Columnistas eran los de antes

No es un error, lo que ves es lo que hay: La Estrella me ha reclutado como nuevo columnista dominical. No, si yo fui el primero en sorpr...

No es un error, lo que ves es lo que hay: La Estrella me ha reclutado como nuevo columnista dominical. No, si yo fui el primero en sorprenderme con la noticia. Qué mal anda el periodismo nacional, pensé, cuando me han llamado a mí y no a otros periodistas más serios que yo. Aunque no más sexys, claro. Sospecho que no han de querer nada demasiado formal y circunspecto, entonces. Y me alegro. Después de todo es una columna dominical, día en que provoca más irse a la playa o estar pendiente del sorteo de la lotería.

Hay que agregar que Panamá no es un país serio tampoco. Es más bien cheverón e impulsivo, sabrosón y poco sesudo, gracias a la pérdida de neuronas a la que nos ha sumido el blower nuestro de cada día. Cómo, si no, se explica que tenemos mega torres millonarias, pero no hay aceras; y las pocas que hay están ocupadas sirviendo de estacionamiento para autos 4x4. Lo loco es que la gente dice que soy zurdo por preocuparme por los peatones, cuando lo que me inquieta es averiguar dónde fue que dejamos olvidado el sentido común. Seguro fue en un carnaval, fiesta que celebramos con toda la seriedad y rigurosidad que no empleamos en el resto de las cosas.

P ero mejor, ¿no? Me pregunto qué otros países podrán jactarse de esas increíbles incursiones al terreno de lo absurdo que nos prodiga nuestra querida y bien ponderada lógica nacional. ¿Qué otras naciones tendrán diputados como los nuestros, tan empeñados, año tras año, en discutir una ley para prohibir el Halloween? Por ahí no son honrados ni saben hablar muy bien en público. Pero qué humor, señores. Qué capacidad para hacer broma de ellos mismos, y de nosotros, montando esa cacería de brujas que, vaya uno a saber por qué, nunca tiene un final feliz y se repite y se repite. Demos gracias y celebremos, pues no importa qué tan altos y ostentosos sean los edificios que construyamos, Panamá nunca perderá esa esencia de aldea y ese sabor tropical que tanto nos gustan.

Este es el gran karma de los que escribimos ficción en este país: ¿cómo competir con esta realidad nacional tan estallada y disparatada? Y ni hablar del periodismo. Si uno estudia convencido de que se puede salvar el mundo defendiendo la verdad y los intereses colectivos, cuatro o cinco años en la Universidad de Panamá (que más que carreras universitarias, ofrece carreras de obstáculos) para acabar siendo un comentarista de circo. Cuando no la propia foca, porque cada día veo más colegas con ansias de protagonismo. ¡O haciendo el oso!, que es aún más divertido.

En ese escenario, arranco con esta columna sin saber muy bien para dónde va. Dentro del periódico hablé con mi editora, con el director, con el gerente, con el presidente y con la mano que mece la cuna, solo me faltó el dueño; y cada uno tiene una idea tan buena como distinta a las demás. Así que volví al mismo punto de partida: ¿Para qué sirve una columna dominical en Panamá hoy? No lo sé, pero me parece más sensato descubrirlo junto a ustedes y divertirnos irremediablemente en el proceso. Solo espero que la política no se nos filtre demasiado y podamos charlar sobre cosas que nos interesen mucho más.

PERIODISTA
Lo Nuevo