El futuro de las librerías en Panamá

Actualizado
  • 16/08/2015 02:00
Creado
  • 16/08/2015 02:00
La diversificación hacia otros objetos de consumo o la especialización temática. Estas son algunas opciones que le quedan a los libreros

El profesor Octavio Castillo acaba de terminar una reunión en la librería de la Universidad de Panamá, un diálogo por el que orbitaría de fondo el hoy y el mañana del negocio.

‘Platicábamos sobre lo que tenemos que adoptar en las librerías, y es, trabajar con el libro electrónico'. Rodeado de ejemplares académicos, tomos especializados y obras de literatura, el nuevo director de la librería universitaria da luces sobre un nuevo rumbo en este comercio.

‘Un libro técnico, hablando de uno que necesitas y que te va a dar conocimiento para tu formación profesional, que te puede costar 80, 90 dólares, lo vas a tener un semestre por 10 dólares', advierte. Quizá resulta paradójico, pero el oficio de un local que vende conocimiento tendrá que hacerle frente a la tecnología que ha nacido de la mente humana.

Sin embargo el modelo que plantea el profesor es una ecuación que en algún momento se verá obligada a encarar la inmensidad matemática del software libre y la posibilidad de descargar textos gratuitos, una alternativa que ya ha golpeado cadenas globales de librerías como la cristiana CLC y su experiencia con el segundo libro que imprimió Gutenberg. ‘Hay muchas páginas de internet donde los clientes bajan las biblias. Eso obvio nos afecta en alguna forma porque esas personas antes las compraban', menciona Milton Chen del departamento de ventas de CLC. Antes era raro ver a un cura, un pastor, leyendo las sagradas escrituras en otro soporte que no sea el libro. Hoy, es normal que un predicador pase del salmo al evangelio deslizando el dedo sobre una pantalla táctil.

¿DESVANECIMIENTO GRADUAL?

Por eso no sorprendería que el fenómeno se repita con distintos ejemplares que hoy descansan en las repisas de otras librerías.

Por lo menos Rodrigo Terán de Exedra Books sugiere algo parecido, identificando que hoy de 100 compradores de libros un 8 o 10% ha dejado de comprar libros en papel para dedicarse a los digitales. ‘Este panorama cambiará en un futuro muy lejano. Poco a poco afectará a la juventud que está empezando a vivir una vida electrónica. De aquí a unos 15 o 20 años va a influir mucho en cuanto a la venta de (ejemplares) físicos'.

Pero no solo la cualidad física del libro es una discusión que compete a futuro, sino también la del local en sí.

El profesor Castillo le regala, por lo bajo, 500 años más al libro. ‘Como con la imprenta', formula. Pero, ¿qué va a suceder con esos establecimientos cuyos mostradores ofrecen antidepresivos, ventanas a otros mundos y cápsulas de conocimiento en forma de páginas?

‘Es un poco especulativo decir lo que va a ser el negocio en cinco años', dilucida Rodrigo Burgos, vicepresidente de Distribuidora Lewis S.A., empresa encargada de abastecer de ejemplares el almacén Gran Morrison —cuyo departamento más grande es justamente el de libros— y más de 150 puntos de venta en el país.

El vocero esclarece que hasta el día de hoy una librería únicamente de libros es bien difícil que gane dinero, a menos que se tenga una cadena de librerías estratégicamente montada. ‘En Panamá sí se lee, pero la lectura es de impulso, la gente no sale a las librerías —enuncia—. En la feria del libro se produce un fenómeno diferente: mucha gente va, el libro está ahí, lo ofertan, y lo compran'.

En esta misma línea, Burgos explica que las librerías, en lugar de sentarse a esperar a que el cliente vaya a verlas, éstas deben ir al cliente, a los diferentes lugares por los que transita, farmacias, supermercados y otros tipos de negocios. Quizá por eso las librerías se desvanecen poco a poco, porque van encontrando lugar en el pasillo después de los cosméticos, junto a la barra de café o antes de las sales de baño.

