El bicentenario de Pichincha y el Trienio Liberal

Actualizado
  • 14/05/2022 00:00
Creado
  • 14/05/2022 00:00
“Las políticas del Trienio que pueden ser resumidas en: cumplimiento de la Constitución, conciliación, pacificación y diplomacia (Meza, 2007), fracasaron”

“El Trienio Liberal (acontecido en España entre 1820 y 1823) tuvo entre sus objetivos la implantación de la Constitución Política de la Monarquía Española, sancionada en Cádiz en 1812, e incidió en la redefinición de las relaciones de la Metrópoli con sus posesiones ultramarinas, en virtud de que el nuevo gobierno procuró evitar el desenlace previsible de una emancipación generalizada, planteando una nueva política conciliadora, sustitutiva de la militar represiva, característica del absolutismo de Fernando VII. (Meza, 2007; Breña, 2006; Chust, 2003; Anna, 1986).

Se trataba de una visión ilusa “[...] y desconocedora del rumbo indetenible de la emancipación en América” (Broseta, citado por Gil Novales, 2001; Chust, 2003) y que no tomaba en cuenta lo exhausta que estaba la población de Hispanoamérica después de diez años de continuos levantamientos y luchas por la independencia, que ya no poseía recursos y era consciente de las dificultades que conllevaba la alianza con cualquiera de los bandos en liza.

De otro lado, los seguidores de la Corona no eran un grupo monolítico. Uno de los objetivos estipulados en la Constitución, “[...] era la división e independencia de los mandos políticos y militares, que en una situación de guerra intensa (como la experimentada en todos los territorios sudamericanos) tenía uno de sus retos más importantes, porque (se produjeron) disensiones dentro del propio bando realista (entre autoridades del Cabildo y el ejército español, entre 'fidelistas o absolutistas' y 'constitucionalistas')” (Meza, 2007) ya que la necesidad permanente de abrir campaña obligaba a mantener unidas ambas jurisdicciones. Así, las constantes victorias de Bolívar en Venezuela llevaron a las autoridades realistas a unificar los mandos en desmedro de los dispositivos constitucionales (febrero 1821). Era la contradicción lógica entre una Constitución hecha para la paz, pero que debía operar en tiempos de guerra.

Paralelamente el Trienio liberal impulsó la convocatoria a Cortes con la participación de delegados americanos debiendo destacarse los discursos del caraqueño Felipe Fermín Paúl que buscó convencer a los liberales españoles sobre la necesidad del reconocimiento de la emancipación para mutuo beneficio (García, 1871, citado por Meza 2007). Los líderes patriotas (Bolívar al norte del continente, y, San Martín, al sur) observaron las ventajas militares de la renuencia del liberalismo para enviar más tropas a América (Blanco & Azpurúa, 1979) y vieron en ello una oportunidad para plantear el reconocimiento de la independencia como requisito para poder iniciar negociaciones de paz. Era claro que el discurso de los liberales españoles no caló porque los liberales hispanoamericanos –gracias a sus triunfos militares– habían neutralizado lo que la Constitución gaditana pretendía de las antiguas posesiones españolas. Llevados por su idealismo, Del Riego y sus seguidores no leyeron los nuevos tiempos que el republicanismo generaba en América.

“Las políticas del Trienio que pueden ser resumidas en: cumplimiento de la Constitución, conciliación, pacificación y diplomacia” (Meza, 2007) fracasaron, dejando como única vía de solución la opción militar.

La expresión militar de esta contienda ideológica con el republicanismo fue la batalla de Pichincha, cuyo bicentenario acontecerá en breves días, en la que Bolívar consolidó su hegemonía sobre los antiguos territorios de Nueva Granada, Venezuela y la Audiencia de Quito, y cuya estampa más representativa es el inigualable sacrificio del jovencísimo Abdón Calderón del batallón 'Yaguachi'. Un dato revelador es que en la oficialidad de ambos ejércitos se registraban admiradores de la Constitución de Cádiz. Si bien el caso español fue dramático porque dividió las convicciones y la moral de sus jefes militares entre 'fidelistas' (a Fernando VII) y 'constitucionalistas' impactando negativamente en el mando de las tropas; el de los patriotas mantuvo una cierta línea de respeto al liderazgo de Bolívar y de tolerancia hacia quienes venerasen la Constitución de Cádiz siempre que no se cruzase el umbral de la acción. A este grupo pertenecieron, por ejemplo, Thomas Jackson, coronel napoleónico irlandés que peleó en Pichincha. Debido a sus ideas liberales no puede volver a Europa y se quedó en Jamaica.

Adolfo Klinger, alsaciano napoleónico de origen judío, “aparece como uno de los firmantes de la independencia de Ecuador, en Cuenca, en 1820” (Andrade, 1909, citado por Jurado, 1991) que luego de la batalla de Pichincha es ascendido a capitán “y comandante de los 83 hombres de la compañía de artillería de la división peruana” (Puigmail, 2013) que peleó en ese histórico encuentro. Se naturaliza ecuatoriano en 1840, pero rechazó su filiación liberal lo que le granjeó numerosos enemigos.

En este recuento merece ser mencionado Víctor Amédée Ferrero, oficial napoleónico turinés, que, si bien no peleó en Pichincha, se destacó por otro hecho: izó, el 11 de marzo de 1821, la bandera tricolor carbonara (negra, roja y azul) gritando, “¡Viva la Constitución de España, viva la independencia de Italia!” en la plaza San Salvario del Piamonte (Galli, 1828, citado por Puigmail 2013). Derrotada la revolución liberal en ambos territorios decide viajar al Perú y, el 19 de agosto de 1824, “se encuentra con Simón Bolívar quien lo acoge en su ejército” (Puigmail, 2013). Durante los siguientes dos años Ferrero se destacará como autor de textos políticos liberales.

La inexorable decisión del teniente coronel Rafael del Riego, aquel 1 de enero de 1820 en Las Cabezas de San Juan (Andalucía) en favor de la Constitución de 1812 y el trascendental impedimento de zarpe de un ejército de 20 mil hombres hacia América, consolidó, sin proponérselo, el destino de una Latinoamérica políticamente independiente que acelerará el desarrollo urbano y abrirá nuevas expectativas a la burguesía ligada al comercio, la propiedad y las profesiones liberales que, al inicio de su vida republicana, estará constreñida por los rigores del caudillismo militar.

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