Si cualquiera analiza la situación política de los países latinoamericanos, se dará cuenta de que es un calco al carbón. Se han hecho ensayos de mandatarios que llegan al poder con toda la intención de resolver los problemas, pero el sistema se los traga. Y es que el sistema presidencialista de cada uno de los países latinoamericanos está carcomido, no funciona y seguir insistiendo en ello es como arar en el mar. Hay que cambiar el sistema. En Panamá, la historia lo demuestra, el presidente en el poder termina siempre más corrupto que el anterior. Incluso, si ponen de presidente al papa Francisco, a los cinco años termina corrupto. El sistema está carcomido y es necesario hacer cambios urgentes, empezando por la Constitución. Y es justo ese cambio constitucional que, apenas llegó al poder, el presidente Laurentino Cortizo empezó a impulsar y allí comenzaron sus problemas. Unos dicen que quieren constituyente originaria, otros reformas, otros constituyente paralela… Sin embargo, a la hora de hacer los primeros cambios, todos patearon esas reformas fuera de la cancha. Se debe a que los cambios no convienen a quienes lucran con el caos. Los pobres no pueden comprar a jueces y magistrados; tampoco son los que financian a diputados sin valores… Por eso el cambio constitucional urge, aunque solo sea para modificar cinco aspectos en el Judicial, del Legislativo y del Ejecutivo. Después, con más consciencia de la ciudadanía, se deben hacer los otros cambios que se necesitan para apalancar a Panamá en la ruta hacia el desarrollo.

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