‘El futuro de las librerías ahora mismo es óptimo, pero es un negocio que hasta ahora no ha dado los frutos esperados si solo vendes libros –ensaya Burgos–. No podría especular, lo que sí es que para mantenerse tienen que dar negocio, y el negocio solo de libros no da'.

Otra librería especializada, Amolca, que ofrece libros orientados al campo de la medicina, refuerza este punto. ‘Nuestro modelo de negocio es distinto al de la librería común porque manejamos un sistema en el que el 70% de las ventas se realiza directamente, o sea, puerta a puerta. Tiene un margen de rentabilidad, sin embargo los costos de inventario diluyen esos ingresos', explica el gerente Mario De Gracia Ortega, para quien además los libros impresos de esta especialidad siguen siendo competitvos.

EL DOBLE FILO VIRTUAL

Para Milton Chen de CLC la única posibilidad de que desaparezca el libro o que las librerías caigan en efecto dominó, y no paulatinamente como ha sido hasta ahora, es que se establezca una ley que controle la producción de papel, por ejemplo por la tala de árboles. ‘Entonces sí cambiaría el mercado completamente. El mercado digital se va a ir llevando una porción cada vez más, no sé de aquí a 30 años. Sí se va a ir reduciendo bastante, pero no de un sopetón'.

Al ser una cadena internacional, la librería CLC recibe información de sus sedes en Inglaterra, Estados Unidos y el resto de franquicias en Nueva Zelanda y Australia, algunas forzadas a cerrar sus puertas. ‘Algunas han sido muy afectadas, pero más que por el libro electrónico, ha sido por las ventas en internet, porque ha entrado Amazon con mucha fuerza y ha establecido depósitos, una red de distribución a un costo más barato que en las librerías'.

Aquí recae la importancia de la filosofía expuesta por Rodrigo Burgos, aquel ir por el lector, en lugar de que le lector vaya al libro o una librería. Una idea que también encuentra —y debería proyectarse a encontrar— apoyo en las herramientas digitales, como está sucediendo con las bibliotecas, que, según el docente Castillo Sánchez, tampoco van a desaparecer. ‘Tienen que asumir ese compromiso de usar la tecnología para divulgar, para traer ese cliente que tal vez hoy está muy pendiente de su celular, de sus redes sociales', dice el catedrático.

Las compañías de ventas por internet seguirán compitiendo con las librerías panameñas en el futuro. Incluso podría brotar el paisaje que pinta el escritor Carlos Wynter. ‘Puede que desaparezcan los espacios físicos, pero no el librero; se necesitará siempre un especialista en libros'. Muere el anaquel y en la escena del crimen el librero y un clíc son testigos.

En Buenos Aires, por ejemplo, se viene hablando desde hace apenas un año sobre librerías a puerta cerrada, quizá otra forma en la que se van desintegrando las librerías tradicionales para encontrar refugio en espacios pequeños. Una experiencia que tiene como pilar la intimidad, una probable moda con el devenir de los años.

Tampoco se deben perder de vista en el horizonte los espacios alternativos, como en el caso de París. En el Estanque de la Villete, flota un barco que ofrece a sus clientes libros alineados a la temática marítima. Un fenómeno del que se desprenden dos puntos a contemplar: lo distinto de un espacio y su especialización. Esto último, un tema que podría sacar adelante a las librerías panameñas de la merma ocasionada por la tecnología. ‘Casi todas (las librerías en Panamá) tienen los mismos libros y eso es parte del problema —sostiene Luis Fernando Fraguela, dueño de la Librería Cultural—. Sería mejor que cada una se especializara en un tema'.

Luis Eduardo Henao, de la Cultural Portobelo, rescata que aunque las librerías están vivas, son algo que se va perdiendo. ‘Llega el momento en que solo la están manteniendo por cariño, acumulan inventarios, se va haciendo menos rentable'.

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10% DE CLIENTES

Han cambiado los libros en papel por los digitales.

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