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- 07/07/2015 02:01
Nos encontramos frente a un pasillo que desemboca en la escalera hacia un segundo piso. En el marco de la puerta nos sonreía un hombre cercano a los setenta años, con bastón en mano y una chispa de curiosidad en la mirada.
Se trata de el Dr. Richard Cooke, un inglés que ahora es más panameño que el sancocho, pues ha estado casi toda su vida en nuestro país.
El arqueólogo ha dedicado su carrera de más de cuarenta años a avanzar la arqueología científica en Panamá, siempre dispuesto a enseñar y apoyar a estudiantes o nuevos arqueólogos que requieran de su ayuda.
A pesar de haber pasado por recientes problemas de salud que lo han debilitado, la personalidad de Cooke se sigue notando a flor de piel, pues a los pocos segundos ya demostraba su calidez y espíritu bromista.
Casi de inmediato, la visita al laboratorio de arqueología del Instituto Smithsonian ubicado en isla Naos se sentía más como la visita a un viejo amigo en su nueva casa.
DE HUESOS Y CERÁMICA
A lo largo de un recorrido de varias horas, el científico nos mostró diversas partes de su colección, relatando datos curiosos sobre cada una, desde las historias detrás de los huesos de venado y delfín, hasta las herramientas que utilizaron los primeros grupos humanos en el istmo hace 13 mil años.
Las primeras mesas a las que nos acercamos contenían múltiples piezas de huesos de venado, tanto contemporáneas como de miles de años atrás.
Aprendimos que existe una especie en la isla San José en el Archipiélago de Las Perlas que se ha desaparecido del resto de América Central.
¿Por qué se extinguió en otras regiones mientras que en la isla sobrevivió? Esa es solo una de las interrogantes que quedan por resolver en el mundo de Cooke.
La arqueóloga María Fernanda Martínez, quien trabaja en el laboratorio, nos enseña huesos de venado que fueron cortados y vaciados, dejando pequeños tubos huecos que se utilizaban para hacer prendas de vestir.
Martínez es parte de un equipo que trabaja en un proyecto de la Fundación Mellon para catalogar la colección de materiales biológicos y culturales precolombinos del Smithsonian.
La arqueóloga explica que su teoría inicial con los venados era que solo se cazaban para comer, por ser animales con mucha carne. Sin embargo ahora sabe que aunque esto es cierto, también tenían otros propósitos.
Esto lo explica mientras nos muestra algunas piezas de huesos talladas en forma trapezoide y con pequeños agujeros. ‘Estos son adornos y parecen haber tenido un uso más espiritual'.
Moviéndonos a la siguiente mesa, Cooke saca una fotografía donde se ilustran unos mastodontes atascados en un lodazal, momento propicio que aprovechaban los primeros grupos humanos del istmo para cazarlos con una lanza, cuya punta era labrada a base de roca, como la roca puntiaguda que se encuentra frente a nosotros.
Luego nos muestra un mapa de la Bahía de Panamá, señalando que el Archipiélago de Las Perlas estaba unido a tierra firme hasta aproximadamente nueve mil años atrás y que habría sido posible caminar en línea recta desde Punta Mala hasta Garachiné en Darien, pues en ese momento era una gran planicie árida.
En otra larga mesa se encuentra una colección de huesos de especies marinas, entre estos, delfines y bagres.
Martínez nos muestra un pequeño paquete con cientos de huesos que forma parte de un grupo mayor de paquetes con huesos, cada uno esperando ser clasificado.
Con orgullo Cooke nos comenta que, recientemente, él y Máximo Jiménez, quien trabaja en su laboratorio, encontraron dos especies totalmente nuevas de bagres.
Como mérito, los recién descubiertos peces llevarán los respectivos apellidos de sus investigadores dentro de sus nombres científicos.
A esto agrega que han encontrado evidencia de que en el istmo se cultivaba maíz hace 6 mil años, en conjunto con prácticas de cacería de delfines, algo no visto en la arqueología.
