La cantante argentina Nicki Nicole resalta la importancia de mantenerse “con los pies en la tierra” en una entrevista con EFE por su visita a México, donde...
- 15/12/2019 00:00
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E La cita fue en el auditorio Telmex de la ciudad de Guadalajara, estado de Jalisco, México y coincidió con la realización de la Feria Internacional del Libro, la más grande de habla hispana. Esa sala de conciertos tiene un aforo de 8 mil personas y estaba casi llena. El concierto “No hay dos sin tres” empezó puntual: Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina volvían a las andanzas, en una gira que empezó en Chile a fines de octubre, donde no se pudieron presentar por los disturbios que se escenificaron allí, pero que ha continuado con singular éxito por Argentina, Uruguay, Paraguay y ahora México, para continuar en Costa Rica y de allí vuelven a España, para cantar en Madrid y Barcelona, en enero y febrero.
Anteriormente estos dos monstruos de la canción de autor se habían presentado juntos en un par de ocasiones, en 2007 en una gira que abarcó 72 conciertos y en 2012 volvieron con un el espectáculo “Dos pájaros contraatacan”, en donde promovían su disco en conjunto La orquesta del Titanic y solamente en Buenos Aires, donde los aman, se presentaron 18 veces. En esa ocasión también visitaron México, donde le rindieron un homenaje a Chavela Vargas, que falleció ese año, y también cantaron en otros países. Ahora, con “No hay dos sin tres”, están cerrando una etapa gloriosa y con un espectáculo en que parece que uno experimenta una realidad virtual, por la maestría con que se logran los efectos escénicos y la dinámica que por tres horas desarrollan en la tarima.
Se inició con una advertencia de que no se podía filmar ni tomar fotos, pero que, por decisión de los cantantes, podíamos hacer caso omiso de esas reglas. Gracias a los promotores del evento, nos sentamos en la tercera fila y casi podíamos tocarle las barbas al flaco (Sabina). Como se habían apodado “dos pájaros” la figura que usaron para abrir el concierto, de dibujos animados, era la de dos pajarracos que llegaban en un avión, daban vueltas y al final sufrían un aterrizaje forzoso. Tras unos efectos de humo y entre bromas, aparecieron los dos grandes cantautores, —Sabina con bombín—, siempre mencionando alguna situación puntual en el mundo, como las migraciones, el lenguaje incluyente y burlándose del reguetón y con las usuales bromas a la falta del uso del flaco de la tecnología (Joan Manuel dice que Sabina alega que Netflix es una marca de toallas desechables) se inició una noche inolvidable ante un público mayormente joven, que se sabía la letra de casi todas las canciones y las entonaba con entusiasmo y vítores.
Arrancaron con la canción de Sabina “Esta noche contigo”. Lo interesante de esta dupleta es que uno interpreta la canción del otro indistintamente y se les nota que disfrutan de la delicia de un vínculo de humor, provocaciones y poesía. Entre canción y bromas sus amenas conversaciones tenían doble sentido. El concierto, como dijeron, era antológico, un “ridículum vite”, agregó Sabina. Siguieron con “No hago otra cosa que pensar en ti”. Estaban vestidos con unas llamativas chaquetas de colores brillantes. Enseguida empezó con entusiasmo, “Aves de paso”, una de las canciones emblemáticas del flaco, dedicadas a las peluqueras. De vez en cuando le agregaban un guiño a los mexicanos y la ciudad que los estaba acogiendo.
La noche siguió con canciones de uno y otro, a veces interpretadas por uno de ellos, pero la mayoría por los dos, hasta en catalán cantaron. Entre melodías, exaltaban la amistad que los ha unido tanto tiempo, siendo tan diferentes. No escaparon “Las malas compañías” de Serrat, cantada a dúo, “Lo niego todo”, la canción que le dio título al CD que lanzó el flaco hace dos años y a cuyo concierto asistí en Madrid. Hablaron de toros, de fútbol, de mil cosas, ante el arrobo de los presentes dando paso a “Pero qué hermosas eran”, que cantamos todos a voz en cuello.
No podía faltar “Una canción para la Magdalena”. Los fondos del escenario eran dinámicos, futuristas, magníficos. Sabina salía y entraba de vuelta y ambos se cambiaron varias veces, además de usar varias guitarras. Todo era sincronizado a la perfección. “Fue sin querer” fue interpretada por Serrat junto a la hermosa voz de Sfía Mohamed, nueva en el grupo y con fotos de fondo de Chavela Vargas y José Alfredo Jiménez y alegorías a los patios de las casas mexicanas y sus simbólicas banderillas de papel crespón.
La emblemática “Tu nombre me sabe a hierba” la cantó Serrat solo, con mucho entusiasmo del público y de allí salió el flaco refiriéndose a la siguiente canción “Nanas de la cebolla”, de Serrat, que fue inspirada en un poema de Manuel Hernández, una canción de cuna, escrita en 1939 que también ha interpretado Alberto Cortez (en 1989). Serrat la estrenó en 1972. Sabina siguió dedicándole la canción “Peces de ciudad” a los escritores mexicanos, muy amigos de él y presentes en el concierto, Ángeles Mastretta y Héctor Aguilar Camín. En esa canción se hace una referencia a la obra de Juan Rulfo.
