• 04/05/2011 02:00

La vigencia de Sinán

R afa Candanedo, colega y compañero de varias iniciativas y aventuras profesionales, me invitó a participar en un coloquio—homenaje al e...

R afa Candanedo, colega y compañero de varias iniciativas y aventuras profesionales, me invitó a participar en un coloquio—homenaje al escritor Rogelio Sinán que organizaba la fundación que él dirige y para celebrar un aniversario más del natalicio de quien se llamó Bernardo Domínguez Alba y que luego adquirió ese seudónimo con el que sus audiencias le conocen.

En este encuentro en la librería Exedra Books, la arquitecta Mariela Sagel recordó que este 25 de abril —día del escritor y escritora panameños— era el 109 aniversario de su nacimiento y que todavía la sociedad panameña estaba en deuda con su más grande narrador literario. Allí su hija Ruth recordó sus mejores momentos y su sensibilidad.

Al analizar la obra y tratar de darle una dimensión a Sinán como hombre de letras, quizás el adjetivo que encaja mejor es el de universal, no solo por sus viajes, sino por los ámbitos a donde llegaron sus textos. La poesía, la narración, el cuento, la novela, el teatro infantil y sus ensayos han recorrido tanto que aún desconocemos hasta dónde se ha reproducido su literatura.

Su primer libro de poemas, Onda, llegó a Panamá cuando él era diplomático en la India y se publicó por primera vez en Roma. Ya en ese tiempo había bebido de las diversas facetas del vanguardismo y aportó elementos estilísticos que estaban influidos por el dadaísmo, surrealismo y otras tendencias en pleno desarrollo.

Pero este literato nacido en la isla de Taboga no se quedó en esas inquietudes febriles, según Gloria Guardia al analizar su narrativa, ‘supo evolucionar a tiempo hacia una estética más libre, orgánica y constructora’. El sueño y la fantasía se adentran en sus textos; ‘... y amanecí del agua hecho cristal como si en cada vena se me hubieran metido cien estrellas...’.

En sus poemarios Incendio, Semana Santa en la niebla y Saloma sin salomar concibió poéticamente referentes propios de la cultura nacional y los convirtió en versos llenos de una inspiración que cambió la cotidianidad tanto en la ciudad como en el campo.

Su estilo era como preparar un ‘menjurje... diluyendo somníferos en vino de consagrar con una pizca de ron y diferentes conjuros en dosis suficiente...’ dijo en La isla mágica.

La narrativa de sus cuentos fue cual oleada de recursos; aunque Rodrigo Miró comentara que ‘nada era invento suyo, pero todo resultaba novedad aquí’. Pudo insertarse en los grandes temas nacionales y llevar a sus letras desde la realidad política, hasta su obsesión con las serpientes en varios relatos, sin olvidar la sensualidad o la pintura de sus personajes.

Quizás es el dramaturgo más representado con La cucarachita Mandinga, Chiquilinga y Lobo go home, metáforas de lo más profundo de la vida nacional y su sociedad, que durante el siglo XX vivió una incómoda presencia del ejército de los Estados Unidos en atención a la situación del Canal de Panamá.

La novelística de este autor cuenta con dos obras publicadas y galardonadas en el concurso literario Ricardo Miró. Primero Plenilunio en 1943 y luego La isla mágica, en 1977. Tan solo le bastaron estos dos ejemplos de construcción para armar una prosa de talla clásica. En una, con los problemas de una mujer marcada por la luna y en la otra, la vida de un popular Casanova en la isla de Taboga.

Hay una reflexión sobre Sinán que surgió en el diálogo de la Fundación Nuestra Lengua, relacionada con la dimensión política del autor. Se llegó al consenso de que a través de toda su concepción literaria, hay recogidos suficientes elementos que hablan de su visión de la libertad del ser humano, del compromiso con la realidad panameña, elementos cuyo valor no ha sido adecuadamente comprendido por el país.

Hubo el acuerdo casi tácito de proponer que 2012, cuando se cumple el 110 aniversario de su nacimiento, sea declarado como el año de Rogelio Sinán y se dedique un conjunto de actos para enaltecer su dimensión literaria, así como su valor como ciudadano ejemplar.

Pero quizás el mayor honor que un autor pudiera tener, sería una adecuada reedición de sus obras con la finalidad de que, en cada rincón panameño, se lea su narrativa, se reciten sus poemas, se lleven a las tablas sus tres obras de teatro y se escuche su propia voz en la lectura de sus trabajos en la radio.

Rogelio Sinán nos dio su imaginación y brindó a la cultura nacional un tesoro literario. Hay que leerlo y rescatar la vitalidad de su obra; esto honraría su inquieta memoria.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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