El comunicado conjunto Illueca- Ghali

  • 05/05/2025 00:00
“El Dr. Illueca, presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1983-1984) y el Dr. Ghali, secretario general de las Naciones Unidas (1992-1996), movidos por los recíprocos sentimientos de amistad y cooperación, que siempre han existido entre Panamá y Egipto, examinaron temas de importancia mundial y regional, y le otorgaron especial atención al régimen de los canales interoceánicos’

Las recientes declaraciones del presidente Donald Trump, el pasado 26 de abril, aludiendo a dos Estados, Egipto y Panamá, que tienen la condición de miembros originarios de las Naciones Unidas desde el 24 de octubre de 1945, han provocado reacciones en el ámbito nacional e internacional.

Al decir del presidente Trump, en su plataforma digital (Truth Social platform): “Las naves americanas, militares y comerciales, deben tener paso gratuito a través de los canales de Panamá y de Suez. Estos dos canales no existirían sin Estados Unidos de América”. Agregó que le había solicitado al secretario de Estado Marco Rubio que se ocupara de este asunto inmediatamente.

El eminente experto en derecho internacional, el doctor Ayman Salama, fue jurídica y moralmente contundente al decir: “Imponer peajes a los barcos que atraviesan el Canal de Suez es un derecho soberano fundamental del Estado egipcio”. Advirtió el jurista egipcio que “las propuestas de Trump representan un serio desafío al derecho internacional y al orden público mundial”, haciendo un llamado a la comunidad internacional para “que se tomen pasos firmes para proteger las fundaciones de la paz y la seguridad internacionales”. Igualmente, enfatizó: “el Canal de Suez solamente le pertenece a Egipto, y es gobernado por sus leyes y regulaciones, que todos los Estados deben respetar sin excepción”. Finalizó su exposición el internacionalista egipcio afirmando categóricamente que “Ninguna de las declaraciones o demandas ilegales pueden disminuir el derecho soberano de Egipto o imponer injustificadas excepciones”.

No puedo dejar de mencionar, aunque fueron, son y serán dolorosas, lacerantes para la conciencia nacional panameña, la forma en que un periodista, miembro del parlamento egipcio, el señor Mostafa Bakry, dirigiéndose al presidente republicano dijo: “Señor Trump, nosotros no somos repúblicas bananeras y tampoco somos un nuevo estado de la unión americana”. Probablemente sorprendido, escandalizado o indignado, por los recientes acuerdos firmados en Panamá, durante la visita del secretario de Defensa Hegseth y desconociendo el hecho de que su país, Egipto, es parte en el Protocolo del Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente y al Funcionamiento del Canal de Panamá.

En 1945, al crearse en San Francisco las Naciones Unidas, ilustres panameños sentaron méritos de fundadores. Entre ellos Ricardo J. Alfaro y Octavio Méndez Pereira. Luego, en las Naciones Unidas, Panamá ha tenido concretas oportunidades de afirmarse como nación y como miembro pleno de la comunidad internacional organizada. En las Naciones Unidas, Panamá ha encontrado apoyo en sus empeños y solidaridad en sus aspiraciones, tanto en la lucha generacional para erradicar el enclave colonial de la antigua Zona del Canal, como en el pronunciamiento de la Asamblea General contra la invasión norteamericana de diciembre de 1989, urgiendo la salida de las tropas extranjeras y exigiendo respeto a la soberanía e independencia de la República de Panamá y el cumplimiento de los tratados Torrijos Carter.

Creo oportuno recordar, por todo lo anterior, el hecho de que la semana del 25 al 29 de julio de 1981, hace casi 44 años, el señor ministro de Estado para Asuntos Exteriores de Egipto, doctor Butros Butros Ghali, realizó una visita oficial a Panamá, por invitación del canciller panameño, doctor Jorge E. Illueca.

En su visita, los dos ministros, que pocos años después serían elegidos, el doctor Illueca a la condición de presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1983-1984) y el doctor Ghali a la posición de secretario general de las Naciones Unidas (1992-1996), movidos por los recíprocos sentimientos de amistad y cooperación que siempre han existido entre Panamá y Egipto, examinaron temas de importancia mundial y regional, y le otorgaron especial atención al régimen de los canales interoceánicos que facilitan la navegación marítima internacional y a los problemas relativos a la paz, la seguridad y el desarrollo económico en el Oriente Medio y en América Latina, así como el reconocimiento de Panamá por la adhesión de Egipto al Protocolo del Tratado concerniente a la Neutralidad Permanente y al Funcionamiento del Canal de Panamá, todo lo cual fue plasmado en el Comunicado Conjunto Illueca – Ghali de 29 de julio de 1981.

