Lucha Naso-Bonyic por la tierra en Bocas del Toro

Mientras se escribe esta historia, 13 representantes de la etnia Naso Tjer Di, tres de ellos menores de edad, se reponen de una detenció...

Mientras se escribe esta historia, 13 representantes de la etnia Naso Tjer Di, tres de ellos menores de edad, se reponen de una detención y esperan la formulación de cargos por ‘daños y pérdidas’, tras cerrar el camino que conduce al lugar donde se construye la hidroeléctrica Bonyic-Teribe, en el corazón del territorio Naso. El pueblo no acepta el avance del proyecto energético sin que se respeten sus derechos territoriales.

—Pero lo que está sucediendo es inevitable, no podemos oponernos al desarrollo—. Le responden una y otra vez a Adolfo Villagra cuando cuestiona por qué el Gobierno permite construir una central hidroeléctrica en territorio Naso. Para él, desarrollo significa algo muy distinto. Significa respetar los lugares que habitaron sus antepasados, los restos arqueológicos de su cultura y el medio ambiente. Desarrollo implica indemnizaciones justas por las tierras usurpadas y una ley comarcal que delimite su territorio y les permita autonomía territorial.

Para el gobierno, el desarrollo va ligado a proyectos económicos y, como resaltó el ministro Fábrega en el diálogo convocado por Gobierno dos días antes de la detención de los 13:

—El tema energético es prioridad.

No la adjudicación de tierra a los pueblos indígenas que no tienen el reconocimiento de su autonomía territorial, no la preservación del medio ambiente, ni la de patrimonio arqueológico arruinado en las excavaciones, dice Villagra.

La historia se repite una y otra vez. Cambia de comarca, de pueblo, de territorio. Los nombres se superponen uno a otro: Kunas y Emberá con la coerción de su libre movilidad por Senafront, Ngäbes tratando de minimizar el impacto de las mineras e hidroeléctricas en su comarca. Ahora los Naso. Luego de 8 años luchando por su territorio, mientras intentan frenar la avanzada del proyecto hidroeléctrico Bonyic-Teribe, de nuevo los Naso.

PÉRDIDAS ANCESTRALES

A diferencia de los Ngäbe, Kuna y Emberá, los Naso ‘no tenemos territorio en nuestro territorio’, narran los representantes del pueblo protector y conservador de los recursos naturales de Bocas del Toro.

Y es que, desde hace muchos años, alrededor de 3.400 Naso que habitan las riberas de los ríos Teribe Bonyic, intentan obtener una Ley comarcal que delimite el territorio que han habitado por siglos y les permita funcionar de forma autónoma y asegurar su lengua, cultura y cosmovisión. Los gobiernos no han respondido.

En mayo del 97 la Asamblea General de los Naso remitió una carta al entonces presidente Ernesto Pérez Balladares, solicitando formalmente una comarca. Solicitud nunca concedida.

En 2004, luego de un primer proyecto de Ley Comarcal, rechazado en segundo debate, los Naso prepa raron un segundo proyecto de comarca, que fue modificado en 2005. Se propuso una división política especial mediante la Propuesta de Ley 19, que señalaba los límites de la Comarca Naso Tjer Di, así: en una extensión total de 160.616 hectáreas, 13.753 hectáreas serían para ellos, 125.141 corresponderían al Parque lnternacional La Amistad y 21.722 al Bosque Protector Palo Seco. La legislación nunca llegó. En su lugar el Gobierno pasó una ley sobre tierras colectivas a nivel nacional.

Así los Naso perdieron el derecho a controlar su territorio.

Según el Artículo 8 de la Declaración de Naciones Unidas Sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, los Estados deben establecer mecanismos para prevenir o resarcir ‘todo acto que despoje de sus tierras, territorios o recursos a estos pueblos’. ¿Qué hizo el Estado panameño?

En 2009 el gobierno concedió 1.200 hectáreas a la Hidroecológica del Teribe, S.A. (HET), subsidiaria de Empresas Públicas de Medellín (EPM), para el Proyecto Hidroelectrico Bonyic-Teribe. A esas 1.200 hectáreas que constituían un área protegida, los Nasos les llaman con ironía ‘la comarca colombiana’.

—El no tener comarca es una discriminación, como cuando uno tiene muchos hijos y prefiere a uno más que a otro, decía una de las mujeres de la comunidad en ese entonces a un reportero—, con las hidroeléctricas va a desaparecer lo poco que hay para nuestra subsistencia, van a invadirnos, a acaparar tierras que no están registradas, que no están tituladas, y creo que va a ser un golpe muy duro para nosotros.

Y como en la profecía del Jefe Seattle, así fue. Tras negaciones de la comunidad a ceder sus terrenos, comenzaron las amenazas.

La resistencia Naso no se hizo esperar:

—Primero es la legislación de los territorios y después estudiamos la posibilidad de indemnizaciones, explica Villagra—, no se puede hacer de otra forma.

Una petición justa, que no tuvo eco en los corrillos legislativos.

Los enfrentamientos y las detenciones de indígenas por parte de la Policía Nacional (PN), tampoco se hicieron esperar. La pugna por la tierra: el proyecto energético ya había empezado y la HET no daría vuelta atrás. Los Naso tampoco cederían sus terrenos, ¿Por qué? si siempre cuidamos las fuentes de agua, los bosques y animales.

—Y pensamos que con las hidroeléctricas llegaría el vicio. Imaginamos que para represar el río vendrían las excavaciones y que los peces morirían.

Su ancestral intuición no estaba lejos de la realidad.

LA UTOPÍA DEL DESARROLLO

En 2007 Agapito Castillo aceptó las negociaciones. Él fue una de las 35 personas que creyeron que el desarrollo de una empresa es el desarrollo de la comunidad.

