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Albergues, Estado, y la reacción de la sociedad ante un escándalo de abuso a menores
- 26/02/2021 00:00
- 26/02/2021 00:00
Lo que hemos presenciado es una clara falta de compromiso de todas las partes involucradas, de los que estuvieron y los que están. Los servidores públicos tienen que hacer lo que la ley señala y el desconocimiento no es una excusa legal, ni una eximente. Aquí hay responsabilidades por acción y por omisión por parte del Estado que no cumplió con su función fiscalizadora, lo que alcanza a todos sin excepción, al Ministerio Público que recibió unas denuncias y se desconoce qué ocurrió o qué medidas fueron ejecutadas para evitar que el daño ocasionado fuera mayor o repetitivo. Hay responsabilidad en los albergues con respecto a los directivos y supervisores, y hay responsabilidad por parte de los individuos que abusaron de los menores. En síntesis, hay toda una organización criminal.
La respuesta ciudadana es acorde a lo esperado. ¿Qué pasaría si el hijo de un alto funcionario fuera sometido a lo que han pasado esos niños? El pueblo reaccionaría con igual intensidad, no podemos pretender que porque son hijos de personas humildes, lo que hagan con ellos tenga mayor o menor importancia. Se trata de menores indefensos a quienes el Estado, a través de las autoridades, debe proteger, y lo que hemos visto es que el Estado incumplió.
Es una entidad que debe ser instrumento de cumplimiento y desarrollo de políticas que colaboren con la niñez y la protección de sus derechos. Pero la política penetró la entidad y la convirtió en un lugar para premiar a los activistas políticos y a los círculos cercanos del poder de turno. La persona que en este momento me parece que tiene menos grado de responsabilidad es la directora que designaron el 7 de enero y fue ratificada el 1 de febrero. Creo que ella no ha cobrado siquiera la primera quincena. Las actuaciones que ella desarrolle de manera diligente son las que determinarán si logra alejar su nombre de las brasas que accionaron todo este escándalo, o queda chamuscada. La Senniaf debe desaparecer, pues fue satanizada, y se requerirá el nacimiento de una nueva entidad con personal técnico, idóneo, con políticas claras y definidas, alejada de la política y que cumpla con su labor, para evitar que estos hechos vuelvan a ocurrir.
Es necesario revisar con urgencia todas las leyes vigentes y normativas sobre esa materia, al igual que las leyes que regulan o reglamentan las organizaciones no gubernamentales y las fundaciones. Este escándalo nos lleva a revisar los hogares sustitutos, los albergues para ancianos, los hospitales o lugares que atienden enfermos mentales o personas desvalidas. Panamá tiene todas las banderas rojas a nivel nacional e internacional por estos hechos.
Claro que no, Panamá les falló, el Estado les falló, los gobiernos pasados y presentes les fallaron a todos esos niños. Lo que hemos visto a través de los medios de comunicación es un tributo a la indiferencia, un aplauso de pie para la mejor película de terror de todos los tiempos. Es tanto el daño que han recibido esos niños y jóvenes en riesgo social, que no descarto demandas al Estado y a todos los involucrados por acción u omisión, por las conductas descritas que levantaron el descontento social.
Hemos fallado como sociedad. Hemos fallado con nuestra niñez en todos los aspectos. Hemos fallado con los valores humanos y de familia, con la moral y los principios éticos, con el respeto a la dignidad del ser humano. Hemos fallado en defender la integridad y el bienestar físico, psicológico, emocional y espiritual de nuestra niñez y de los ancianos. Aquí nos enfrentamos a gente enferma, muy enferma, a la que no le importa violentar a un menor debido a sus comportamientos sexualmente trastornados e intensos. En verdad, a mí ya nada me sorprende. No me sorprenden los peligros en que viven los niños, adolescentes y ancianos debido al maltrato y a todo tipo de abusos; tampoco me sorprenden la desidia y el “poco importa” de ciertas autoridades sentadas en oficinas refrigeradas, en cargos públicos de importancia. Que en síntesis son compromisos políticos que hay que pagar. Y es culpa nuestra. Culpa de la sociedad panameña porque hemos permitido desde que somos República este sistema presidencialista. No hay manera de cambiarlo. Aquí ocupa los puestos políticos gente sin trayectoria, personal y profesional. Hemos llegado a un punto en el que vale más lo obsceno en las letras de las canciones y en sus bailes, el desenfreno sexual en las novelas y en las películas; aquí se valora la violencia doméstica, el aborto, el consumo de alcohol y estupefacientes, la deserción escolar, las niñas embarazadas.
Como siempre, un pequeño sector de la sociedad reclama justicia y exige que caigan los culpables. Otros desde su comodidad se quejan en las redes sociales. Y las autoridades... esperando a que baje la intensidad del apasionamiento y las emociones para que todo siga igual, como siempre. Me preocupa la indolencia, el desinterés y la inacción de gran parte de la sociedad panameña. Pero, ¿qué más se puede hacer? ¿Volcarnos a la calle y derramar sangre? Para muchos es una opción y es comprensible por el desespero de que las cosas se solucionen. Sin embargo, la violencia no es el remedio.
Me parece que las autoridades de esa institución, y los más de 300 servidores públicos que allí laboran, aparte de las dos trabajadoras sociales (para mí son unas heroínas) que denunciaron el problema, son los llamados a sentarse, escucharse, analizar, estudiar y entender de una vez por todas cuál es el objetivo de esa institución. Están sentados, ¿haciendo qué? Tienen una gran cantidad de profesionales como psicólogos, trabajadores sociales, abogados y muchísimos otros, y los albergues no funcionan como es debido. Una institución que fue creada para proteger a los más vulnerables, seres humanos con necesidades apremiantes. En otras palabras, la Senniaf no ha dado la talla. En ese lugar hay que hacer una reingeniería, un mea culpa. Hay que revaluar la institución. De la manera que están ejerciendo su trabajo no está funcionando. Se necesita otro tipo de acción, entrenamiento y adiestramiento en materia humanística para valorar al ser en su condición humana; también adiestrar al personal en sensibilización social. Se tienen que ganar el respeto de la sociedad panameña.
Simplemente ponerse la mano en el corazón y poner las neuronas a trabajar en materia social, cubriendo las necesidades del sector vulnerable. La niñez y la adolescencia son nuestro futuro generacional, no quiero ni imaginarme en manos de quiénes estaremos mañana debido al desinterés de los que hacen caso omiso a las leyes que están para protegerlos.
Por el momento no, y prueba de ello es el escándalo de los albergues. Y las tantas familias disfuncionales, desprotegidas, niños que desde temprana edad se dedican a la prostitución. Las cifras de los embarazos precoces son de terror, y van en aumento. Sin embargo, conozco fundaciones privadas que dan cobijo a niños, adolescentes y ancianos que funcionan de manera correcta.