• 14/10/2019 00:00

Entre cianuro y arsénico

Opinión editorial del 14 de octubre de 2019

Ecuador vive uno de los momentos más crueles de su historia reciente y la inestabilidad ha vuelto a reinar en tierras de Antonio José de Sucre y de Eloy Alfaro. El problema se veía venir desde poco antes de la salida de Rafael Correa, quien gobernó el país por más de 10 años. Correa logró la estabilidad de Ecuador y durante su mandato hubo avances significativos. Pero como en todo sistema presidencialista, el país volvió a caer víctima de luchas intestinas y en especial de la voracidad de los que pelechan la riqueza nacional. La génesis de lo que vive hoy Ecuador se inició cuando Correa propuso como fórmula de Lenín Moreno a Jorge Glas. En pocas palabras, Correa quería cogobernar a través de Glas, su hombre de confianza y a quien se le señala como su testaferro. Una vez ganó Moreno la presidencia de Ecuador, rápidamente se deshizo de Glas, quien terminó encarcelado tras encontrársele culpable del delito de asociación ilícita en el caso de sobornos de la constructora Odebrecht y fue condenado a seis años de prisión. Moreno, entonces, se alió con los adversarios de Correa, entre ellos Abdalá Bucaram y Jaime Nebot. Al acabar con algunos importantes subsidios y aplicar la peligrosa política de endeudamiento del FMI, la inconformidad estalló. Los indígenas, principales víctimas de la eliminación de los subsidios, marcharon a Quito para exigir la revocatoria de la medida. Los “correístas” han aprovechado el descontento indígena y exigen elecciones anticipadas, provocando protestas violentas. El problema de Ecuador, en esa guerra entre Correa y Moreno, es que el pueblo tendría que escoger entre cianuro y arsénico, cuando lo que necesita es un líder nacional, que gobierne para todos y ese, lamentablemente, aún no aparece. ¡Panamá, mírate en ese espejo!

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