—Llegarían muchas plazas de empleo y eso les haría un poco más fácil la vida a mis cuatro hijos y doce nietos. Harían caminos, podrían comprar coches, no tendrían que bajar el río en balsas, recuerda avergonzado, triste y enojado.

Dentro de poco no habrá más empleo para los Naso porque la obra comienza a afrontar una nueva fase y la empresa precisa ‘frentes especializados’ que traerán de Bocas del Toro o Changuinola. Así, la promesa de convertir la central hidroeléctrica en fuente de trabajo, se esfuma. (Ver recuadro: Discriminación)

Los 35 Naso que creyeron en el progreso recibieron 24 centavos por metro cuadrado, en concepto de permisos de paso para la construcción de una vía de acceso. Agapito recibió un total de $7.200 dólares por tres hectáreas.

Recientemente se comenzó a trabajar en otras áreas, en las que por seguridad se decidió retirar a seis familias, trasladando sus casas y facilitándole otras viviendas en distintos terrenos fuera del área.

La empresa asegura que nada tiene que ver esta nueva negociación con el acuerdo que alcanzó en 2007. Que se pagó por igual. Sin embargo, Castillo reclama que ha habido un trato diferenciado en la distribución de indemnizaciones. Las desigualdades llamaron a la injusticia, y junto a sus compañeros Agapito salió a protestar.

—Yo no sé qué ellos quieren. Tenían un acuerdo con la empresa pero se quejan de que negociaron mal, señala el gobernador de la provincia, José Brown—, querían renegociar el acuerdo. Piden más dinero y aseguran que las indemnizaciones no han sido justas con ellos.

—Queremos una comarca y en ella no queremos empresas que dañan la naturaleza, dice el rey Alexis Santana, que a un año de ser elegido como monarca, está acusado de venderse a los intereses de la empresa constructora.

Ante la amenaza de derrocamiento, Santana asegura que está haciendo lo mejor para sus hermanos y que, aunque tenga que defender el territorio él sólo, no permitirá que se instale una sola empresa más: un claro mensaje al proyecto hidroeléctrico que se planea sobre el río Shei.

Y es que, aunque la utopía del desarrollo y la falta de una Ley comarcal han fragmentado a la comunidad. (Ver recuadro: Autonomía) Y pese a las rencillas internas causadas por factores externos, los Naso saben que no puede permitirse la avanzada de otra hidroeléctrica, y esperan que los daños colaterales de la construcción de Bonyic sean parados de una vez, y reparados.

Por eso han denunciado la contaminación en las vertientes de los ríos Bonyic y Teribe:

—El agua baja azul, demasiado azul, explica Eliseo Vargas—, como si echaran detergente desde arriba.

Castillo también ha percibido un cambio en el agua. Aparte de las indigestiones que le han llevado más de cinco veces al médico, dice que el agua tiene un color grisáceo, que la piel pica cuando se baña en él. —¿Usted ha llegado alguna vez a la orilla del mar? Es un olor igual.

El problema es que todos los desechos del túnel van a parar al Bonyic, afluyente del Teribe. Pólvora, explosivos, derrames de diésel, aceite y grasas, terminan en los ríos sagrados, fuentes de vida que hasta hace poco podían proteger los indígenas.

La empresa lo niega y se ampara en las instituciones: puede ofrecer pruebas de que el ANAM no ha encontrado ninguna negligencia, dicen.

—Si los peces hablaran serían ellos los que estarían haciendo los cortes en la carretera, contradice Santana.

PRIORIDADES

Como los peces no hablan, le tocó defender su hábitat a la comunidad Naso. Fue el pasado 20 de septiembre, 8 años después de la concesión de generación de energía a la HET, luego de los fallidos intentos de legislación comarcal en la Asamblea, y tras varios enfrentamientos entre los Naso y la fuerza pública entre 2007 y 2012, que pararon parcialmente las obras de Bonyic, el conflicto se agudizó.

La contaminación de los ríos, la profanación de restos arqueológicos, y la incapacidad para evitar estas tragedias en su territorio, por la falta de reconocimiento, se sumó al incumplimiento de los acuerdos por parte de la empresa, dicen los representantes Naso.

Entonces los indígenas salieron a la carretera y cortaron la ruta que va a la represa durante 9 días. De nuevo los Naso, intentando detener el avance de Bonyic.

Roberto Pérez, coordinador de la gestión ambiental y social de Hidroecológica del Teribe, advirtió que otro cierre ‘es inviable y la empresa no aguantará más’.

—¿Los Naso si debemos aguantar?—, pregunta Villagra.

Dada la importancia de Bonyic: 30 megavatios en un embalse de 900 mil metros cúbicos de capacidad útil para responder a la gradual demanda de energía del país, el Gobierno llamó a diálogo. El ministro Jorge Ricardo Fábrega se reunió el pasado lunes con las partes afectadas. Su compromiso, en la línea de prioridad del Gobierno Martinelli, fue mantener el orden para garantizar la reapertura del proyecto Bonyic. La comunidad Naso no logró sacarle un compromiso para la designación de su comarca.

Tras lo que consideraron una decisión de indemnización injusta, según Villagra, el miércoles los líderes cerraron de nuevo el camino que va a la represa. La empresa solicitó su desalojo y el gobernador Brown firmó la orden de arresto de los 13 que esperan recibir cargos por ‘daños y pérdidas’.

—Les imputan cargos por exigir nuestros derechos, concluye Villagra.

La historia va así: Ngäbes, Kunas, Embera, Naso. La lucha por la tierra de los pueblos ancestrales no termina mientras existan legislaciones débiles que permiten el avance de las multinacionales, mineras y energéticas, sobre ‘Abya Yala’, como llaman los indígenas a Latinoamérica.

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