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- 04/02/2023 00:00

Si le menciono amigo lector nombres como Charles Manson, Jim Jones o Marshall Applewhite, ¿podrá reconocer lo letales que eran? Ahora y, debido a los múltiples documentales que se han dado, conoce al menos uno de esta lista por sus horrendos crímenes.
En este siglo, rondan personas con grandes talentos y recursos para manipular, controlar y dominar a otras, a veces de forma sutil, otras, de formas más obvias y no es necesario entrar a un culto para caer en sus garras, solo hay que dejarse convencer de forma individual o grupal para no darse cuenta que ya se es víctima.
¿Podemos ser víctimas de un manipulador? ¡Sí! basta con que él o ella pueda descubrir cuáles son nuestros puntos débiles, deseos o necesidades para que inicie su labor de manipulación y, más aún, si este individuo posee unos de los cuatros rasgos más letales de personalidad del mundo: narcisismo, paranoia, psicopatía o Síndrome Border Line.
A estos rasgos podemos sumarles otros letales como: megalomanía, maquiavelismo, violencia, apatía, síndrome de personalidad magnética... (por mencionarle algunos).
Ahora usted dirá: “ah, esto solo sucede con personas débiles y casos policíacos”, pero y si le digo amigo lector que la manipulación se encuentra presente en los trabajos comunes y corrientes, en la política, publicidad, marketing, medicina, religión y hasta dentro de una familia “normal” ¿me creería?
Ahora le diré otros nombres Donald Trump, Steve Jobs, John F Kennedy, Obama, Bill Gates... personas muy pero muy carismáticas que, por sus palabras o actos conscientes o no, nos convencen a ser seguidores, creyentes y, a veces, víctimas inconscientes de su acciones o creaciones.
¿Qué es un manipulador? Es aquella persona que necesita controlar, cambiar y deformar los comportamientos o percepciones de los demás. Son muy difíciles de identificar ya que son individuos muy hábiles socialmente y cuando nos damos cuenta de la manipulación, el daño ya está hecho.
¿Cómo los podemos detectar? Casi es imposible, sin embargo, le compartiré cuatro pistas claves que pueden alertarle y, que, además, le ayudará a ser más observador y a escuchar su entorno.
Están especializados en detectar las debilidades: Absolutamente todos tenemos debilidades y son el instrumento que utilizan para herir, puesto que, si titubea en lo que cree, algo le produce vergüenza y desea ocultar, el o la manipuladora tratará de averiguarlo y, si se da la ocasión, podrá usarlo en su contra.
No se detendrán hasta conseguir lo que desean: Muestran pocos reparos a la hora de pisar a quien sea, para ellos el fin justifica los medios. Cuando van a actuar no les tiembla el pulso para hacer lo necesario con el propósito de alcanzar sus objetivos, con todo ello sus conductas suelen pasar desapercibidas ya que son buenos actores.
Son insaciables: La manipulación les hace sentir poderosos y, como suele ocurrir con el poder, siempre desean más (aquí es donde entra la megalomanía). Sus principios morales y realidad están distorsionadas (caso Steve Jobs y Donald Trump). Son conscientes de que por sí mismos son incapaces de alcanzar un objetivo, pero que su capacidad manipuladora puede llegar a su meta haciendo uso de méritos ajenos. Les colma la ambición, unas ansias que al igual que la droga les produce una especie de adicción.
Necesitan el control: El manipulador suele padecer el conocido “complejo de superioridad”; también suelen tener rasgos cercanos al egocentrismo y narcisismo. No obstante, las personas que sienten la necesidad de considerarse superiores a los demás, incluso seres perfectos, denotan una cierta inseguridad la cual revisten con la apariencia de poder, pero que en el fondo ocultan un miedo apabullante a mostrarse débiles.
¿Son iguales todos los manipuladores? ¡No! Dado que la manipulación es un arte, podemos decir que consta de diferentes capacidades y habilidades.
El incitador: Hace alarde de fuerza con cierta agresividad. En este caso, si usted es una persona pasiva cederá ante ellos para no enfrentárseles. De esta forma, el manipulador conseguirá mediante la coacción lo que quiere.
El desprestigiador: El narcisismo de este sujeto es especialmente marcado. Simplemente se siente perfecto. Él es la medida de las cosas, su regla es la única. Son personas que se dedican a juzgar a las demás, pero que no suelen mirarse en el espejo si no es para alabarse a sí mismos.
El interpretador: Este tipo en concreto es de especial nocividad cuando de un grupo de personas se trata, tiene una personalidad maquiavélica y retorcida, actúa extrayendo sus palabras y cambia su sentido, un sentido intencionadamente diferente al mensaje que usted quería comunicar.
La víctima: A este sujeto el mundo le ha hecho daño, no cesa de lamentarse que todo lo malo le pasa a él o ella y de preguntarse a sí mismo(a) “¿por qué a mí?”. Se centra mucho en su propio dolor, escudando sus actitudes y conductas reprobables bajo el victimismo.
Para no caer ante este tipo de personas, debemos sí o sí trabajar en nuestra autoestima y procurar conocernos a profundidad, querernos con pasión y locura, valorarnos y respetarnos. Por favor, si conoce a alguien así, aléjese de él o ella, busque ayuda si es necesario, porque le garantizo que será una labor casi titánica e imposible cambiarles su personalidad tóxica y destructiva.