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- 28/01/2014 01:00
¿Quién elige en Panamá?
Una de mis grandes preocupaciones de joven, en cuanto a la democracia, me surgía al proyectar al extremo lo que podría pasar en una elección. Me decía: ‘¿Cómo garantizar que se elija al mejor, si después de que todos votemos resulta que están empate dos y el último voto es de un analfabeto que vive lejos del poblado, en la montaña y sin idea de las necesidades del país?’. Esa ‘mayoría’ que logra el ganador por ese voto hace justo el triunfo ‘democrático’ en nuestro sistema. En USA, padre de nuestro sistema de gobierno, distinto a los sistemas europeos parlamentarios, los ciudadanos pasan un examen de alfabetismo para votar, por décadas ni siquiera votaban los negros en el sur, por falta de educación.
Con ese sistema nuestro, el voto del profesional, del educado, pesa igual que el voto de quien ni lee ni escribe. Como no tenemos limitación para que el ciudadano panameño vote por solo ser mayor de edad, estamos propensos a no elegir a los mejores, sino al más popular. Lamentablemente, popular no va de la mano de preparado, por lo que hemos visto no solo el perfil bajo de los diferentes diputados en distintas ocasiones, como también es baja la preparación de los aspirantes a diputados electos en primarias, donde está privando la compra de votos y la popularidad del aspirante.
Tocaba a las generaciones anteriores y actuales capacitar y preparar al electorado, para que se lograra formar políticamente a la generación votante y que comprendiera la importancia de elegir a los mejores, sabiendo qué perfil tiene que tener ese ‘mejor’. En un país con ciudadanos con conciencia política y cívica, ejemplo, los tránsfugas no hubiesen sido ni postulados, mucho menos reelectos. Una población involucrada y educada, no votaría por aquellos diputados que aprobaron leyes nefastas, como la chorizo, Minera, derogación de la Carrera Administrativa, venta de terrenos de Zona Libre, aumento del cinco al siete por ciento, la que permitió el transfuguismo, etc. Pero una población interesada en beneficio directo, tranza esas consideraciones a cambio de un pavo y un jamón, y celebra, en lugar de criticar, al presidente de la Asamblea Nacional, que canta, ríe, insulta, es grosero y chabacano.
Desde un ángulo, entiendo a esa población que por ignorancia cívica no censura a los que se enrumban por el oportunismo y el negociado. Para ellos, los diputados no les darán nada una vez electos, lo que les puedan quitar en campaña es todo lo que recibirán. Y entre un candidato que no les da nada y uno que les da, votarán por el que les dio. Les resulta indiferente si serán o no buenos estadistas, presentarán o no leyes que beneficien al pueblo o si asistirán al pleno. El país, mientras tanto, se afecta por el bajo nivel de preparación y compromiso de los diputados, así como se refleja también en la campaña presidencial.
Quizás por esa falta de educación al electorado, es que las encuestas nos tienen a todos confundidos. Porque ese mismo votante es el que contesta que no ve transparencia en el gobierno, ve corrupción en el gobierno, pero le da 69 % de aprobación a ‘ese’ gobierno sin trasparencia y corrupto.
¿Por qué? La respuesta te la da cualquier encuestado. Los gobiernos, todos, roban y no son transparentes. Pero este ha hecho obras, visibles y ostentosas, desde pasos vehiculares, el Metro, el Metrobús, Jumbo ferias y los subsidios de 100 a los 70, beca universal, etc. Lo grave es que el dar tanto subsidio crea un falso compromiso de voto. Es decir, en una encuesta dirán que votarán por el candidato oficial, porque temen que si saben que dijeron otra cosa les quitarán el 100 a los 70, la beca universal o cualquier otro subsidio que tenga. Entonces, ese voto en encuesta no refleja realmente si votarán o no con el oficial.
Hoy, Panamá está frente a un gran dilema. Ricardo Martinelli, sin violar la Ley ni la Constitución, acabó con la separación de poderes y destruyó la institucionalidad. Ha gobernado de espaldas a la transparencia y con una Contraloría General totalmente dependiente de él. No hay garantía de que el próximo presidente, sea del partido que sea, no haga lo mismo. Todos los candidatos han manifestado su compromiso con la separación de poderes y la institucionalidad, como lo hizo Martinelli en campaña en el 2009, pero, ¿cumplirán? Los votantes tendrán que deducir cuál de todos realmente cumplirá, cuál impulsará una reforma constitucional que elimine la posibilidad de continuar con presidentes que centralicen todo el poder en su oficina.
Con una Asamblea a elegirse, donde dudo un partido logre mayoría, ¿no volverá el próximo presidente a incitar transfuguismo, o sabrá gobernar con manejo y habilidad, como lo hizo Endara? Podremos tener finalmente un presidente que no intervenga en la selección del contralor por la Asamblea, que se comprometa públicamente en campaña a que no sugerirá nombre ni persona. Exigir a los aspirantes presidenciales que no designarán magistrados de la Corte, que no sean propuestos por la sociedad civil, así como respetar la separación de los poderes desde su inicio de mandato.
Tenemos que aceptar que nuestro electorado no está en capacidad de elegir al mejor, ni los mejores diputados, representantes ni alcaldes. Su visión del voto no es la adecuada, su compromiso con el país está por debajo de sus intereses personales. Quizás en un futuro, entre los partidos y el Tribunal Electoral, le enseñemos a votar.
INGENIERO INDUSTRIAL Y ANALISTA POLÍTICO.