Civilización y barbarie

Actualizado
  • 14/08/2011 02:00
Creado
  • 14/08/2011 02:00
Hace poco hemos visto con estupor lo que ha sucedido en Noruega. Antes de que se supiera con certeza quién había sido el ejecutador de t...

Hace poco hemos visto con estupor lo que ha sucedido en Noruega. Antes de que se supiera con certeza quién había sido el ejecutador de tan horrendo crimen, se pensó inmediatamente que había sido un fundamentalista islámico. Y con razón. Los atentados de New York, Madrid y Londres ya existen como precedentes de la barbarie humana y política. Pero no. El criminal fue un noruego, salido del medio de la sociedad noruega, y muestra una vez más hasta dónde puede llevar el fanatismo político e ideológico y la xenofobia, un atentado a la democracia, a la convivencia civilizada y a la tolerancia. Un atentado directo a lo más sagrado de nosotros y de cada uno: la vida misma. Un atentado que confirma que la barbarie no conoce fronteras políticas e ideológicas.

En verdad, esta ha sido una lección que aprendimos de la guerra fría. Ahora bien, no basta decir que el ejecutador noruego, quien había escrito un panfleto sobre Europa, su crisis y su misión, era un descarriado mental o un loco. Hacerlo es disculparlo. No hay tampoco explicación social o política que nos permita disculpar el motivo criminal de este individuo que terminó con la vida de tantas personas. Solo un crimen, en efecto, habría bastado para que la sociedad civilizada se defendiera una vez más de este criminal consciente, frío, y premeditado.

Habría que colocarse en el lugar de las víctimas para imaginarse esos minutos eternos de terror, donde la vida individual pendía de la buena puntería y del sadismo de este cri minal disfrazado de policía. Y si el objetivo fue quebrar a un país democrático, liberal y civilizado como Noruega, un país europeo que cuenta con uno de los mejores niveles de educación, de convivencia democrática en el mundo, no se logró de ninguna manera, como muy bien lo mostró la ejemplar posición de su primer Ministro, Jens Stoltenberg, al afirmar que la reacción "sería más apertura y más democracia".

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