Ningún país que se encuentra sometido a crisis políticas y estallidos sociales, es un espacio para el desarrollo turístico. De hecho, es uno de los principales afectados de estas coyunturas y uno de los sectores que más le cuesta recuperar el terreno perdido entre cierres de calles y la mala imagen que Panamá envía al mundo. Cada minuto que pasa sin resolver el problema, son pérdidas económicas que muchas serán difícilmente reversibles y empleos que tomarán tiempo en recuperar. Las señales de diálogo en Bocas del Toro, con participación de la Iglesia Católica, son signos importantes sobre el único camino que nos pueda sacar de este impasse: el diálogo. Basta de la tozudez desde los grupos en protesta que piden la derogación, así como la intransigencia del gobierno de no querer modificar los puntos críticos de la Ley 462. Ambas posturas solo le hacen daño al país. Es el momento de negociar a favor de Panamá. El país, a pesar de los avances en turismo, sigue muy retrasada en materia de inversión, formación y cultura de la atención; en comparación con los vecinos de la región. Esta crisis, nefasta para el sector, no es la razón del atraso que tenemos un sector con potencialidades enormes. Falta una política de Estado coherente y con continuidad en el tiempo. Pero antes de ello, nos toca devolver la paz social a Panamá, sin ello no habrá desarrollo para nadie.

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