Los últimos acontecimientos que han estremecido la sociedad panameña son producto de la acumulación de hechos que nosotros mismos hemos permitido. Los últimos 30 años, paulatinamente, hemos deteriorado la institucionalidad. Muchos prefieren mirar para otro lado, otros culpar al vecino. Lo cierto es que la culpa es de todos y la solución también será de todos. El deterioro carcelario es producto de un sistema que no funciona y, por el contrario, nos carcome como sociedad. Y el problema empieza con la pérdida de los valores cívicos y morales, algo que no necesita presupuesto para recuperarlos. Un delito se puede evitar solo teniendo valores, pero los hemos abandonado en su totalidad. Si a esto se suma que el sistema inquisitivo envió gente a la cárcel sin contemplar otras medidas, como país terminamos invirtiendo más en construcción de cárceles que en escuelas. Y si a esto se suma que el funcionariado público se predispuso para el soborno y un empresariado decidió aprovechar esa falencia, no es de extrañar el estado en el que nos encontramos. Para recuperar el país necesitamos entereza y trabajo en equipo. Necesitamos darle fuerza a los valores cívicos y morales y levantar el espíritu del bien común. Esta decisión es fundamental y necesaria, porque tenemos la oportunidad de dar el salto. Ya la historia da cuenta de cambios radicales en otras sociedades. Europa no era nada diferente a nosotros y quizás peor y más cruel que lo que hoy son muchos países latinoamericanos, pero dieron ese salto de la barbarie a la civilización. Y ese salto pasa por valores cívicos y morales y para eso no se necesita presupuesto. ¡Así de simple!

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