Una deuda que supera los $70 millones reclaman a las autoridades del Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA), los productores de arroz de la región...
- 15/04/2013 02:00
El 22 de abril de 1856 el Gobierno del Estado de Panamá a cargo de Francisco de Fábrega da cuenta al Poder Ejecutivo de la República de la Nueva Granada sobre los sucesos del 15 de abril de 1856 enviando una relación de los acontecimientos al Despacho del Secretario de Relaciones Exteriores, el cual fue del tenor siguiente:
‘Tengo que pasar por la pena de instruir a U. de un acontecimiento tan desagradable como inesperado, ocurrido a las inmediaciones de esta ciudad la tarde del 15 del corriente y el cual, según todas las conjeturas dará origen a una seria cuestión internacional’…
‘Los documentos que en copia legalizada tengo el honor de incluir a U., contienen los pormenores bastantes para que U. pueda formarse idea de la naturaleza y proporciones de los acontecimientos a que me refiero. Dichos documentos son:
1° declaraciones tomadas por varios funcionarios de instrucción a los testigos José Manuel Luna, Sebastián Díaz, Miguel Habraham, José María Borbúa, Federico Clare, Pedro Obarrios Pérez, José María Rodríguez, Richard Agling, Juan Mercado, T. B. Wiliams i Alexander Henríquez;
2° notas del Prefecto del Departamento de Panamá y del Jefe de la Gendarmería, relativas a los expresados acontecimientos;
3° relaciones de los naturales y extranjeros muertos o heridos en la contienda;
4° protesta del Superintendente del Ferrocarril y mi contestación.
Comprenderá U., por la nota o protesta del Superintendente del Ferrocarril, señor G. M. Totten, que se trata de pintar el desastre del 15 como un hecho premeditado, con el objeto de robar y matar: que se trata de afrentar a estas poblaciones suponiendo de los hijos de ella y todos los crímenes cometidos en aquella aciaga noche, i que se trata por último de hacer recaer sobre las autoridades del país, i principalmente sobre mí, la responsabilidad de aquellos hechos, por no haber procurado impedirlos (se dice), i por haber mandado a hacer fuego sobre las oficinas de la Compañía’.
‘I esas declaraciones, entre las cuales se hallan las de algunos empleados del Ferrocarril, lo impremeditado i subitáneo de aquel acontecimiento sino que dejan ver bien claro, que los causante del desorden fueron los mismos pasajeros, que armados, como lo están ordinariamente de pistolas, hicieron uso de ellas en aquella ocasión con la facilidad i prontitud como lo ejecutan casi siempre. Los naturales irritados al ver heridos i suponer muertos a algunos de sus compatriotas se abalanzaron sobre los agresores; i unos i otros movidos, ya por la profunda antipatía entre las dos razas, ya por la necesidad de la propia defensa, se persiguieron, se atacaron i se dañaron recíprocamente, prolongando la lucha por más de tres horas’.
‘La casa de la Compañía era la última que mantenía el fuego, que alimentaba y prolongaba aquel desorden: por eso fue que marchó sobre ella la gendarmería. I si esta usó de sus armas para ocuparla, fue (nadie podrá negarlo) porque los pasajeros armados que permanecían en ella no dejaron de hacer uso de las suyas, hasta que entrando aquella fuerza en la casa, se rindieron a discreción. Hubo, es verdad, un número considerable de malvados que entrando en tropel por las diversas puertas de aquel edificio intentaron cebarse en la sangre de la multitud de personas rendidas o indefensa que allí se encontraban; pero este infame hecho no solo no puede imputarse a la autoridad ni a la gendarmería, sino que suministra una prueba más del interés i de la eficacia con que se ocurrió al dar protección a las vidas de tantos desgraciados, siendo i como es sabido de todos que tanto las autoridades como la jendarmería y algunos ciudadanos humanos y valerosos no tuvieron otro pensamiento, otro deseo, otro interés que arrancar de aquel funesto sitio y poner en seguridad a los tantos infelices objetos de tan horribles saña’.
‘Diferentes veces el pueblo de Chagres, el de la Furnía i el de Colón han sido teatro de escándalos, de desastres semejantes al que acaba de tener lugar en esta ciudad. Aquí mismo se recuerda todavía con horror el 18 de mayo de 1850; i en ninguna de estas ocasiones ni el Gobierno de los estados Unidos, ni otro alguno, han entablado reclamaciones de ninguna clase, sin duda porque en su alta justicia han comprendido que tales acontecimientos tienen su origen y su explicación en causa que no son de manera alguna imputable a nuestro gobierno. Por esto he dicho que por mi parte no temo hoy una cuestión, es decir, un conflicto internacional’…
‘Antes de terminar debo informar a U., que después de los sucesos de que acabo de darle cuenta, han llegado a este puerto dos vapores de California, con los intereses y el número de pasajeros de costumbres, sin que el desembarco y el tránsito de uno y otros haya ocurrido la más leve novedad. Aunque en la Gobernación no temían ningún ataque a tales intereses ti pasajeros, creyó conveniente, sin embargo, que una regular fuerza estuviese presente en la estación a la hora del desembarco, proponiéndose con esta medida inspirar confianza a los transeúntes i complacer a los Ajentes de las Compañías de vapores y del Ferrocarril...’.