Ocho días antes de su reapertura la catedral de Notre Dame de París desveló su nuevo “resplandor” al mundo durante una visita del presidente francés, Emmanuel...
- 29/08/2021 00:00
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Del 24 al 25 de agosto se conmemoró el 950 aniversario de la victoria de Manzikert que, según los turcos, marcó el nacimiento de la actual Turquía. La batalla se libró entre los turcos selyúcidas y las tropas bizantinas en lo que hoy es la provincia de Bitlis, donde está el enorme lago de Van, un lago salado de 3,755 km. de extensión, que ofrece vistas espectaculares. El ejército bizantino fue derrotado, bajo la conducción de Romano IV Diógenes y eso marcó el principio del final del imperio en Anatolia y Armenia.
Al perder Siria y Egipto, el imperio bizantino estaba reducido (siglo VII) a dos regiones: los Balcanes y Asía Menor (Anatolia). Por su riqueza natural, Anatolia alimentaba a lo que quedaba del imperio. Dos regiones representaban la frontera oriental con el mundo musulmán: Antioquía y Armenia. Como consecuencia del eclipse de la dinastía macedónica, fueron en aumento las incursiones de los turcos selyúcidas, al mando de Alp Arslan, que conquistaron Armenia.
Entre Alp Arslan y Romano IV hubo un enfrentamiento el 25 de agosto de 1071 violando una regla básica de la estrategia bizantina, que no debía enfrentarse la caballería pesada a la ligera. Los selyúcidas, a pesar de estar desprovistos de armas para repeler un ataque frontal, eran más ágiles. Fueron lo suficientes hábiles para no dejarse acorralar y no agotar sus caballos. Esa noche, mientras los bizantinos estaban instalando sus campamentos, los turcos les atacaron desde varios frentes. Fue falta de organización de los bizantinos y la habilidad de Alp Arslan lo que les granjeó la victoria.
Desde esa derrota, los selyúcidas se fueron asentando en Anatolia y los cronistas bizantinos se refirieron a partir de entonces como “aquel día terrible”. Los que más ganancia tuvieron fueron los campesinos cristianos al conseguir su libertad por parte de los turcos selyúcidas.
Es el lago más grande de Turquía y es de origen volcánico. No tiene salida para sus aguas y se alimenta de varios ríos que bajan de las montañas que lo rodean. Esta a 1,640 metros sobre el nivel del mar. Parte de su extensión está en la provincia de Bitlis y la otra en la homónima de Van. Tiene varias islas, la más importante Akdamar.
Por ser de origen volcánico, sus aguas son ricas en carbonato sódico y otras sales. Por su salinidad, aunque no es muy alta, no se congela en el invierno. La isla, también conocida como Akhtamar, conserva los restos de una ciudadela y una iglesia catedral Armenia que data del siglo XV, la catedral de la Santa Cruz. Esta estructura, bellamente conservada, representa el epítome de la arquitectura armenia y es uno de los pocos monumentos en los que la creatividad arquitectónica y el talento artístico se intercalan a la perfección. Desde mediados del siglo XIX esta iglesia ha sido objeto de muchos estudios y ha saltado a la fama. Existen publicaciones dedicadas a analizar la iconografía y su diseño, además de los hermosos frescos que se pueden observar. Sus fachadas exteriores son dignas de dedicarle horas a entender cada símbolo que allí se refleja. Expertos han encontrado influencia iraní y sasánida. Este último fue el segundo imperio persa y el cuarto y último previo a la conquista musulmana.
Las decoraciones de sus relieves se basan en temas bíblicos, con santos y laicos locales que se enfrentaban a situaciones especiales. Un claro ejemplo es la fachada este, dedicada a la leyenda de la di fundir el cristianismo en Armenia.
Todas las obras que se han escrito sobre arquitectura armenia resaltan la majestuosidad y belleza de Akhtamar. Se le ha vinculado a la rama oriental del arte bizantino. En esta catedral sus diseñadores demostraron un conocimiento superiorísimo de las formas estilísticas del arte armenio y sasánida. Construida en el siglo X, marca un punto de inflexión, que se verá reflejado en los próximos siglos en diferentes estructuras.
Esta iglesia ha eclipsado las estructuras de sus alrededores, la ciudadela, el puerto, incluso el palacio. Muchos académicos reclaman que debería estudiarse la metrópolis, las edificaciones y la misma iglesia antes de profundizar en la iconografía y sus relieves, así como los frescos que la adornan.
Llegamos a la isla en varias lanchas en las que atravesamos el lago de Van. La catedral, aunque es pequeña comparada con lo que entendemos por catedral en países europeos, es muy impresionante, por dentro y por fuera. Se mantiene la isla con las condiciones para que sea un atractivo turístico sin quitarle su originalidad, por lo que puede ser un poco accidentado el arribo. Todo muy bien señalizado, nos acompañó un inclemente sol a una temperatura agradable. Los turcos son magníficos anfitriones y como el grupo era conformado por todo el cuerpo diplomático, la seguridad era extrema. Bien provistos de sombreros, gafas de sol y calzado apropiado pudimos recorrer la ciudadela, pero sobre todo, admirar la arquitectura de la catedral. En sus fachadas hay representaciones de David y Goliath, la Virgen, Jesús, ángeles así como la historia de Jonás. Los frisos reflejan aves, santos, especialmente san Juan Evangelista, Adan y Eva y el árbol de manzana, san Sergio, san Teodoro, san Marcos, representaciones de campesinos en la labranza, la cosecha de la uva para producir vino, Sansón matando a los filisteos, el profeta Ezequiel, gallos peleando, hombres domando un toro, cabras, leones, David el profeta, un oso comiendo uvas, toda la iconografía imaginable.
Los frescos en su interior representan escenas bíblicas y el domo distintivo de la iglesia es de una belleza indescriptible. Esta iglesia de la Santa Cruz representa una joya de la arquitectura medieval que arrastra una historia fascinante que bien vale la pena arriesgarse a subir por sus agrestes rocas que protegen la ciudadela donde está ubicada. El azul del lago y la calidez y atenciones de los medios que cubrían la visita de los diplomáticos a ese monumento hicieron la conmemoración de la batalla algo inolvidable.