• 10/06/2013 02:00

Homenaje a quienes marcan el camino

Acomodaba mi espacio en el avión de regreso a Panamá hace unos días cuando, inadvertidamente escuché partes de una conversación entre do...

Acomodaba mi espacio en el avión de regreso a Panamá hace unos días cuando, inadvertidamente escuché partes de una conversación entre dos pasajeros que me dejó profundamente entristecido, en medio del contento de regresar a casa. La persona que estaría a mi lado por las próximas 10 horas y media contaba a otro que, recién había regresado a sus actividades normales (que me imagino tenían que ver con negocios y viajes internacionales), ya que semanas antes había perdido a su hijo menor que, inesperadamente, una mañana de abril, no despertó. Tenía 17 años. En el momento no alcancé a escuchar las razones. La mente nos hace estas jugadas tenebrosas y de una vez convirtió ese escenario en una situación personal.

Horas después, lo presencié mirando detenidamente una foto en la pantalla de su computador y recorriendo con sus dedos el rostro y la silueta de aquel muchacho. Vi un padre sufriendo silenciosamente la pérdida de un hijo. Casi al final de ese largo viaje intercambiamos algunas breves palabras. No resistí en decirle que había escuchado su historia y que lo lamentaba profundamente. Con la mirada disipada me dijo: ‘The boy didn’t get up!’ (‘¡El muchacho no se levantó!’), con un dolor indescriptible que subrayaba sus palabras... y una vez más, subrayaba su dolor.

Por mucho tiempo, en nuestras sociedades latinoamericanas, se enaltece más la figura materna, por entregadas, sufridas, protectoras y por esa capacidad interminable de estar allí para cada hijo y para siempre. El papá, en términos generales y cuando está presente, es visto como: encargado de otros asuntos, un tanto distante; muchos desaparecidos o pocoimporta. Pero quizá las cosas han ido cambiando.

Recientemente noté que algunos padres con pasados politiqueros cuestionables participando del proceso electorero e involucrando a sus hijos como candidatos. Sus motivos y propósitos están por conocerse. Haciendo preguntas entre mis conocidos, aprendí que el ejemplo de la figura paterna ha sido determinante en casi todos los casos y el legado de ese ejemplo ha marcado sus caminos por la vida.

Mi compañera Lina me relató que de Samuel, su abuelo y padre de crianza, aprendió a: ‘Trabajar, esforzarse, tener paciencia. A cómo resolver problemas, aprender de los errores y levantarse después de fracasar; pero sobre todo, la importancia de la educación. Lo que más me impresionó es que surgió de un pueblito en La Palma, Darién, estudió en el Artes y Oficios, trabajó toda su vida (sol y lluvia en todo el país); y, aunque no acumuló riquezas, la prioridad de él era responsabilizarse por sus acciones, la palabra de uno valía oro (comprometerte con las promesas) y no darle importancia a las apariencias, clases sociales, etc.’.

Jovanka Guardia comentó sobre Manuel su padre que ‘... es la voz de la cordura. A mi madre le debo el carácter aguerrido y a mi padre la personalidad generosa. Desde niña he tratado siempre de imitar al hombre analítico e inteligente que me crió, a veces pude, otras no, pero siempre me esforcé por ello. Nos permitió, a mi hermana y a mí, la libertad de pensamiento para elegir por nosotras mismas, siempre con sus sabios consejos como refuerzo (...) . Mi seno familiar es una enorme mesa sostenida por dos soportes: mi madre y mi padre. Sobre ella se sirvieron los mejores consejos, el esfuerzo de una vida y el sacrificio de la responsabilidad. Así fue cada día que viví bajo su techo y aún fuera de él. Mi padre no escatimó en dar lo que estuviera en sus manos y más que eso. Es de esos hombres que cuesta describir justamente, porque su huella sigue marcando a nuestra familia...’.

Mi sobrina Angeline Nicole me escribió sobre Rey, su padre que: ‘Me inculcó mi sensibilidad como ciudadana y como prójima, a trabajar por la equidad en nuestras sociedades. También, como mujer, nunca ha limitado mis sueños profesionales. Lo contrario, siempre me apoya a soñar más grande. Creo que por eso estoy donde estoy profesionalmente’.

Al igual que mi vecino de viaje, mis padres sufrieron la pérdida de una hija a temprana edad. Los vi llevar ese dolor durante el resto de sus días. Mi padre siempre estuvo cerca y después de esa pérdida, más aún, con la intención de suavizar los dolores del andar cotidiano. Pero, nos dejó hacer nuestros propios caminos. Nos dejó ser. Tenía una forma muy particular de presentar opciones de un problema desde la óptica fundamentada en sus experiencias vividas. Fue un hombre agradecido. Nunca olvidó a aquellas personas que fueron solidarias con los suyos, particularmente sus hijos y con recelo feroz a aquellos que trataron de obstaculizarlos.

Lo que me dejó esas diez horas de empatía emocional por la pérdida del hijo ajeno, y los subsiguientes días de intensa reflexión, quiero dedicar este artículo a los papás: los que aman inmensamente a sus hijos y que lo demuestran en cada cosa. Los que están presentes, siempre. Los que a diario salen a trabajar y proveer para sus hijos. Los que les enseñan responsabilidad, solidaridad y a ser humildes y entregados para contribuir a construir una mejor sociedad. Eso hace mucha falta en estos días de politiquería. Y como siempre, dejo claro que padre no es el biológico, de esos sobran. Padre es el que cría, el que procura el bienestar y la formación de hombres y mujeres de bien.

COMUNICADOR SOCIAL.

Lo Nuevo