‘Humanae Vitae', la Encíclica que dividió a la Iglesia Católica

  • 29/07/2018 02:00
Hoy hace 50 años el papa Paulo VI dio a conocer el documento que prohibió a 500 millones de católicos usar la píldora y otros métodos artificiales de control de la natalidad

El 29 de julio de 1968, tras meses de consultas y angustiosas oraciones al Espíritu Santo, el papa Paulo VI estaba listo para dar a conocer una de las decisiones más difíciles de su papado y una de las más controversiales de la historia de la Iglesia Católica., la Encíclica Humanae Vitae.

En una conferencia de prensa realizada ese día en El Vaticano, el pontífice prohibía de forma categórica, para sus 500 millones de fieles alrededor del mundo, el uso de la píldora contraceptiva y cualquier otro tipo de control de la natalidad mecánico.

"Todo acto matrimonial debe permanecer abierto a la transmisión de vida', leía, ante decenas de reporteros de todas partes del mundo, el experto en derecho canónigo Ferdinando Lambruschini, en representación del santo padre.

La Encíclicla de 7000 palabras sorprendía al presentar una posición más conservadora que la esperada, sobre todo si se le comparaba con la propuesta de la Comisión para el Estudio de la Sexualidad y el Matrimonio nombrada por Juan XXIII en 1963, compuesta por expertos, teólogos y parejas de casados.

Pero, como verdadero intérprete de las enseñanzas de Jesucristo, el papa Paulo VI, de 70 años, era el encargado de la decisión. Se apoyaba en la idea de que el control de la natalidad favorecía la infidelidad conyugal y la degradación general de la moralidad.

‘No se necesita mucha experiencia para conocer la debilidad humana y para comprender que los hombres, especialmente los jóvenes, tan vulnerables en este punto tienen necesidad de aliento para ser fieles a la ley moral y no se les debe ofrecer cualquier medio fácil para burlar su observancia'.

El papa también intentaba proteger a las mujeres católicas, temiendo que los hombres, "habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas acabasen por perder el respeto a la mujer y ... llegasen a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada'.

La encíclica establecía como "lícito" solamente al método del ritmo y exaltaba la abstinencia como fuente de una "influencia benéfica sobre el esposo y la esposa... cuyos frutos para la familia seràn la serenidad y paz y la solución de otros problemas'.

En realidad, Humanae Vitae no era màs que la confirmación de la doctrina eclesial proclamada en 1931 por el papa Pio XI, quien en su encíclica Casti Connubii prohibía el control de la natalidad, el aborto, el divorcio, el matrimonio a prueba y la esterilización como ‘pecados graves'.

Pero si el Casti Connubbi de Pio XI fue bien recibida por la mayoría de los católicos de su época que aceptaron como su deber el engendrar una familia numerosa, en plena revolución de los sesenta el Humanae Vitae presentaba una posición contracorriente y difícil de aceptar por las mayorías.

ESPÍRITU DE LOS SESENTA

Nada más opuesto al espíritu de los sesenta que la doctrina de la Humanae Vitae. Se trataba de una época de incesantes protestas juveniles, de relajamiento de la moral, de búsqueda de mayor libertad individual, de ruptura con las normas establecidas y abierto desafío a la autoridad.

La píldora anticonceptiva, lanzada 1960, había empezado a romper los tabúes sociales relativos a la sexualidad humana, separando, más que cualquier otro contraceptivo, el sexo de la procreación y dando a la mujer el poder para tener relaciones sexuales sin temer el efecto de un embarazo no deseado.

Era también una época de profunda preocupación por la "explosión demográfica", que se tenía como una grave amenaza para el futuro de humanidad.

Ese mismo año (1968) había sido publicado el bestseller "The Population Bomb", escrito por Paul R. Ehrlich y Anne H. Ehrlich, que predecía que entre los años 1970 y 1980 tendría lugar una hambruna masiva por causa del aumento de la población mundial.

El espíritu de rebeldía también podría encontrarse en la misma doctrina de la Iglesia. El Concilio Vaticano II proclamaba una nueva visión del catolicismo, fundamentada en el relajamiento y liberalización de los métodos de liturgia y el enfoque en los más pobres.

Vaticano II había desistido de que la católica fuese considerada la única religión válida y exaltaba la conciencia personal como fundamento de toda posición personal ante la vida y la religión.

ACEPTACIÓN

"La aparente severidad de la Encíclica está motivada solamente en nuestra fidelidad al pensamiento de Cristo", diría el Papa días después, en una nueva conferencia de prensa, esta vez en su sitio de retiro Castel Gandolfo, confesando que ‘nunca había sentido tanto el peso de nuestras obligaciones al servicio de la humanidad'.