Panamá y Egipto, como soberanos territoriales del Canal de Panamá y del Canal de Suez, respectivamente, reconocen que estos dos canales, por su importancia universal, deben funcionar de modo eficiente e ininterrumpido como arterias de la economía y del comercio internacionales y como instrumentos esenciales para impulsar el progreso y la prosperidad en el mundo.

En el comunicado conjunto de Panamá y Egipto, los ministros Illueca y Ghali señalaron que “tanto el Canal de Suez, conforme a la Convención de Constantinopla de 1888, como el Canal de Panamá, al tenor del Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal, de 1977, están sujetos a un régimen de neutralidad, declarado por los respectivos soberanos territoriales, que debe merecer el respeto y la adhesión de todos los Estados del mundo”.

Manifestaron los diplomáticos la importancia que atribuyen a la ratificación de ambos países del Tratado de No-Proliferación de las Armas Nucleares, al decidido apoyo que Panamá y Egipto le otorgan a la Declaración del Océano Índico como zona de paz, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas y a la trascendencia que atribuyen la efectividad del Tratado de Tlatelolco, sobre la Proscripción de Armas Nucleares en la América Latina, cuyo territorio debe estar absolutamente libre de estas armas.

Invocaron, por tanto, la relación directa e indirecta de estos instrumentos con el régimen de neutralidad de los canales y de la conveniencia de que a través del Organismo Internacional de la Energía Atómica se establecieran medidas de protección contra los peligros potenciales de accidentes y de contaminación, provenientes de naves con medios de propulsión atómica, así como de la provisión de seguros y de medidas adecuadas para garantizar una indemnización apropiada en tal eventualidad.

Los dos ministros, Butros Butros Ghali y Jorge E. Illueca, manifestaron en el Comunicado Conjunto PANAMÁ – EGIPTO, “que el régimen de neutralidad de los canales interoceánicos no sustrae a dichos canales de la jurisdicción y competencia del Estado en cuyo territorio se encuentran”.

En consecuencia, los cancilleres de Panamá y Egipto hicieron énfasis “en la necesidad de que todas las naciones observen plenamente el respeto irrestricto a la soberanía, la integridad territorial e independencia política de los Estados que facilitan la navegación internacional por medio de canales ubicados en su territorio, y la observación del derecho soberano y permanente de cada Estado sobre sus recursos naturales”.

Dicho comunicado conjunto debe ser de obligatoria lectura, en la coyuntura histórica que enfrenta Panamá, sin olvidar que la Carta de las Naciones Unidas establece en el ordinal 4 de su artículo segundo, que: “Los miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas”.

El aforismo de los enanos y de los gigantes siempre me ha fascinado. Habiéndolo conocido, por primera vez, en su formulación, de la lectura de una carta de Isaac Newton a un compatriota: “Si he podido ver más lejos es porque estoy parado sobre los hombros de gigantes” (“If I have seen further it is by standing on ye sholders of Giants”).

Precisamente, en estos momentos oscuros en los que se desvanece el recuerdo de las grandezas y se hace necesario recuperar el fervor cívico, debemos alimentarnos espiritualmente de las lecciones de Justo Arosemena, Eusebio A. Morales, Harmodio Arias Madrid, Octavio Méndez Pereira, Ricardo J. Alfaro, Ramón H. Jurado, Domingo H. Turner y Omar Torrijos Herrera, así como de los grandes hechos del pasado que, como los sucedidos el 9 de enero de 1964 y el 31 de diciembre de 1999, nos imprimen autoestima y orgullo nacional.

En ese precioso legado espiritual de la nacionalidad panameña debemos encontrar la inspiración y los estímulos necesarios, para seguir construyendo un futuro que sea compatible con los ideales que nos guiaron durante todo el siglo XX, para seguir insistiendo en este siglo XXI, que no es posible construir nada nuevo ni duradero si permitimos el debilitamiento de nuestras fuerzas interiores, para darle adecuación y estabilidad a esos ideales, en la medida que el presente y el futuro lo demanden.

Solo así podremos hacerle honor a los valores morales y filosóficos que nos permitan fortalecer nuestra identidad nacional, restaurar el edificio de nuestra tradición cívica y reconstruir nuestra personalidad jurídica internacional.

Dicho Comunicado Conjunto debe ser de obligatoria lectura en la coyuntura histórica que enfrenta Panamá, sin olvidar que la Carta de las Naciones Unidas, establece en el ordinal 4 de su artículo segundo, que: “Los miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas”.
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