• 22/07/2012 02:00

La materia prima de la información

Hoy me voy a referir a un tema que surgió en la reunión entre periodistas y abogados vinculados al oficio: las fuentes de información y ...

Hoy me voy a referir a un tema que surgió en la reunión entre periodistas y abogados vinculados al oficio: las fuentes de información y cómo los reporteros van construyéndolas a sabiendas de que es a través de ellas como se obtiene la materia prima con la que se producen las noticias.

El tema de las fuentes se información siempre produce debates acalorados y opiniones diferentes. Unos argumentan que los periodistas no deben tener amistad con las fuentes, pues se puede perder la “objetividad”, y otros dicen que mejor es mantener distancia, con el riesgo de que cuando haya una “primicia”, no los considere.

Lo que sí debe ser una verdad para todos es que la construcción de las fuentes requiere de años, no es una tarea que se logra de un día para otro y la confianza es primordial, tanto para los periodistas como para las fuentes.

El periodista debe tener la confianza para recibir información que luego será depurada, contrastada y finalmente publicada. Y la fuente, la confianza de que la información que ofrece sea usada correctamente.

En mis años de ejercicio profesional he conocido muchas situaciones relacionadas con las fuentes, principalmente cuando a ella se le hace la promesa de que permanecerá en el anonimato.

Con base en esa experiencia puedo dar fe de que el uso de las fuentes esta íntimamente ligado a la credibilidad del medio y, por ende, a la del periodista.

Hace unos años escribí un artículo para una revista de Estados Unidos que titulé: “Fuentes confidenciales”. Recuerdo uno de los casos que se publicó, pues ilustra muy bien a lo que se puede exponer el reportero con respecto a las fuentes de información.

Fue en junio de 1996 que un diario panameño publicó una investigación que surgió de rumores de que en algunas escuelas secundarias (públicas y privadas) se traficaban drogas entre los estudiantes menores de edad.

La periodista que participó en la investigación comentó en aquella ocasión que la decisión de publicar o no la información generó varias semanas de discusión en la redacción, pues conseguir datos sobre la infiltración de drogas en colegios secundarios no era fácil. Solo se tenía información extraoficial de la Policía Técnica Judicial.

La parte más complicada era la información de que un colegio privado importante del país tenía problemas de estudiantes que traficaban drogas. La confirmación de la información se logró a través de un profesor de ese centro educativo, quien advirtió que daba la información con la reserva de su nombre. El trabajo se publicó.

Una vez publicado, los profesores y los directivos del colegio denunciado se presentaron a las instalaciones del periódico con una nota de protesta firmada por todos los profesores del plantel, incluido el profesor que había suministrado los datos, para exigir que se diera el nombre de la persona que había proporcionado la información, con la amenaza de demandar a los periodistas y al medio por calumnia e injuria.

El equipo de periodistas que trabajó en la investigación se opuso a revelar la fuente, con el apoyo de la jefa de información, a pesar de las amenazas de demandas. Pero la situación era difícil para ambas partes.

Siempre se recomienda que una fuente tiene que ser buena, indistintamente que sea identificada o no, y corresponde a cada periodista valorarla.

Otra recomendación es saber determinar si las informaciones suministradas son verdaderas y recurrir a fuentes secundarias para cruzar la información y confirmarla con la fuente primaria, si el caso lo amerita.

El periodista peruano Gustado Gorriti escribió un artículo de opinión en torno al caso de la reserva de la fuente y explicaba que “un buen editor urge a sus reporteros a preferir siempre la fuente abierta a la anónima. Sin embargo, un editor no necesita ser siquiera bueno para saber que sin fuentes confidenciales el buen periodismo es imposible. Y sin buen periodismo, la prensa libre perece”. En el caso de la venta de drogas en la escuela, la única forma de conseguir la información era con una fuente anónima.

También escribió “no somos jueces, tampoco fiscales; pero los que somos, periodistas, debemos serlo a plenitud”.

Rosario Arias de Galindo, quien fue dueña de EPASA, me dijo que “los periodistas tienen que ser conscientes de la responsabilidad que tienen con los lectores al momento de escribir una nota y tienen primero que ser maliciosos, incrédulos, curiosos y luego verificar todos datos, para difundir la noticia” y añade que “si se emplea de manera correcta, con su correspondiente identidad, la credibilidad de la información se refuerza”.

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