El español americano, el Istmo y la incógnita

Actualizado
  • 22/09/2019 07:00
Creado
  • 22/09/2019 07:00
Ante el inédito encuentro cultural, y propiciado por la llegada de los conquistadores al nuevo mundo, la lengua española adquiere cualidades únicas que van evolucionando con la historia
El español americano, el Istmo y la incógnita

El español que llegó a América podría decirse lampiño. Con “solo” 500 años cumplidos, tal vez por “joven” y curioso pronto aceptó vocablos que escuchaba por primera vez y los incorporó a su andadura conquistadora.

Cuando llegó a Panamá, con el mismísimo Cristóbal Colón, durante las tribulaciones de su cuarto viaje, ya venía preñado de americanismos. “Hamaca”, “canoa”, “jíbaro”, “mais”, “loro”, “iguana”, “caimán”, son todos términos que los hispanos adoptaron pronto para entenderse mejor en mares y tierras nuevas, que exigían sus propios códigos. Como el mismo continente por descubrir, el español de América creció mestizo.

Esa es la premisa histórico-lingüista con la que Rafael Candanedo Acosta se incorporó este martes a la Academia Panameña de la Lengua, donde se presentó con el discurso “Poder, incógnita y poesía. Primeros pasos de la lengua española en Panamá”.

Poder

“Cuando llegó a esas tierras –bautizadas primero de Indias Occidentales y después de América- nuestra lengua contabilizaba poco más de 500 años (...) es una de las lenguas romances. Se originó en la Península Ibérica y es la lengua del poder de la Corona Española”, establece el nuevo académico sobre el inédito momento de encuentro cultural y geográfico.

Y añade: “¿Y por qué la incógnita? Es una empresa de incógnitas pasadas, presentes y futuras. Hay certezas, pero más incertidumbres en aquellas expediciones, muchas de ellas caracterizadas por la calamidad y la crueldad”.

“Cada día, se impone una sorpresa, incluso las luchas intestinas y solapadas entre los grupos de conquistadores”, precisa justificando el título de su alocución, original y novedosa.

El habla que acompaña esa importante hazaña, apunta Candanedo, se transforma. Surge “el discurso de la incertidumbre”.

“Esa lengua que ingresa a Panamá primero con Colón, por Bocas del Toro, en su última expedición, es la lengua del poder de la Corona española en todo su esplendor. Empieza el siglo XVI. Ingresa por el golfo de Urabá, próximo a nuestra frontera oriental, por el Caribe. Primero se establece en un asentamiento efímero, a la desembocadura del río Belén, en Veragua (hoy con ese de ñapa), y después en Santa María la Antigua de Darién y nuestro Nombre de Dios, asentamientos coetáneos”, continúa el cronista en su descripción semántica.

Y sigue: “Colón no sabe dónde ha llegado y se empecina en hallar un estrecho de mar donde en realidad existe un istmo. Es Cristóbal Colón, aquejado por toda suerte de informaciones, emociones y solicitudes, en calidad de virrey, almirante y muchos títulos más” y que escribe ya en Jamaica sus más amargas reflexiones.

La carta de Jamaica

Candanedo hace aquí un salto histórico de tres siglos y recuerda a otro enamorado intelectual que recuperará más tarde en su disertación: Simón Bolívar.

También en Jamaica, el libertador escribe su definitiva carta americanista y los dos textos, el del criollo y el genovés, han quedado registrados con la misma denominación; polisémica coincidencia que el académico aprovecha para hermanar a dos figuras que la historia contrapone, uno por engrandecer a la Corona y el otro por erradicarla del mismo territorio que despertó en ellos una pasión común.

Candanedo cita junto con la Carta de Jamaica (las dos) otras larguísimas epístolas utilizadas para su investigación, como la que envía nuestro adelantado, Vasco Nuñez de Balboa, al entonces rey Carlos V, para explicarle sus leales servicios a la Corona, que poco después lo manda decapitar.

