• 12/03/2014 01:00

Felinos en apuros

El animal quedó en suspenso un rato. Una vez que abrieron la jaula, hizo una pausa, traspasó la entrada, pisó el terreno y cuando se vio...

El animal quedó en suspenso un rato. Una vez que abrieron la jaula, hizo una pausa, traspasó la entrada, pisó el terreno y cuando se vio libre dio un ágil salto y se internó rápidamente en el bosque, su casa natural. Dejó atrás a los funcionarios y científicos que habían participado en esta liberación en el Parque Nacional Soberanía, al borde norte de la ciudad capital, dentro de la cuenca del Canal de Panamá.

El ocelote había terminado la recuperación y restañado heridas, gracias al cuidado veterinario en el Parque Municipal Summit. Llegó allí en condiciones deplorables, a causa de las tribulaciones ocasionadas por las circunstancias de captura en el barrio popular donde se detectó la misteriosa presencia, solo percibida por los ruidos que hacía en la noche, además de gatos y aves de corral que amanecían destazados cada día.

La primera información que llegó a la Autoridad Nacional del Ambiente, daba datos imprecisos del extraño visitante que merodeaba las buhardillas de casas en el sector de Barraza, El Chorrillo. Hubo una llamada y los técnicos de la institución se apersonaron. Algo semejante a un gato rondaba entre las maderas y en las mañanas los vecinos, criadores de gallos de pelea, encontraban patas, plumas y restos.

Se puso una trampa con una carnada viva adentro. El resultado fue decepcionante. La caja de madera estaba destrozada y había rastros de un felino. En una segunda ocasión ocurrió algo parecido y a la tercera oportunidad se atrapó al causante de la inquietud comunitaria: un manigordo hembra u ocelote.

Luego de capturado el ejemplar, al notar sus heridas en la frente y que sangraba, fue conducido al Summit para un tratamiento de recuperación. Al menos, había sobrevivido el estrés y podría restablecerse; posibilidad que otros no lograban alcanzar.

Ricardo Moreno, especialista en estas especies, dio cifras esclarecedoras: en Panamá se ha matado unos 130 jaguares en un periodo de 25 años por diferentes razones, que van desde la cacería furtiva o deportiva hasta la prevención para proteger al ganado.

Durante visitas a comunidades, este investigador ha encontrado pieles de felinos colgadas para secarse al sol y los dueños exponen la impostergable necesidad de cazarlos porque han diezmado el hato en las fincas. ‘Hay un diálogo que debió existir como estrategia entre representantes de las autoridades y los ganaderos’, afirma Moreno.

La población de estas diferentes especies de felinos ha mermado hasta un nivel crítico. Su presencia e incremento de familias es un indicador de la salud del ecosistema natural y de las perspectivas de la vida silvestre.

En otros países se ha desarrollado con éxito la capacitación al sector de finqueros y las poblaciones campesinas para tomar medidas que protejan a la gente y a los animales de las granjas, pero también que eviten la cacería de los grandes gatos que al perder sus presas naturales en los bosques (venados, ñeques, conejos y mamíferos menores), buscan alimentación en los establos.

Otros organismos, como la Sociedad Mastozoológica de Panamá, han encontrado en sus investigaciones ese decrecimiento de jaguares y otras familias semejantes por causas vinculadas a factores como la pobreza, mitos y una falta de conocimiento sobre la importancia de estimular la conservación de sitios naturales y la presencia de estos especímenes que regulan la vida silvestre en el bosque.

El ocelote capturado en Barraza y liberado posteriormente en el área protegida de Soberanía, es una muestra de esperanza en el esfuerzo y coordinación interinstitucional que requiere fortalecer la vida silvestre de estos felinos, pues ellos son decisivos en la preservación de la biodiversidad del país.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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