‘Yo quiero ver los comentarios de los evaluadores', dice Cooke, refiriéndose a un artículo científico sobre el tema que han enviado a revisión. ‘No están acostumbrados a encontrar indicios de agricultura junto con la cacería de cetáceos. Los sitios que han presentado datos sobre la cacería de los cetáceos son de grupos de cazadores y recolectores'.
En cuanto a la cultura material, vemos cerámicas que excavó en sus primeros años en el país.
‘Los ancestros de los indígenas llegaron hace 15 mil años y no fue hasta los 5 mil años atrás que apareció la cerámica en Panamá', indica Cooke. ‘Cuando la gente comienza a vivir en aldeas, hace unos 3 mil años, empieza a aumentar'.
UN COLECCIÓN EN RIESGO
A Cooke lo que más le preocupa actualmente es la colección de referencia arqueológica que ha venido creando desde que llegó al país.
‘¿Quién va a cuidar de esto cuando yo ya no esté trabajando?', se pregunta, pensando en sus recientes problemas de salud.
‘Es un problema muy serio, pero ha sido difícil convencer a la gente de la necesidad de buscar un lugar para guardar colecciones de referencia, como en cualquier museo'.
Agrega que desde 1990 no ha recibido fondos para mejorar la colección, un trabajo que requiere dinero.
La arqueóloga Martínez explica que en ese laberinto de pasillos y cuartos que forman el laboratorio, se encuentra una de las colecciones de referencia más importantes de América Latina.
Aunque Cooke prefiere no llamarle así, explica que en efecto la colección es un recurso nacional de gran importancia regional y que contiene un simbolismo que se puede ‘referir a una cultura extinta'.
POR UN FUTURO ARQUEOLÓGICO BRILLANTE
Según el científico, la pérdida del Museo de Antropología Reina Torres de Araúz (MARTA) en la Plaza Cinco de Mayo fue una tragedia nacional.
‘Si no se retoma el concepto del MARTA planteado en los años setenta, no se le va a hacer justicia a la historia indígena, la cual representa más del 96% del devenir humano en América'.
Por otro lado, considera que para despertar la curiosidad de los estudiantes escolares en la arqueología se deben implementar políticas de educación modernas ‘aprovechando los grandes avances tecnológicos', y a través de clases amenas que presenten la arqueología en ‘una forma más interactiva que la usual'.
Sin embargo, si se despierta esta curiosidad en las nuevas generaciones, existe un pequeño problema: a nivel universitario en Panamá, aún no se pueden ‘formar arqueólogos adecuadamente'.
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ANÉCDOTA CURIOSA
Un poco de humor arqueológico
El Dr. Cooke recuerda una acontecimiento divertido de sus años en el campo: ‘En los años setenta acompañé al arqueólogo Junius Bird en sus investigaciones sobre los primeros pobladores del istmo. Nos acampamos en la Cueva de los Ladrones, un alero en Cerro Guacamayo cerca de Penonomé. La Sra. Bienvenida de Andrión nos hacía el favor de llevarnos provisiones. Un día le preguntó al Dr. Bird si quería algo especial en el próximo viaje. ‘Sí', respondió, ‘Tráigame terciopelo rojo para forrar el asiento de madera rústica que hice para la letrina'. Esa noche me dijo ‘Creo que hice mal, Richard. Estaba bromeando'. Bienvenida llegó al día siguiente y le entregó a Junius varias yardas de terciopelo rojo. ¡Tuvo que ir en chiva a Penonomé desde El Potrero para comprarlo! Junius la abrazó, sacó un juego de agujas e hilos de su mochila, buscó unas tiras de foam y más rápido que ligero hizo dos cojines que colocó con tachuelas en el asiento. ‘Bueno, querida Bienvenida, un escusado para la reina'.
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LOS AÑOS DE COOKE
En Octubre de 1969 llegó a Panamá a trabajar en su tesis doctoral.
En 2006 recibió la Orden de Vasco Núñez de Balboa, por sus ‘incalculables aportes al país' a través de la arqueología.
En 2013 fue nombrado miembro honorario extranjero de la prestigiosa American Academy of Arts and Sciences , el único representante de Panamá en la arqueología.