Panamá recibió esta semana la presidencia pro tempore de la Asociación de Estados del Caribe. Somos también miembros hasta 2026 del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, un puesto privilegiado en la mesa de discusiones entre aquellas potencias que tienen poder de veto en este organismo. La diplomacia y el servicio exterior panameño, clave para cualquier Estado soberano, cobran aún mayor importancia en este momento histórico. Desde cómo responder a las amenazas de Washington, hasta los asilos políticos de un exmandatario y un líder sindical, así como las listas discriminatorias y la crisis migratoria. Requerimos una diplomacia fuerte, con personal altamente capacitado y una estrategia clara para promover la agenda nacional en el mundo; un ideal que sea contrario al manejo politiquero y clientelar que todos los gobiernos de turno postinvasión le han dado a la diplomacia panameña. Además, en tiempos de crisis y agresiones extranjeras a la soberanía, no hay espacio para la opacidad y la falta de transparencia, por lo que el gobierno debe clarificar el alcance real de los acuerdos recién firmados con los Estados Unidos; y en los que siquiera se han publicado íntegramente en el idioma inglés y español. Panamá es un país pequeño, pero eso no ha es sinónimo de cobardía. Aun siendo pequeños, podemos proyectar un camino grande, lograr alianzas y alcanzar nuestras metas. Así fue como recuperamos el Canal y nos defendimos de los ataques de una potencia mundial. Hagamos honor a nuestra historia.

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