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- 03/11/2013 01:00
Era el más occidental de los escritores: ganador del Premio Nobel de Literatura en 1957, creyente en la filosofía metafísica del existencialismo, combatiente de la verdad. Albert Camus (1913-1960) se convirtió en víctima de los flagelos moralistas de occidente.
El próximo 7 de noviembre el mundo conmemorará el centenario del Nobel francés. Los festejos arribarán a la ciudad de Buenos Aires, Argentina, el 14 de noviembre, organizados, entre otras personalidades, por Marie Thérèse Blondeau, vicepresidenta de la Société des Études Camusienes, y por amantes de las buenas obras literarias en nuestra América.
¿’EXTRAÑO’ EN LATINOAMÉRICA?
El autor de La peste y El extraño visitó varios países de nuestro continente, entre estos Argentina en 1949, donde consiguió conversar con Victoria Ocampo, intelectual de alto vuelo con el cual editará sus obras, ya que era propietaria de la editorial Sur (algunos números los encontrará en la Biblioteca Nacional).
La sociedad ‘camusiana’ se fundó en París en 1983 durante el Coloquio Internacional de Cérisy-la Salle, publicando casi ininterrumpidamente un boletín trimestral, distribuido a fin de promover la cultura francófona vía electrónica, con el título Chronniques Camusiennes. Asimismo publica la revista Présence d’Albert Camus, que tiene como finalidad promover y apoyar Coloquios, Jornadas y Eventos.
Actualmente cuenta con presencia en Japón, Estados Unidos. En el contexto del Coloquio Internacional de Buenos Aires, realizado del 23 al 25 de agosto del 2010, aparició su ‘Sección Latinoamericana’.
UNA OBRA PARA EL DEBATE
La primera obra de este argelino-francés, se llamó El revés y el derecho, escrita entre 1935 y 1936. La misma trata sobre su infancia en Argelia. La publica en 1937 y la circula entre sus amigos cercanos.
Para el escritor Juan Cruz, la obra es una visita anónima -está escrita en tercera persona, los personajes a los que se refiere son obviamente seres cercanos, entre ellos, su madre omnipresente, poderosa imagen en la que se mira toda la vida- a los ‘manantiales’ de los que procede la metáfora mayor de su literatura, la perplejidad ante el mal y ante la injusticia y el olvido; pero el prólogo es un resumen maduro de esas contingencias de las que abomina y de las que él asegura que se vacunó en sus primeros años.
En primer lugar, dice, ‘la pobreza nunca me pareció una desgracia: la luz derramaba sobre ella sus riquezas. Iluminó incluso mis rebeldías’. El revés y el derecho le da pretexto a Camus (y nos da pretexto a los que hemos aprendido de él a sentir que la desgracia es gobernada por el azar) para explicar por qué ‘nunca’ fue picado por el más terrible insecto: ‘la envidia, auténtico cáncer de las sociedades y de las doctrinas’.
No quiere ser arrogante, aunque entre sus virtudes la modestia se quedó tan solo en el origen. Considera que ‘el mérito de esta afortunada inmunidad’ se lo debe, ‘ante todo, a mi gente, que carecía de casi todo y no envidiaba casi nada’.
Después vinieron La peste y El extranjero, por citar, tan solo, dos de sus obras culminantes, en las que conviven (como en estas páginas) la ternura y el desvalimiento, la sinrazón y la violencia, la perplejidad y el crimen.
INFLUENCIA A NIVEL LOCAL
Para los hijos de Prometeo y Némesis (panameños y universales como cualquiera) nos encontramos con El Hombre Rebelde, una de sus primeras obras traducidas al castellano llegada a nuestras costas. Si Prometeo es presentado por Camus (‘Prometeo en los infiernos’ de El Verano) en relación con el hombre rebelde, que defiende lo que el hombre es, integralmente, en sus valores y necesidades tanto materiales como espirituales; Némesis es nombrada (en ‘El exilio de Helena’ de El Verano) como ‘diosa de la medida, fatal para los desmesurados’. Hay una propuesta de medida y equilibrio, en lo concreto, pero metafísica, entre un idealismo purificador y un pragmatismo alienante.
La reflexión filosófica de Camus se proyecta al ámbito artístico. Hemos de considerar, los relatos de esta época: El Exilio y el Reino y La Caída, así como su actividad teatral, y hasta su proyecto de novela El Primer Hombre.
Sus primeros influenciados serán el filósofo nacional Diego Domínguez Caballero, el cual polemizará con Leonel Ferguson, luego Carlos Chuez, quien será impactado profundamente por los pasajes de La Peste, como —confesó a sus amigos de la época—. También de Camus tomaron prestado José de Jesús Martínez, Roberto Hernández y aquel arquitecto de las letras que fue Ricardo J. Bermúdez.
De cara al centenario del aniversario de Camus recordamos las palabras de este polémico defensor del pesimismo occidental: ‘Un mundo donde no hay más lugar para el ser, para la alegría, para el ocio activo, es un mundo que debe desaparecer. Ningún pueblo puede vivir exilado de la belleza. Y esta Europa… se aleja sin parar de la belleza. Por eso se convulsa y por eso morirá, si es que la paz no signifique para ella el retorno a la belleza y devolverle su lugar al amor... Toda vida dirigida hacia el dinero es una muerte. Renacer consiste en el desinterés.’ (Carnets II, p.92).