"Hemos temblado en muchas ocasiones por el temor de caer en una fácil concesión a la opinión pública o en una posición que fuera malamente recibida por la sociedad de hoy', decía el pontífice.

Pero si el papa había temido que su encíclica fuese mal recibida, la reacción fue peor que la esperada.

Durante los días, meses y años siguientes las manifestaciones contrarias a la Encíclica fueron abiertas y fuertes.

Apenas días después, casi 100 teólogos estadounidenses católicos firmaron una declaración en la que manifestaban su oposición al documento. Lo llamaban insensitivo, incompatible con las decisiones del Concilio Vaticano II, despreocupado de la dignidad de los pobres, estrecho en sus nociones de autoridad papal, desatento a la ciencia y "erróneo".

Ese mismo mes, en Chile, fueron expulsados 8 sacerdotes que se tomaron en protesta la Catedral de Santiago con 200 laicos, en su mayoría jóvenes estudiantes universitarios.

En agosto de ese año, en Panamá, el Congreso Panamericano de Enseñanza de la Ingeniería se manifestó en contra de la Encíclica. Los ingenieros decían no entender la posición del papa, dado el peligro que se cernía sobre la humanidad por la prolongación de la vida y el aumento de la natalidad.

Para los ingenieros era cuestión matemática: "Debe haber una disminución compensatoria en la producción de nueva gente. De otro modo estaríamos alterando un delicado equilibrio y cortejando con el desastre", recogió La Estrella de Panamá en su momento.

La asociación latinoamericana de Academias de Medicina también se expresó en esa mismo tono, advirtiendo de los peligros del crecimiento imparable de la población de América Latina, que se duplicaba cada 23 años y se triplicaría al final del siglo.

En el año 1970, una encuesta patrocinada por la iglesia y dirigida por el conocido sociólogo Andrew Greeley, de la Universidad de Chicago, encontró que la mitad de los sacerdotes de EE.UU. se oponían a la encíclica. Era más que todo una división generacional: el 95% de los sacerdotes mayores estaban de acuerdo con ella y el 95% de los sacerdotes jóvenes la desaprobaban.

En total, el 54% de los católicos estadounidenses se oponía. El 28% estaba a favor. Un 18% adicional no tenía ninguna opinión

Millones de parejas católicas consideraron la encíclica como ‘un insulto" y pidieron al papa que dimitiera para allanar el camino a un sucesor más consciente de las realidades humanas

Pero el papa se mantenía firme: "Hemos orado al Espíritu Santo y consultado con personas eminentes. Espero que este documento sea aceptado por su verdad y sobre todo, que las parejas cristianas casadas comprendan que sus enseñanzas son la manifestación del verdadero amor".

Ante las críticas, la iglesia advirtió que aunque la encíclica hubiera sido emitida como "ex cathedra" (no un acto solemne de autoridad papal), no era un consejo, sino una doctrina de obligatorio cumplimiento.

50 AÑOS DESPUÉS

En este año en que se conmemora el cincuenta aniversario de la Encíclica Humanae Vitae, la iglesia se mantiene firme en su doctrina y la defiende como un documento profético.

Este 25 de julio, el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, especialista en temas de familia y vida, en una misa retransmitida por la Televisión Española con motivo del Día de Santiago, santo patrón de España, alabó la encíclica de Pablo VI.

"Sus palabras, promoviendo la dignidad de la vida humana y la procreación y educación de los niños, son verdaderamente proféticas y forman parte de la ética social que llamamos Doctrina Social de la Iglesia. El no haber escuchado la voz profética de la Iglesia, nos ha sumido en un desierto demográfico y ha favorecido el debilitamiento de los matrimonios", dijo.

Voces como la de Pla consideran que la normalización de la sexualidad como fuente de placer y ocio es uno de los graves problemas de la actualidad, origen de la "perversión del cuerpo", de los movimientos homosexualistas y la radicalidad de las feministas, que "no dan soluciones al mundo ni a la persona".

Pero, la realidad es que los católicos continúan hoy, como en 1968, usando las píldoras anticonceptivas, condones, artefactos intrauterinos, y atendiendo la comunión en sus iglesias, sin que ello perturbe a gran parte del clero.

En 2016, un estudio del Pew Research encontró que aun entre quienes acuden a misa cada domingo, solo el 13% considera que el uso de métodos artificiales de control de la natalidad es "pecado".

Algunos, como el sociólogo estadounidense Andrew Greeley, han argumentado que la encíclica marcó el inicio de la pérdida de relevancia y credibilidad de la Iglesia Católica: "Ya nadie sabe qué es pecado y que no lo es". Según el sacerdote, la iglesia nunca se ha recuperado de las críticas originadas con este documento.

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