• 04/09/2013 02:00

El ‘war room’ de la política

La tensión en la política ha llegado a límites insostenibles. Cada día las acusaciones son más duras y con lenguaje cada vez más belicos...

La tensión en la política ha llegado a límites insostenibles. Cada día las acusaciones son más duras y con lenguaje cada vez más belicoso. El proceso electoral se hace acompañar de políticos con gestos despectivos y llenos de enojo, y también con un uso agresivo de la voz tanto en tono como en volumen. Opositores y oficialistas dicen tener la razón en todo. Se cuestionan en todos los terrenos, en todos los temas, impugnando todas y cada una de sus acciones, criticando todas y cada una de sus palabras. El repudio entre adversarios y copartidarios parecieran estar en lo que los norteamericanos llaman: ‘el war room’, término militar usado en tiempos de guerra donde el jefe se reúne con sus principales colaboradores, mandos y consejeros, para definir, desarrollar y dar seguimiento a planes de batalla, tácticas de combate y estrategias, a fin de enfrentarse al enemigo. Así parecen estar los políticos, en pleno ‘war room’, afilando cuchillos para hacer daño sin medir consecuencia alguna. ¿Es este el proceso electoral que queremos?

Mientras el pueblo permita las campañas sucias, que para muchos son entretenidas y divertidas, a los políticos no les queda otra que mantenerse en una campaña electoral de desprestigio. ¿Dónde están esos valores éticos, humanos y políticos de tu candidato y de tus copartidarios? ¿De tu candidato, hiciste un seguimiento de su trayectoria política? ¿Hiciste una evaluación continua de su capacidad como hombre de bien y como político consagrado por el bien común? ¿Profundizaste en su realidad política? ¿Analizaste la imagen psicológica de ese candidato en relación a su personalidad, autoestima y carisma? El candidato que se aferra a sí mismo, y a un proceso electoral de descrédito, termina oxidándose, caduco y obsoleto. Esa es la realidad concreta. ¿Ahora qué? ¿Qué puedes hacer? Las posibilidades son diversas. Para eso necesitas firmeza, determinación, claridad de objetivos y libertad para elegir al mejor.

No puede haber democracia legítima sin los ojos vigilantes y sin las voces críticas de la oposición, así se garantiza el buen desempeño del gobierno y el respeto a los derechos ciudadanos, siempre y cuando se aporten soluciones constructivas para promover y fortalecer la democracia y no para distorsionarla. Sin embargo, algunos políticos opositores creen que cuanto más radicales sean sus posiciones políticas, tanto más daño le harán al gobierno. A veces sucede lo contrario y el que sale beneficiado es el gobierno. Los opuestos convocan a quienes piensan, sienten y actúan exactamente igual a ellos y ponen así una barrera respecto a un amplio sector del público. Sector que seguramente cuestiona al gobierno en algunos temas y terrenos importantes, pero no en otros. Cuestiona a algunos de sus miembros, pero no a todos. Cuestiona algunas decisiones y declaraciones, pero no todas. Y, los que no soportan vivir en constante tensión política y aunque estén en desacuerdo con el gobierno, no comulgan con políticos crispados y enojados.

¿Cuál debiera ser la regla de oro para la oposición? Un programa, un estilo, un tono, una acción y un lenguaje que sean incluyentes. No importa quién está en el gobierno y quién en la oposición. Si un ciudadano mira y escucha a un político radicalizado, enojado, gritón, peleón, histérico y chismoso, ese ciudadano no tiene que tener la misma actitud ni pensar igual.

Desde que somos república, nuestra carencia en términos de cultura y conducta política permite emociones negativas por falta de discernimiento político. Sin un liderazgo real y verdadero, y en un escenario electoral servido solo para agredir al rival político, iremos rumbo al despeñadero.

¿Dónde está la explicación de todos los triunfos electorales y de las derrotas, de la falta de liderazgo y de las caídas de popularidad? ¿Dónde anidan la aprobación y el rechazo hacia un candidato, un partido político o un gobierno? La mayoría de los políticos escucha a su círculo más íntimo, el cual muchas veces le construye con palabras bonitas una realidad virtual ajena a la otra realidad y se olvida de la gente de la calle y la de su propio partido, a los que no están a su alcance. Lo importante es que escuches lo que dicen, lo que quieren, cómo piensan y cómo sienten.

Los políticos ‘endiosados’ ven lo que quieren ver, lo que cierra y calza con sus prejuicios. Ven solo su mundo en su circuito interno. Por eso pierden credibilidad a la hora de la elección popular. Igualmente, te encuentras con políticos que tienen el don de la palabra, pero con carencia absoluta de síntesis. Hablan demasiado, creen que más es igual a mejor, quieren decirlo todo sobre todos los temas. Se paran ante el púlpito y empiezan a desbocar sin contenido, o usan frases que ellos mismos ni se creen, pero que creen son claves para desprestigiar a sus oponentes sean copartidarios o de otro partido. Su discurso es egocéntrico, pura retórica, centrado en sí mismos, atrapado en su órbita intocable. Su palabra no llega al destinatario y se pierde en el vacío, porque no conocen al votante y perdieron antes de contar los votos. No comunican ideas, comunican sus problemas de personalidad.

Es allí, en el oscuro territorio del cerebro, donde se define todo. Si pudieras abrir, iluminar y estudiar el tuyo y los de otros en detalle, entonces tendrías un arma mortal para ganar elecciones, construir liderazgos y defender gobiernos. Inténtalo y verás...

ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.

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