La ola de violencia en Ecuador no da tregua. El país suramericano se mantiene bajo estado de excepción, tras producirse un ataque sincronizado contra el Estado, en el que se tomaron rehenes en las cárceles y se atacaron instituciones públicas y privadas. Y hace apenas unos días, el asesinato de uno de los principales fiscales del país, a plena luz del día, ha vuelto a generar miedo en la población y ha golpeado una vez más al gobierno de Daniel Noboa. Recordemos que el crimen organizado de ese país, además, asesinó —el año pasado— al candidato presidencial Fernando Villavicencio, conocido por investigar los nexos entre las bandas y la política. Sin duda, el Ecuador sufre un coletazo de un fenómeno delictivo continental que salpicará inevitablemente a los países vecinos y pondrá en jaque la seguridad de la región. Ojalá que no se replique este terrible tiempo en Panamá. Hay que preguntarnos si se está combatiendo el delito y si se están tomando medidas correctivas para frenarlo. Ya lo hemos dicho en este diario: el año pasado —2023— fue el más violento de la última década: 556 personas fueron asesinadas: tengámoslo en cuenta. No podemos permitir que el narcotráfico nos ponga contra la pared. Afianzar políticas de vigilancia en los lugares donde hay riesgo de que las plantillas capten jóvenes vulnerables, es imperativo. También hay que hacer un llamado de solidaridad a la comunidad internacional: Ecuador no puede solo. Hay un espejo en el que nos podemos mirar y reaccionar, es urgente.

El presidente José Raúl Mulino celebró la mañana de este jueves 18 de julio su primera conferencia de prensa matutina en el Palacio de Las Garzas. Mulino...

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