y por tradición católico, obviamente, carecía de fervor real para tan magna lucha, aunque por costumbre hiciera ostentación de sus fiestas religiosas.
PROFESORA EN LA UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.
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‘... la situación descrita ocurrió durante el destierro de los sacerdotes, al aplicarse las leyes liberales y anticlericales del Gobierno colombiano...’