Al cierre de la sexta semana de protestas y huelgas contra la Ley 462 que reforma la Caja de Seguro Social, es evidente que el camino que transitamos como país nos está llevando a una espiral profunda de pérdida de empleos, perjuicio para nuestros estudiantes y ha comprometido las condiciones para la llegada de la inversión extranjera. No hay duda de que los cierres de calles no van a resolver el problema que enfrenta el país, ni tampoco la imposición de un gobierno que no quiere reconocer que existe un malestar social. Nunca será tarde para abrir un espacio de diálogo; tender puentes no es una muestra de debilidad; por el contrario, evidencia la capacidad de estar por encima de los intereses politiqueros que en este momento pescan en río revuelto con las protestas. El Gobierno nacional debe convocar a ese urgente diálogo, real y democrático, y los grupos que protestan también deben sumarse. Basta de intransigencia y de intolerancia. El país necesita paz; profundizar la confrontación solamente agravará la crisis. Es hora de pensar en Panamá.

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