Palabras que hieren

  • 26/03/2017 01:02
Llamar a un asesino ‘asesino' no es un insulto, es una definición. ¿Comprenden la diferencia?

Las palabras tienen poder. La palabra es magia. En uno de los libros sagrados se cuenta que un dios dijo y así se hizo, y más tarde el Verbo se hizo carne. Muchos otros dioses soplan, conjuran, exhalan hálito de vida sobre sus criaturas. Sí. Las palabras tienen poder, pero nosotros somos simples mortales, y no podemos convertir a una persona honrada en un caco solo con decirle a la cara que lo es. Ni podemos hacer que un dechado de virtudes se convierta en deshonesto por obra y gracia de nuestro aliento. Llamar a un asesino ‘asesino' no es un insulto, es una definición. ¿Comprenden la diferencia?

Por esa misma regla de tres, que se coarte nuestro derecho a llamarlos ladrones, inmorales, ignorantes o asesinos, no va a hacer que los que los son dejen de serlo, ni va a lograr que sobre ustedes caiga un velo de olvido junto con el velo de silencio.

Si usted es un animalico que no sabe, por poner un ejemplo, qué es la identidad de género no se meta en honduras y luego pretenda echarle la culpa de su ignorancia al que le hizo la pregunta. Dejen ya de buscar la fiebre en las sábanas y empiecen a darse cuenta de que, hoy en día, la censura es imposible. Se terminó la era del criterio de autoridad y de la posibilidad de esconderse en los entresijos de los tonos de gris.

El problema no es que las palabras que nosotros les lanzamos a ustedes los hieran, para eso existe el delito de calumnia e injuria. Si yo lo llamo ladrón y usted no lo es, me denuncia, demuestra que yo estoy mintiendo y a mí me cae la del pulpo. Aquí paz y después gloria. Ahora bien, si usted no es honrado ¿a santo de qué pretende que yo lo trate con paños calientes y siga llamándolo ‘honorable'? El cargo amerita respeto, el tiparraco (o tiparraca, que en esto tampoco vamos a discriminar) que lo enloda no lo merece.

Las palabras no ofenden, ofende la mentira o la mala intención. Yo soy blanca, pero blanca transparente cual panza de limpiacasas, tengo una piel lechosa tirando a asquerosilla en la que se me notan todas y cada una de las venas. Y cuando tomo sol a lo máximo que llego es a un color dorado amarillento. ¿Voy a ofenderme porque alguien me llame blanca? Si me ofendo es que soy imbécil. Que nací en España es sabido y asumido. ¿Me ofende que me llamen española? No debería si quiero mantener mi cordura. Ahora bien, muchos estultos han usado ambos términos para tratar de insultarme, (qué imaginación tan pobre, con la cantidad de adjetivos que se me podrían aplicar). Ambos términos son descripciones, no me insultan.

Entonces, si usted ha recibido ‘comisiones' indebidas es usted un corrupto. Si ha pagado usted coimas, es usted un corrupto. Si usted ha robado algo, lo que sea, es usted un ladrón. Si ha infringido la ley usted es un delincuente. Si ha matado, es un homicida, o un asesino, (aunque usted sea abogado y por sus influencias y malas artes ande por ahí tan campante sin haber asumido las consecuencias de sus actos).

Las palabras no ofenden, se ofende su mala conciencia cuando sabe que, lo que le llaman, lo es. Se ofende el ladrón cuando se lo gritan a la cara, porque él juraba que podría robar, irse de rositas y seguir siendo ‘honorable'. Se ofende el asesino porque creyó que podría matar a dos personas y seguir manteniendo la cabeza alta.

No prohibamos las palabras, prohibamos la impunidad.

COLUMNISTA

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