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- 25/06/2021 00:00
- 25/06/2021 00:00

Para ser gráfico, las medidas de flexibilización bancaria anunciadas por el gobierno se traducen en la prolongación de una agonía cuyos efectos se agravan con estallido en diciembre. Pongamos de contexto que existe un creciente desempleo, 100 mil contratos laborales suspendidos y que no hay un plan de reactivación de la economía. La ley de moratoria tuvo sus males de fondo y forma. Respecto al fondo, se trató de una suspensión de pago de compromisos bancarios que incluyó financiamientos, préstamos hipotecarios y personales, que aplazó los tiempos de pago, presentada por el gobierno sobre la ilusa idea que los bancos no aplicarían intereses por tal suspensión. En la práctica, lo que ha sucedido es que los bancos ya están asfixiando con intensa presión, para que los deudores primero firmen la aceptación de recargos al capital adeudado, luego de lo cual, entonces, puede el deudor explorar y arribar a un nuevo acuerdo de pago de la deuda que incorpora intereses y extiende los plazos.
No nos llamemos a engaño, los acuerdos serán lo que resulte de la voluntad y decisión de los bancos. Es preciso entender que el negocio de la banca es eso, negocio; y que quien pide prestado está obligado a pagar. Ahora, volvemos a lo anterior, el deudor se acerca al banco, demuestra que no tiene capacidad de pago, el banco exige un monto que se impone deberá pagar el deudor, de otra manera, no hay acuerdo. En su esencia, los acuerdos seguirán siendo lo que son los contratos bancarios, “contratos de adhesión”. Usted no negocia los términos reales del contrato, usted los acepta. Si la mayoría entendiéramos nuestra responsabilidad de honrar los compromisos bancarios, podemos enviar colectivamente un mensaje, podemos y debemos cumplir hasta donde alcanza sin dejar de comer. Hay que obligar a los bancos a comprender y humanizar su giro normal de negocio, que no es secuestrar y recuperar decenas de miles de casas y autos para acumularlos, darles mantenimiento, quedárselos o rematarlos en una sociedad que no tendrá capacidad de pago ni posibilidad de financiamiento. Si asfixian a los deudores, atentan contra sus negocios.
Aún estoy descifrando el discurso. En una sociedad en la que por más de 40 años hicieron regla los subsidios, los gobernantes, sin excepción, trabajaron en dirección contraria a la responsabilidad y productividad. Hoy, agravada la situación de manera dramática, resulta irreal poner esas ilusas condiciones. Innegable la necesidad de ayuda estatal a quienes han perdido sus empleos o tienen sus contratos suspendidos, es una obligación humana y constitucional del Estado. Obsérvese que el trabajo comunitario se comprende que viene de una sanción administrativa o penal y, en esta lamentable coyuntura, carente de creatividad, condicionar la entrega del subsidio a servicio o trabajo comunitario produce la sensación de que el gobierno está sancionando a los realmente necesitados y que por años acostumbraron a la improductividad.
Lo inédito debe producir creatividad con inteligencia. El gobierno ha liderado la crisis sanitaria con aciertos y desaciertos. Al inicio, igual que gran parte de los países del mundo, hubo ensayo y error, recordemos que los científicos iniciaban sus estudios y hubo criterios controvertidos que generaron improvisación. Entonces, ensayaron la estrategia de “generar miedo, pánico en la población” en vez de abocarse a generar conciencia en los ciudadanos. Ese fue un grave error. En el camino, desechan donaciones de China para privilegiar negocios, obtener sumas millonarias de dinero en préstamos dirigidos, entre otros, a construir el famoso hospital modular y a la adquisición de otros insumos que, hasta hoy, son cuestionados por la falta de transparencia y rendición de cuentas.
Lo primero es el ejemplo de quienes lideran y sus familiares, que han participado y permitido eventos públicos desatendiendo las medidas sanitarias que no han sido investigados y sancionados. Esa actitud invita a la desatención social de toda disposición en esa materia. Luego, hay un sector minoritario de la sociedad inconsciente de la crisis y sus efectos, que celebra eventos propagadores del virus; por cierto, llama la atención que las autoridades con anticipación tienen conocimiento de que se están organizando las fiestas y no hacen nada para persuadirlos y desalentarlos.
Se ha extendido la llamada flexibilización bancaria hasta el 31 de diciembre de 2021, en tiempo. Sin embargo, mientras no haya en el país un verdadero plan de recuperación de la economía que contemple a todos los sectores económicos, las regiones, y se logren recursos para apoyar, por ejemplo, a los microempresarios que son fuente importante de empleos, está será muy lenta, y sin generación de empleos dignos, la gente mantendrá su estatus y será muy difícil que cumpla con sus compromisos, aunque quiera. La deuda pública continúa en franco aumento, pero la gente no percibe realmente dónde se invierte.
La flexibilización bancaria es solo eso, ampliar el periodo que está sujeto a los compromisos y arreglos de los bancos con los clientes, porque serán los bancos los que decidan, ya que no parece definirse realmente reglas claras para lograr acuerdos que sean permanentes en el tiempo. Desde el primer momento, el gobierno ha evitado en sus regulaciones sobre esta materia, decirles a los bancos qué y cómo se debe hacer, como sí lo ha hecho con otros sectores económicos.
En situaciones como la que se vive, producto de esta pandemia de la covid-19, el Estado debe garantizar condiciones para la subsistencia de la gente. Lo cierto es que desde hace muchos periodos de gobierno, a la gente no se le enseña a pescar, por tanto aumenta el porcentaje de gente dependiente de dádivas, y me parece que muchas veces condicionadas a la politiquería. Pretender condicionar la entrega del vale digital a trabajo comunitario o curso de formación en el Inadeh es una quimera, cuando ya han mencionado que algunos grupos no requieren de esas condiciones. Vale preguntarse entonces, a quiénes realmente se les aplicarán esas condiciones.
Algunas conclusiones de estudios sobre esta situación pandémica mundial revelan la fragilidad humana al más de cien por ciento. Difícil prever qué se debe hacer, especialmente en países como el nuestro con riquezas, pero con mucha desigualdad. Considero que el manejo sanitario ha sido bueno en función de las medidas que se han aplicado para evitar contagios y de protección, de los procesos para ofrecer información y educación a la gente. Más bien creo que las debilidades han sido en función de acompañar esas medidas con planes de recuperación económica, por una parte, de ser inflexibles ante los abusos del poder y la corrupción que empañan al país, producto, algunas veces, de los que tienen que hacerla cumplir.
Tengo la impresión de que el aumento de nuevos casos del nuevo coronavirus se produce en dos vías principales, desde la gente que no parece tomar conciencia de los riesgos que implica no atender medidas de protección sanitaria de manera individual para evitar las repercusiones colectivas en sus entornos, y desde el propio gobierno que no encuentra otras opciones que no sean decretar cuarentenas perjudicando el desarrollo de la economía, tan necesaria para que los panameños contemos con los recursos para la subsistencia, por una parte, y por otra, por ejemplo, para cumplir con compromisos bancarios, habiendo una extensión del tiempo de flexibilidad bancaria. Esa medida no es congruente con la otra. Desde las organizaciones de la sociedad civil han apoyado, creo que no deben bajar la guardia, cada sector tiene un rol que cumplir para salir de esta lo menos traumático posible. La democracia lo vale.