- 02/06/2010 02:00
Una vez cuando tenía 11 años, mi abuela me llevó a Peña Blanca (un pueblito cerca del pueblo donde crecí) a la casa de unos compadres de ella para que me hicieran mi primer par de cutarras. Recuerdo al compadre de ella midiendo mi pie encima de un pedazo de cuero y también recuerdo que el olor me resultaba ser muy peculiar, superfuerte, nunca lo olvidé.
Después de pasar mi verano gringo en Las Tablas con mis cutarras puestas para las fiestas de Santa Librada en julio, regresé muy orgullosa a Tampa, Florida, con mis sandalias únicas. Nada más pude usarlas como por un mes antes de que el frío me forzara a guardarlas en mi closet y cuando las recuperé para mi próximo verano en Panamá, el crecimiento se había encargado de que no me quedaran mis sandalias tableñas.
Nunca más volví a hacerme un par de cutarras, eso hasta ahora. Para carnavales conocí a un chileno llamado Claudio ‘Braulio’. La primera vez que lo vi fue frente al Portal, el sitio donde yo celebro mis carnavales desde hace un par de años.
Justo estaba conversando con Elías Castillo cuando me presentaron a este joven adulto que impregnaba con su risa tan específica y contagiosa. Recuerdo que en ese momento se rió y el diputado Castillo y yo nos sorprendimos de su risa tan hermosa.
Los carnavales vinieron y se fueron, es allí cuando realmente conocí a Claudio. Resulta ser que nos fuimos a la playa juntos para descansar después de los carnavales y allí fue donde este profesor me voló la cabecita por su interés en mis tradiciones tableñas.
La verdad fue un placer verlo en el proceso de aprendizaje, ¡se tiró de cabeza como un mismo macho e monte! Empezó con una ida de cacería con los pescadores del ciruelo, cazó un mapache y otras cosas que no las podría comentar en este artículo por respeto a mis amigos que protegen nuestros animales salvajes, pero él me aseguró que ¡se los comieron todos!
El chileno hasta fue a Chiriquí por el día, donde conoció a Yaritza Espinosa, una de las activistas ambientales más revolucionarias de esa área. Ella lo llevó a los ríos y le presentó a los indígenas que son los afectados por el supuesto progreso en nuestro país, donde él escuchó sobre sus luchas.
Y finalmente entre todo lo que estaba aprendiendo Claudio de mi cultura, decidió instruirse en el arte de confeccionar las cutarras. Su primer par fue las que hizo en el procedimiento del aprendizaje, donde su maestro abrió los huecos con un machete, qué miedo... ¡Ah y con unos tragos de seco para acompañar!
Yo fui la privilegiada modelo de su segundo par de cutarras, empezó mojando el cuero para aflojarlo, estaba dispuesta a prestar atención esta vez, ya que cuando tenía 11 años ni me percaté de lo que estaba pasando. Mojó la plancha de cuero, que sería la plantilla, y también mojó las tiras, la plantilla se quedó como por 30 minutos.
Después me llamó para que pusiera mi pie para la medición, con un exacto cortó el cuero mientras yo allí estaba un tanto nerviosa que se llevara un dedito. ¡Ah! Primero el derecho y después el izquierdo, he aquí el primer y único error de Claudio, midió el mismo pie dos veces, nunca llegó el izquierdo, pero bueno, todos cometemos errores y especialmente cuando estamos aprendiendo a hacer cutarras ¡hello!
La parte de abrir los huecos para las tiras fue lo más dificultoso, y tratando de meter las tiras realmente le sacó gotas de sudor a mi bello amigo, cuando miré sus dedos me di cuenta de las llagas y la sangre que tenía en los dedos, sentí maripositas en el estómago, me quedé sin aliento, se veía realmente doloroso, y cuando levanté la mirada él estaba ¡riéndose a carcajadas!
La cosa es que finalmente quedé con mis cutarras, me cortó la punta para que tuvieran un diseño más moderno, su iniciativa fue una movida muy de ‘fashionista’, porque quedaron espectacular. Jajaja.
La verdad, la pasé increíble en el portal de mi abuela esa tarde, entre la música de Michael Buble, las pizzas de Arcelio, y Smirnoff Black Ice la pasamos superior creando memorias para el mañana.
¡Estoy segura de que mi abuela Zenaida, mi abuelo Elías y Tito Pérez estaban allí cada instante gozando conmigo, con Braulio y sus cutarras!