Es el de Balboa, asimismo, un lenguaje de incógnitas: “Con mucho esfuerzo, Balboa fue a buscar oro en una tribu, y se encontró con la información de que a dos días a pie podría divisar otro mar, el Océano Pacífico”, agrega Rafael Candanedo, también periodista y educador, que hace énfasis intencionado en lo mucho que tardaban entonces en conocerse las “noticias” y lo extensa que era su redacción, con hasta 12,000 palabras.

En Panamá, de la lengua cueva “no se registran préstamos”, indica Candanedo. Esa era el habla de Santa María la Antigua de Darién y adonde llega el español tras veinte años en las Antillas. Después, “España se apodera de Centroamérica y México (fundada en 1521) y entra en contacto con el náhualt, lengua comercial del iImperio azteca”, de, que se incorporan “aguacate” (“palta” en el sur), “chocolate”, “tomate”, “petate”, “tamal”... “se produce irradiación de cambios e innovación léxica y (la lengua) se distancia de las autoridades que administran la colonia”.

Es la época en la que se amplía el significado de las palabras importadas (Ej. “botar” y “cabildo”), la resemantización presente todavía a lo largo de toda la América hispana, y de los nuevos topónimos.

Poesía

Superadas los primeros intercambios léxicos, a modo de inventario, llega la poesía.

Según continúa el discurso, “cuando aún no se han cumplido 150 años de la implantación de la lengua española en Tierra Firme emerge en la ciudad de Panamá una generación de poetas”. Es por la muerte —en 1636— del gobernador Enrique Enrìquez Sotomayor, que se publica el poemario Llanto de Panamá (1638), reeditado a principios de la pasada década de los años ochenta por el embajador de España Antonio Serrano de Haro.

Para Candanedo, esa recopilación poco conocida —con sus canciones, epitafios, coplas y décimas por al menos cinco autores conocidos y el criollo Mateo de Ribera como coordinador— establece que Panamá fue más que un obligado lugar de paso e importante mercado.

La obra defiende la precoz riqueza intelectual de la población istmeña, plasmada en versos de influencia barroca como los que se leían en España.

La conquista pendiente

Americana por derecho, la lengua española, se vuelve otra vez protagonista en los procesos de independencia y de la mano de Bolívar, “que utiliza la palabra como arma de trabajo”, el proceso de hispanización lingüística se hace signo de identidad y unificación.

Poder-incertidumbre -poesía-poder. Y se cierra el círculo.

Contestadas la preguntas básicas que debe plantear cualquier informe —qué, quién, cuándo, cómo, dónde y porqué— el más novel integrante de la Academia Panameña de la Lengua honró además su referencia periodística.

Como guiño final a su vocación digital (con el curioso perfil de @GramaticaAlegre, Candanedo evangeliza en las redes), el académico concluyó en defensa del español —labor a la que se comprometió por juramento— que “es la tercera lengua más utilizada en la Red, después del inglés y del chino, el 8,1 % de la comunicación en internet se produce en español y es la segunda lengua más utilizada en Wikipedia, Facebook y Twitter”.

Queda señalada la cuarta frontera para una lengua de conquista.

Discurso de ingreso de Rafael Candanedo a la Academia Panameña de la Lengua

La silla 'Q'
Rafael Candanedo

El 17 de septiembre de 2019, la Academia Panameña de la Lengua recibió en acto solemne, como miembro numerario en la institución, al periodista y lingüista Rafael Candanedo Acosta, quien ocupa la silla «Q» desde el pasado 19 de diciembre de 2018, cuando el pleno de la institución decidió, por votación unánime, su ingreso.

Rafael Candanedo ha dedicado gran parte de su carrera profesional a la divulgación y promoción del adecuado uso de la lengua española en Panamá a través de los medios de difusión. Desde 2003, ingresó a la Academia como miembro correspondiente, tiempo en el que de manera incondicional ha brindado su conocimiento y apoyo en muchas de las actividades que ha llevado a cabo la institución en los últimos quince años.

Publicado por la Asociación de Academias de la lengua española (Asale)

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