Mujeres bellas

E sta tarde me tocó dar mi taller de color personal. Como siempre, había un prisma de colores divinos: mujeres blancas, negras, morenas,...

E sta tarde me tocó dar mi taller de color personal. Como siempre, había un prisma de colores divinos: mujeres blancas, negras, morenas, ojos oscuros, claros, pardos; quinceañeras, celebrando sus 50, etc. Madres, hijas, hermanas, novias; ingenieras, amas de casa, estudiantes, publicistas.

Tan distintas entre sí, viviendo y trabajando en ambientes dispares. Y aun así, tan concentradas en un interés común, con las mismas dudas, opiniones y criterios tan parecidos acerca de la importancia de la imagen, el color, el estilo, la proyección y la autoestima… Y otra característica: todas poderosas, dueñas de sí mismas, claras en lo que quieren, claras en lo que buscan, claras en cómo conseguirlo. Con tanta personalidad que al principio hasta me apabullaron. Pero siempre aparece esa veta de dulzura, acompañada con la clara concepción de sus derechos como consumidoras de un producto más: esta vez el mío.

Hoy fui el objeto de lo que hablo en muchos de mis seminarios: la mujer de hoy como clienta (y esto es en general, el hombre también) sabe lo que quiere, sabe cuáles son sus derechos, sabe pedir, preguntar. En fin, un taller de color maravilloso.

Al final del día tenía yo una ingeniera que trabaja rodeada de hombres, que sabe que el lápiz labial posee un poder indiscutible y que una blusa turquesa en vez de blanca no resta capacidades a nadie. Tenía al despedirme de todas, a una quinceañera que entendió que se verá como una princesa en su gran fiesta tan solo eligiendo el tono adecuado; a una mujer de ojos increíblemente bellos que ahora causará accidentes de tránsito al enseñar sus párpados maquillados para resaltar el color natural de sus iris; a una esposa tan elegante y fina que se saldrá de su clásica ruta de blancos, negros y beiges para sumergirse en rosas, fucsias, azules, turquesas… y ser aun mas bella, clásica con un twist.

Regrese a mi casa con un sabor dulce en la boca: la certeza de que mañana todas será objetos de comentarios como: “¡Wow, ¿qué te hiciste? Luces espectacular!”. Ellas sonreirán y dirán “…nada, ¿por qué lo dices?”…; y yo quedaré como parte de un secreto, como el diablito dentro del bolso listo para salir, siempre esperando un mail o una foto de ese traje bello que quieren confirmar que es perfecto para ellas. A veces, no hay anonimato más dulce que ése: el de ser por un rato la mujer-consejo detrás de otra mujer.

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