• 29/03/2011 02:00

Nuevo contrato social de la ciencia (II)

Este es un tema de debate que merece repensarse en un momento en que las relaciones entre Ciencia y Sociedad atraviesan un replanteamie...

Este es un tema de debate que merece repensarse en un momento en que las relaciones entre Ciencia y Sociedad atraviesan un replanteamiento de fondo. Una concepción lineal de las predichas relaciones considera que la Ciencia aporta a la solución de problemas de una manera implícita o como resultado de una aplicación práctica al impactar los procesos económicos y, como suele decirse ahora, la competitividad de las naciones a través de un efecto cuasi mágico en la innovación productiva y empresarial.

No negamos que en muchos casos ello sea así, sobre todo en un mundo tecnocientífico, donde las fronteras entre Ciencia y Tecnología han tendido a diluirse. En este sentido, quienes abogamos por un ejercicio más crítico y si se quiere más sociopolítico de la actividad de tecnocientífica y de la política pública de la Ciencia para el desarrollo, postulamos la necesidad de pensar como explícita la relación entre Ciencia y Desarrollo Social.

Entre otras razones porque la realidad social de Panamá y de América Latina nos hablan de sociedades muy fragmentadas en los social, en lo productivo y en lo epistémico. Sociedades tales, tan heteróclitas y desiguales, precisan de un circuito distinto para que la Ciencia llegue al ciudadano y éste sienta la Ciencia no como algo distante, sino como su herramienta para el progreso, para el mejoramiento de su calidad de vida.

Pese al crecimiento económico de Latinoamérica y de Panamá en particular, seguimos siendo sociedades donde impera la inequidad y la exclusión. Las bases de tal inequidad y exclusión están dadas por circuitos cada vez más diferenciados de calidades educativas y acceso al conocimiento.

En gran medida nuestra desigualdad de ingresos, donde nos ubicamos entre los campeones casi indiscutidos en la región más desigual en la distribución de los ingresos del mundo, se explica por el tema educativo, la capacitación para el empleo y el acceso a la seguridad social. Todos temas de la política social y del desarrollo social. El sueño del proceso de desarrollo por derrame del ingreso cuando este crece, es solo eso: un sueño. Necesitamos pensar cómo rompemos este círculo y aquí las contribuciones de la Ciencia Social pueden ser muy importantes.

Pero, ¿por qué no lo han sido, por qué no lo son ahora? Varios hechos y procesos los explican. En primer lugar, la propia crisis de las Ciencias Sociales, sometidas a las presiones de un cambio civilizatorio, donde ya nada es como solía ser. Pero igualmente las debilidades propias de comunidades científicas disminuidas y marginales, como lo es la panameña.

A las propias carencias de la Ciencia Social, habría que sumar la condición ancilar de las Ciencias Sociales, sacadas del erario por largo tiempo, pues aquí todo se contrata fuera, y por mucho tiempo el Estado mismo pensó que era inútil invertir en la formación local de base de los científicos sociales, si no que lo digan los economistas y sociólogos de este país.

En la borrachera del neoliberalismo panameño se pensó: formemos a los economistas en Chile o hagamos reingeniería de los ingenieros industriales y convirtámoslos en economistas light que saben de matemáticas y econometría, pero nada de historia o de pensamiento social. Y claro, buena parte de culpa ha estado en una etapa no completamente superada en la academia panameña de crítica por la crítica, de crítica sin propuestas y crítica sin rigor, sin ciencia. Y obviamente, nada hay peor que la irrelevancia social a lo que esto conduce.

No hay fórmulas mágicas, y lo primero será pensar con rigor, científicamente. Lo otro es desarrollar los múltiples mecanismos de intermediación entre las comunidades científicas y los decisores de política pública, tema mucho más complejo y apenas desarrollado en Panamá.

Ya empezamos a tener alguna experiencia, con la propia formulación del Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. Pero si algo hace falta es incorporar a más actores sociales, a más voces, pues el de la política científica y las decisiones tecnocientíficas debería ser un ejercicio dialógico múltiple.

Necesitamos oír la voz de los empresarios con más fuerza. Pero también la de las comunidades, de las etnias, de sindicatos y organizaciones de la sociedad civil. Eso es forjar el nuevo Contrato Social de la Ciencia, que ya la propia Conferencia Mundial de la Ciencia de Budapest anunciaba hace más de 10 años, para que así tengamos la ciencia apropiada, la ciencia efectiva social que necesitamos con urgencia.

En medio de la batahola de marchas y contramarchas de la discusión pública cotidiana, confiamos en darle continuidad al esfuerzo que supone la propia Maestría en Ciencias Sociales, tal vez explorando nuevos nichos en la UDELAS. Con la construcción, además, de otros caminos para la mediación entre Ciencia Social e intervención pública a través de elementos novedosos como la gestión y la gerencia social del conocimiento para nuevos enfoques y modelos. Así como el análisis prospectivo y la evaluación tecnológica por indicar avenidas necesarias, si es que en realidad en Panamá deseamos transitar hacia la sociedad del conocimiento.

*VICEDECANO DE POSTGRADO DE LA UDELAS.

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