Al auténtico hombre-pueblo no se olvida

Actualizado
  • 08/07/2023 00:00
Creado
  • 08/07/2023 00:00
Jorge Eliécer Gaytán profesionalmente era un abogado penalista de gran prestigio. Se consagró al ejercicio profesional y sus defensas penales despertaron la admiración de sus colegas y los más rendidos aplausos del pueblo colombiano
La plaza de Bolívar, situada en Bogotá, Colombia

El 9 de abril de 1948 fue asesinado en Bogotá Jorge Eliécer Gaytán, líder indiscutible del liberalismo colombiano. A la hora de su muerte ya había sido proclamado candidato a la Presidencia de su país.

Han transcurrido 60 años desde tan terrible acontecimiento. A los jóvenes panameños de hoy el nombre del caudillo liberal y la trascendencia social e histórica de su muerte, les suscita poca o ninguna sensación o sentimiento. Hablar de la tragedia tan solo sugiere interrogantes. ¿Quién era Gaytán? ¿Por qué lo mataron? ¿Cuáles fueron las consecuencias de tan vil asesinato?

Jorge Eliécer Gaytán profesionalmente era un abogado penalista de gran prestigio. Sus estudios los culminó en la Universidad de Roma y allí fue alumno de Enrico Ferri, padre de la escuela positiva. Es una escuela innovadora en el campo del derecho penal que considera el delito como un hecho social y no, como lo postula la escuela clásica, un ente jurídico. El positivismo recomienda estudiar al hombre delincuente atendiendo sus características endógenas y los factores exógenos que gravitan sobre su personalidad.

Jorge Eliécer Gaytán, dentro del positivismo, modificó el concepto de la premeditación como agravante y sostuvo la existencia del hombre premeditativo. Es decir, que la premeditación podría funcionar ocasionalmente, pero que también existía, por su naturaleza, el hombre premeditativo. Una especie de condición propia, tal vez patológica. Enrico Ferri ponderó la magistral tesis de Gaytán y la incorporó en una de sus obras científicas.

A su regreso a Colombia, Gaytán se consagró al ejercicio profesional y sus defensas penales despertaron la admiración de sus colegas y los más rendidos aplausos del pueblo colombiano. En cada audiencia se congregaban multitudes para escuchar la palabra docta de Gaytán. En la cátedra creó muchas teorías jurídicas y ellas fueron recogidas en volúmenes de gran contenido doctrinario y docente.

En su ejercicio docente dictó conferencias en el aula máxima del Instituto Nacional de Panamá, en la década de 1930 cuando el Nido de Águilas era el centro cultural de la República.

De modo paralelo a su gestión profesional, Gaytán se consagró a los menesteres políticos y sociales. Fue célebre, por su coraje y talento, su defensa de los trabajadores de las bananeras ubicados en Colombia, víctimas de un trato colonial. Gaytán era bandera, voz y guía de los bananeros en sus históricas huelgas, enfrentados a la represión violenta de las fuerzas públicas generalmente al servicio de los poderosos.

Se inscribió en las filas del Partido Liberal y en algún momento de su existencia fundó el Unirismo, su propia organización política con marcados acentos sociales.

Su palabra se tomaba las plazas públicas y las salas de conferencia. Tenía oraciones para las masas y teorías para los académicos.

En el pentagrama de su discurso, casi siempre improvisado, como he dicho alguna vez, se registraban todos los tonos. Pasaba sin esfuerzo del do grave al si frágil y al llegar al si de la elocuencia hacía gorjeos dialécticos en su garganta de oro. Entre más alto era el empeño de la palabra más lúcido y seductor era el mensaje. Aquello era la perfección de la oratoria donde se combinaba la retórica fluida y hermosa con la profundidad. Yo conservo cuatro discos con sus discursos y los mantengo en mi archivo de la memoria junto a otros castelares que sorprendieron a sus pueblos con sus palabras seguramente dotadas de inspiración divina. Recuerdo los discursos de Retig, de Chile; de Víctor Raúl Haya de la Torre y Manuel Seoane, de Perú; de Manuel Galich, de Guatemala; de Luis I. Rodríguez, de México, y por supuesto de Jorge Eliécer Gaytán, de Colombia. Y entre nosotros, valga la ocasión para reiterarlo, mantengo viva la vehemencia volcánica y social de Demetrio A. Porras y la palabra lógica y convincente de Felipe Juan Escobar.

En su actividad política, con el voto de los pueblos ocupó asiento en los congresos. Fue candidato a la Presidencia y no llegó al poder por el rompimiento de la unidad interna del liberalismo. Entre Gaytán y Gabriel Turbay se definió el voto liberal y la división produjo el triunfo del candidato conservador.

¿Por qué lo mataron? Como dije, al morir ya Gaytán era candidato único del liberalismo. Su triunfo era inminente. Es que Gaytán, gracias a toda la trayectoria de su vida que le dio credenciales morales, las que también explican su presencia política, era la esperanza última de su pueblo. Su probidad y su lucha por la restauración moral de la República encontraron en el apoyo popular su gran pedestal. Él era consciente de su misión, de su responsabilidad y de su significado político. “Yo no soy un hombre, decía, yo soy un pueblo”. Por eso lo mataron, porque era el pueblo el que ascendía al palacio de los presidentes de Colombia. Si entonces su representación hubiese sido la de candidato de la oligarquía, la bala asesina del sicario Roa Sierra no hubiera callado para siempre la voz popular y democrática de Gaytán.

El día de su muerte Colombia se incendió de cólera. Había muerto su última esperanza de redención y desde entonces la violencia no cesa en el hermano país, y desde entonces la paz vive en agonía.

En apretada síntesis recuerdo a Jorge Eliécer Gaytán al cumplir 60 años de su trágico final. Los jóvenes panameños del 48, que leíamos semanalmente el periódico Jornada, vocero del Movimiento liberal Gaytanista, que creíamos en su ideario político y que vibrábamos con los acontecimientos sociales y políticos de la posguerra, cuando murió Gaytán entregamos una lágrima al viento del sur para acompañar con nuestro dolor y protesta la congoja y la ira de los colombianos.

Al auténtico hombre-pueblo no se olvida
FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

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