Llegó el momento de escuchar los himnos de Joan Manuel, empezando por “Cantares” interpretado por los dos pajarracos amigos en el escenario y por todo el auditorio, con gran energía y amor. El pregón más importante de esa canción es “caminante no hay camino, se hace camino al andar” del poeta Antonio Machado, incluido en su obra Proverbios y Cantares. Seguidamente “Lucía”, también del Nano, como le dice Sabina al catalán. Y enseguida “Mediterráneo” cantada por todo el público.
Era la hora de conocer a la banda, y fue presentada con sendas descripciones gráficas en la pantalla. Los fieles Antonio García de Diego y Pancho Varona no faltaron, así como Mara Barros y José Miguel Pérez Sagaste, el que usa una falda escocesa. Mientras estaban en esa presentación los cantantes se ataviaron como piratas para entonar “La del pirata cojo”. Eran unos sendos atuendos que llevaron con mucha elegancia y seguían en el fondo las escenas alusivas a lo que cantaban y al final Serrat salió del escenario con un cuervo real en el hombro. Durante sus pláticas dijeron entre bromas que en Europa estaban pasando muchas cosas, los chalecos amarillos, el Brexit, los catalanes y pensaron, si a Evo le habían dado asilo en México, también ellos podían pedirlo.
Llegó el momento de “Princesa”, icónica de Joaquín, cantada con entusiasmo por el público. Enseguida la mítica “Señora” de Joan Manuel. Después de una larga y entretenida plática, con chanzas y burlas, cantaron “Un mundo raro”, compuesta por el mexicano José Alfredo Jiménez, con alegorías a él en el fondo. Le siguió “Y sin embargo”, de Sabina, el público cantando casi más que él y él poniendo el micrófono hacia los que lo queremos tanto.
Cantaron al unísono la canción del Nano, “Hoy puede ser un gran día”, a la que siguió la famosa “Noches de bodas” de Sabina, con gran ovación y con José Miguel tocando el acordeón (toca además la flauta y el saxofón, primordialmente), y, sin interrupción, “Y nos dieron las diez”, incluyendo a los “pinches federales” como un guiño a México. Era el final (o eso creíamos) y empezó la petición de otra, otra. Cantaron la famosa “Contigo”. Antes de despedirse, Sabina contó que Joan Manuel les puso a cantar en guaraní en Asunción, Paraguay. Recalcó que en el mundo hay demasiadas fronteras y demasiadas banderas y se dirigió a una persona que estaba protestando con una bandera en contra de la posición de Joan Manuel por el tema catalán. Y manifestando su respeto por los idiomas, cantaron en catalán, “Paraules d'amor”.
Antes de despedirse, entonaron “Pastillas para no soñar” con imágenes de lo que sería un dispensador de esos artilugios. El concierto llegaba a su fin, pero no dejó Sabina de sacar los platillos que tan bien los usa. Se retiraron, pero volvieron tres veces, con “Fiesta” para finalizar. Tres horas de un concierto inolvidable, 32 canciones, dinámico, elegante, bien ilustrado, y, sobre todo, muy sincero. Encontré a Joan Manuel bastante bien, aunque envejecido, pero al flaco, para mi sorpresa, lo noté lleno de vitalidad, con la voz mejor que nunca y muy en su papel. ¿Será por su próxima boda con su “venus latina” a la que le pidió matrimonio durante esta gira, su compañera desde hace 20 años, la peruana Jimena Coronado?
El famoso escritor español, estuvo en el concierto acompañándome, le llevó un libro a Sabina y otro a Serrat, de su autoría y ésta es su opinión:
He tenido la oportunidad de ver a Sabina y Serrat en el auditorio Telmex de Guadalajara, que estaba lleno a rebosar. Y, al igual que las ocho mil personas allí presentes, he vibrado al son de sus canciones, me he emocionado con las letras, me he divertido con sus chistes. Igual que hace treinta años cuando los vi en mi país, en España. Da igual que canten en Paraguay, en Bogotá o en Panamá, la emoción es la misma. La sorpresa ha sido descubrir que han sabido renovar su público porque la mayoría eran jóvenes que tarareaban las mismas canciones que a mí, a su edad, también me conmovían. Si sus baladas transcienden las fronteras, es porque transmiten verdades universales. No podía dejar de pensar que estaba viviendo un momento único: si bien su arte no tiene edad, ellos sí la tienen, y vendrá el día que no puedan salir al escenario. Ese sentimiento de la premura de la vida contrasta con lo eterno de sus canciones, que es la eternidad de la poesía. Un día no estarán en el escenario, ni nosotros entre el público, pero sus poemas cantados tendrán siempre un lugar en los corazones de los que nos siguen.