La venta del Istmo

Actualizado
  • 24/11/2018 01:01
Creado
  • 24/11/2018 01:01
‘Ahora el capital privado, como pez en el agua, se mueve en el mundo de las grandes inversiones y, sobre todo, de los grandes acaparamientos', escribió Carlos Iván Zúñiga Guardia ‘El Patriota', en una columna publicada originalmente el 24 de noviembre de 2001

En este mundo en crisis todas las palabras orientadoras son recibidas con agrado. Los historiadores dicen de dónde venimos, los economistas señalan hacia dónde vamos. Soy de los que esperan con ansiedad las palabras de los que saben y enseñan. Felizmente he aprendido a segregar las buenas críticas de las que no lo son, y cada día entiendo más lo que ocurre en el campo de la economía de mercado.

‘La característica positiva de la inversión estatal es que exploraba áreas ‘inéditas' o desarrollaba con mayor impulso las existentes'.

Recuerdo las primeras lecciones sobre el Estado, la economía y el papel del individuo. En aquellos tiempos un solo maestro se ocupaba con vehemencia y lucidez de estos temas. Los desarrollaba con sentido ideológico. El maestro era el doctor José Dolores Moscote. Escribía libros sobre estas difíciles asignaturas que explican las controversias sociales. Todos los días el profesor Moscote inundaba el aula con su palabra docta, precisa, orientadora. Entonces el péndulo social comenzaba a girar del individualismo clásico, no intervencionista, de la Constitución de 1904, hacia un liberalismo social que se manifestó tímidamente en el Acto Legislativo de 1941 y que adquirió rostro y categoría en la Constitución Política de 1946.

El doctor Moscote era el artífice de los cambios constitucionales y de las nuevas reglas de juego de la economía. Al amparo de esas reglas se desarrollaron las primeras empresas estatales y con la coordinación vigilante del Estado el sector privado tomó su propio impulso con el disfrute de leyes protectoras. Se impuso un equilibrio estimulante.

En otros países, apuntaba el profesor Moscote, después de la crisis mundial de la década de los treinta, el Estado (Japón) era promotor de empresas que, al llegar a su florecimiento, las pasaba a manos del sector privado.

Recuerdo las palabras de mi profesor al hablar del Estado como impulsor de la gestión privada. Él no quería un Estado absorbente, competidor, sino un ente amortiguador de los conflictos, pero con creciente gestión en todo lo que tenía una trascendencia social: la educación, la propiedad, el trabajo, la salud, la vivienda. El eje de todas sus ideas era un liberalismo remozado, un poco lejos del individualismo clásico y un tanto cerca del socialismo democrático. Un liberalismo que fuera freno al marxismo en boga o al conservadurismo que se abroquela en el statu quo .

Durante la vigencia de la Constitución de 1946 se inició un despegue más vigoroso del empresariado estatal, por así decirlo, y continuó su ritmo creciente con el texto constitucional de 1972. En este ciclo la gestión privada no languideció, siguió igualmente un ritmo de desarrollo.

La característica positiva de la inversión estatal es que exploraba áreas ‘inéditas' o desarrollaba con mayor impulso las existentes. La gestión económica se ampliaba, unas veces con eficiencia y otras con la deficiencia siempre atribuida de modo exclusivo a la administración estatal, muy a pesar de la existencia de las mismas fallas —quiebras colosales— en el sector privado.

Es evidente que la intervención estatal en áreas no explotadas fue menor. Era más fácil trillar por los caminos conocidos, de menores riesgos. Faltó la intrepidez visionaria. Recuerdo mi diálogo que sostuve con el doctor Arnulfo Arias sobre la Reforma Agraria en Panamá. Él se inclinaba por una política colonizadora muy adentro del territorio nacional. Igual era la apreciación de Belisario Porras porque, cuando acariciaba la idea de un ferrocarril a través del Istmo, quería nuevos horizontes y nuevos pueblos para la producción y para el mercado. ¡Desbrozar lo inhóspito! El doctor Arnulfo Arias me decía: ‘lo que ocurre es que carecemos de vuelo, en vez de incorporar nuevas tierras al desarrollo económico, lo que queremos es hacer una Reforma Agraria en la Avenida Central'. Verdad impresionante y sugestiva.

El péndulo socioeconómico ha seguido su danza inestable. De pronto ha retornado al individualismo, yo diría que hasta clásico, y con fuerzas más agresivas e impositivas ha venido derrumbando el sistema intervencionista, lo ha venido reduciendo a polvo; y nuevamente los estadistas y el capital por ver el árbol han dejado de ver el bosque, es decir, por ver solo al individuo y sus intereses, dejaron de ver el bosque social. La fuerza arrolladora de las teorías globalizadoras, vigentes en otras épocas de la humanidad, derrumbó el Estado intervencionista; eliminaron incluso las normas protectoras de los consumidores y la libre oferta y demanda dejó a la pobrería del mundo simplemente a la libre, sin amparo.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

El Estado ha quedado convertido en una entelequia, en una especie de pararrayos donde descargan su furia los conflictos sociales que solo pueden ser resueltos por un Estado fuerte y rico.

Ahora el capital privado, como pez en el agua, se mueve en el mundo de las grandes inversiones y, sobre todo, de los grandes acaparamientos. Ha llegado el capital foráneo con entusiasmo, mientras que el capital nativo se desmaya en el muro de las lamentaciones y a nadie le interesa saber qué pata puso ese huevo. La genética no toca pito en el campo de la economía. Ese capital llega avasallador, con el espíritu del español don Francisco de Pizarro o del general colombiano Rafael Reyes a conquistarlo todo, o a reconquistarlo no con la espada, sino con los poderosos misiles bancarios. Primero capturaron todas las empresas estatales. A sus nuevos dueños nadie los conoce. Los dividendos ya no quedan aquí, todos se van. Entiendo, por lo que leí a un economista, que ahora tendremos menos circulante en el país. Y como esos capitales también quieren hacer la Reforma Agraria en la Avenida Central, nadie conoce sus inversiones en nuevas empresas para ampliar el desarrollo del país.

Pero ese capital foráneo avanza en el control de la economía. Ahora caen las empresas privadas de significación; Cemento Bayano, Cemento Panamá, Cervecería Nacional, Cervecería del Barú y tantas otras. Me imagino que pagarán buena suma por ese apetecido y maravilloso derecho de llave que se denomina ‘influencia o poder político' tan acumulado y ejercido por esas empresas durante tantas décadas. Entiendo que sí, porque algunas ya tiene el dominio de ciertos medios de comunicación social, muy potentes y muy agresivos, extrañamente, en la línea opositora. Seguramente que ese ‘poder político' está designado a sus amanuenses panameños para que disfruten de una especie de ‘mesa del pellejo' del gran banquete de las compraventas.

En este mundo en crisis sabemos de dónde venimos; los economistas con palabras idóneas nos dirán hacia dónde vamos, con lo que alguien ha calificado como la venta del Istmo.

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