A Ud., presidente: urge una transformación profunda de la educación... ¡para mañana! es tarde!

La baja calidad educativa afecta directamente nuestra competitividad en un mundo cada vez más basado en el conocimiento y en el aprovechamiento de tecnologías emergentes

En estos días me correspondió exponer desde la óptica de competitividad en un concurrido Congreso de Innovación Educativa que estuvo centrado en reflexionar sobre experiencias exitosas de países líderes en educación como Singapur, cuyas prácticas institucionales y en el aula son modelo para Panamá.

El evento coincidió con la divulgación de los resultados de las pruebas ERCE, que evidencian una realidad alarmante: el 72 % de los estudiantes en la muestra de sexto grado está por debajo del estándar mínimo en lectura, y un 90 % no alcanza el aprendizaje básico en matemáticas.

Ello coincide con otros estudios sobre la calidad del aprendizaje que reflejan para el 2023 que el promedio de escolaridad nacional fue de 11,7 años, con profundas brechas entre regiones. Si aplicamos el ajuste propuesto por el Banco Mundial, basado en la calidad del aprendizaje, Panamá caería a una escolaridad efectiva de apenas 6,7 años.

Este problema no es exclusivo de la educación. Las fallas del sistema educativo se traducen en deserción escolar, baja empleabilidad, informalidad laboral, baja productividad, carencia cívica e incluso delincuencia. Esimperativo actuar ahora para revertir estos efectos sociales insostenibles y evitar generaciones enteras de jóvenes excluidos.

Desde el Centro Latinoamericano de Innovación en Políticas Públicas identificamos la educación como un pilar fundamental del desarrollo. La baja calidad educativa afecta directamente nuestra competitividad en un mundo cada vez más basado en el conocimiento y en el aprovechamiento de tecnologías emergentes. En múltiples indicadores analizados por el Centro Nacional de Competitividad (CNC), la educación se asocia como una causa raíz de nuestras debilidades estructurales y de la limitada capacidad del ciudadano para aprovechar la infraestructura tecnológica a su disposición.

El CNC también analiza los factores que impulsan el crecimiento del PIB: el empleo y el capital, los cuales deben interactuar sinérgicamente para generar valor, lo cual se traduce en productividad. En años recientes, Panamá mostró cifras negativas en productividad, aunque en 2022 esta tendencia comenzó a revertirse.

Sin embargo, si medimos los ingresos por trabajador según tamaño de empresa, las cifras revelan una realidad preocupante. Tomando a las grandes empresas como referente, las medianas empresas en relación con las grandes logran el 30% de productividad, las pequeñas apenas un 21 % y las microempresas un escaso 7 %. Estas cifras sugieren que debemos trabajar intensamente para recuperar la productividad empresarial y aprovechar al máximo del potencial de los activos nacionales disponibles.

Tras casi 25 años del Diálogo Nacional por la Transformación Integral del Sistema Educativo (2002), muchos de los problemas identificados entonces siguen vigentes. Se redactaron compromisos y se identificaron falencias que en su mayoría siguen intactas. En el caso del Seguro Educativo, la redistribución alcanzada y la eficacia en la inversión de los recursos no se ha revisado desde aquel diálogo, a pesar de las nuevas demandas sectoriales y de competencias mínimas requeridas para integrarse productivamente.

Aunque hemos mejorado levemente, el desafío es aún mayor considerando que el mundo laboral está cambiando rápidamente. El 92% de los empleos requiere hoy día de al menos una habilidad digital, entre otras habilidades y destrezas. En menos de un quinquenio, el 40 % de las habilidades laborales requerirán destrezas tecnológicas que muchos panameños no poseen. La adopción acelerada de la inteligencia artificial no escapa a nuestra realidad. Tenemos la responsabilidad de preparar a nuestros estudiantes y trabajadores para ese futuro cercano, cerrando las brechas que hoy se están ampliando.

El sistema educativo debe generar confianza sobre su efectividad en los padres y estudiantes. Debe garantizar que, durante la estadía escolar, se utilicen metodologías apropiadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje para lograr resultados de calidad, que preparen al individuo tanto para la inserción social como productiva, ya sea como trabajador o emprendedor.

Por todo esto, señor presidente, es impostergable una transformación profunda del sistema educativo y de capacitación laboral. Corresponde invertir de manera eficaz nuestros recursos— incluyendo el 7% del PIB destinado a educación y los fondos del Seguro Educativo— para mejorar la calidad educativa, la profesionalización docente, reforzar la formación técnica, apoyar la capacitación laboral y fortalecer el cooperativismo.

A la luz de los nuevos desafíos y las debilidades históricas de nuestros sistemas de formación, esta revisión es más urgente que nunca, con un diseño que trascienda gobiernos, ya que se reconoce que la política pública en educación no se implementa ni percibe sus resultados en un período presidencial. Necesitamos en su mandato convertir la educación en un verdadero proyecto nacional.

Aspiramos, señor presidente, a que, bajo su liderazgo, enfrentemos estas realidades poniendo en marcha un gran acuerdo nacional en que concertemos voluntades y establezcamos un curso de acción que trascienda ciclos políticos, convirtiendo la educación en un compromiso colectivo de agenda país. Esta es una condición indispensable para garantizar el desarrollo social con equidad, fortalecer la democracia y asegurar una convivencia sana en todos los territorios de la nación.

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