• 21/02/2012 01:00

De carnavales

La mayoría de las fiestas en las que comercio y gobierno cierran tiene una explicación comprendida por todos: Año Nuevo, Semana Santa, F...

La mayoría de las fiestas en las que comercio y gobierno cierran tiene una explicación comprendida por todos: Año Nuevo, Semana Santa, Fiestas Patrias, Navidades y fiestas propias del país. Solo los carnavales parecen ser los días de fiesta menos comprendidos por la población. Solo sabemos que son días libres para dar rienda suelta a la música, color y fantasías. Curiosamente, sin saber la razón de ser de los carnavales, los hemos ido transformando en prácticamente una semana de desconexión total con el mundo real.

Legalmente, libre solo es el Martes de Carnaval, última fecha de las fiestas. Pero lentamente los gobiernos han procedido a acomodar su horario para que desde el viernes al mediodía unos, en la tarde otros, se inicie la farsa hasta el amanecer del miércoles, volviendo a trabajar en la tarde del miércoles unos, el jueves otros.

Y esto es lo que marca lo más curioso de la fiestas de carnaval. Un país eminentemente cristiano, por definición católico, la mayor fiesta que celebra es una tradición pagana. Los historiadores difieren, algunos consideran que su origen está en las antiguas fiestas al Dios Apis de Egipto, hace más de 5,000 años. Otros las inician con las fiestas de febrero al dios Saturno, o, lo más aceptado, las fiestas al dios Baco (dios del vino) de los romanos. Lo más probable es que efectivamente la fiestas egipcias llegaran eventualmente al Imperio Romano y desde allí a nuestros días.

Cuando el Imperio Romano aceptó el cristianismo no abandonó esa tradicional fiesta pagana, simplemente la acomodó a su nueva religión. Surgió el termino ‘carnelevarium’ o ‘quitar la carne’, producto de la costumbre inicial de la Cuaresma de no comer carne por los 40 días, de donde derivo carnaval. Por cierto, con el tiempo la Cuaresma moderna elimina la carne solo los viernes y se pide que hagas un sacrificio por los cuarenta días, donde muchos sacrifican comer dulces o alguna otra penitencia.

Los primeros carnavales no incluían disfraces, era solo la fiesta de la limpieza, recordemos que era fiesta pagana y no existía aun la Cuaresma, costumbre de muchas religiones. Los musulmanes, antes de empezar su Ramadán, hacen una limpieza de ropas viejas y objetos viejos de sus casas, mientras que los romanos simplemente se ponían las ropas viejas durante los días de la fiesta, por lo que parecían disfrazados, ya que no eran sus hábitos cotidianos. Con el tiempo, la costumbre de hacer limpieza en febrero decayó y las fiestas adoptaron los disfraces.

En Europa los carnavales tomaron cuerpo, y en España se dio algo peculiar. Los españoles del siglo 16 acostumbraban disfrazarse para jugar bromas durante el año, por lo que el rey Carlos I prohibió los disfraces. Fue luego Felipe IV quien los volvió a permitir solo en carnavales. En América Latina la costumbre de los disfraces ha prevalecido, prefiriendo utilizar disfraces o bien de aborígenes o de personajes místicos precolombinos. En nuestro país vemos proliferar los disfraces de diablitos y congos propios de nuestros indígenas o época precolombina, como en los carnavales de Bolivia, Perú y México.

Hoy, la antigua fiesta pagana se ha convertido en un compromiso oficial en nuestro país. Son sin duda la fiesta más esperada y más celebrada, un paréntesis de celebración, bailes, fiestas, esplendor, presentaciones artísticas sin paralelo en el año. Y así como ya son de fama carnavales en otras latitudes como Río de Janeiro, Oruro en Bolivia, Santa Cruz de Tenerife, Cádiz en España, Venecia en Italia, Barranquilla en Las Tablas y Veracruz o Mazatlán en México, aspiran a convertirse en polo turístico los de Las Tablas, Chitré o de la capital.

No dudo que los carnavales son un potencial turístico. Pero habría que organizarse mejor. Primero olvidar que en realidad es una fiesta pagana, aceptarla quizás como una ultima fiesta antes de entrar al sagrado periodo de la Cuaresma que culmina con la Semana Mayor.

Pero, se requiere la voluntad política de iniciar un proceso para convertir los carnavales de la capital en unos carnavales capaces de atraer turistas. Si copiamos el modelo de los más lucidos, a mi entender los tableños, sería cuestión de dividir el distrito en ‘arriba’ y ‘abajo’ o ‘afuera’ y ‘centro’ y designar dos comités, uno por área. Los primeros años habría que subsidiar a los dos comités, para que luego sean autofinanciables. A uno se le asigna un área a un extremo de la Cinta Costera, al otro el otro extremo. Con el tiempo se logrará la rivalidad y competencia de reinas, tunas, murgas y comparsas entere ambas. Eventualmente, el carnaval de la ciudad se proyectará internacionalmente.

¿Por qué no impulsar los ya famosos del interior? La falta de hoteles, hospedaje y facilidades haría difícil poder impulsar más visitantes al área. La capital hoy tiene un importante número de habitaciones y facilidades a turistas. Es hora de que aprovechemos estas fiestas de cuatro 4 días, que en la mayoría de nuestros vecinos se han convertido también en días libres para sacarle el beneficio que el turismo nos permite. Lo que no debemos hacer es continuar con esta política de dejar para el último momento la designación de un comité organizador y por más que quede bien la fiesta, nunca podremos explotarla debidamente. Hoy, todavía los carnavales panameños son de y para los panameños, debemos empezar a ver con más énfasis hacia fuera y hacerlos el orgullo de nuestra área.

INGENIERO Y ANALISTA POLÍTICO.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus