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El instrumento que llegó para culturizar
- 13/02/2015 01:00
Hubo una generación de hombres y mujeres que comenzaron a soñar más allá cuando escucharon lo que se transmitía a través de la radio. La información llegó a más personas y las aspiraciones crecieron. Aunque en los inicios de la república no se contaba con los cientos de emisoras que registra hoy la Autoridad Nacional de Servicios Públicos, las que habían eran de suficiente calibre para instruir a la población. Una nueva vitrina se mostraba y la audiencia estaba ávida de consumirla.
‘Donde está la radio hay acción’, pronuncia Pete Romero, un decano de la radio y de la televisión nacional. Él recuerda que con la llegada de la televisión hubo un bajón en la radioaudiencia; no obstante, las mejoras tecnológicas —lejos de opacarla— le aportaron crecimiento. ‘Desde Nueva York me dicen que me escuchan’, platica Romero con entusiasmo.
Pero el desarrollo abrumador no siempre ha sido para bien (por lo menos, no en todos los casos). ‘No sé qué rumbo va a tomar la radio —comenta el periodista—. Actualmente hay una irrespetabilidad en el ambiente. Hay nuevos recursos, me duele que no se usen de la forma adecuada’.
Hoy el regué, la salsa, los comentarios osados y hasta las burlas suenan con fuerza en cada giro que se le dé al sintonizador. Nada comparado a lo que se experimentaba en esta materia cuando el territorio se estrenaba como república. Los que vivían del otro lado de la cerca zoneíta tardaron un poco más en gozar de la magia de la radio. Y hasta en ese paso hubo un poco de rebeldía de los nacionales, quienes se atrevieron a instalar la primera emisora de radiodifusión nacional bajo el nombre de Radio Experimental , que luego fue conocida y hasta hoy recordada como Radio Tembleque (logró el mote porque el edificio de madera donde estaba ubicada se movía mucho).
A partir de entonces se comenzó a tejer la era dorada de la radiodifusión en Panamá. Voces que entretenían, informaban, enamoraban y que inspiraban comenzaban a salir de las bocinas. Muchos empezaron a anhelar ser radiodifusores. Entre esos soñadores estaban Pete Romero y Donald Quintero, ambos son testigos y protagonistas del poder de la radio.
UN APARATO QUE CULTURIZÓ A LA ESTRENADA REPÚBLICA
‘La radio llegó para educar y culturizar’, asevera Romero con seriedad. Este comunicador social, que no tuvo una radio en casa hasta que llegó a la secundaria, vio en este instrumento una razón para instruirse. Era casi un niño cuando escuchó por primera vez a un locutor decir ‘El cigarrillo Partagás presenta a La Sonora Matancera de Cuba con Celia Cruz en vivo’. La elegancia de esa voz fue clave para decidir qué quería ser. En su ingenuidad y sinceridad de niño le dijo a su madre que eso era lo que quería ser.
En adelante Pete, que hoy tiene 80 años, buscó la forma de lograrlo. Terminó su primer ciclo en La Chorrera y el segundo lo tuvo que hacer en la ciudad de Panamá, allí tuvo su primer contacto en un programa que se llamaba ‘El cantor del barrio’, en el que competía con otras personas. En él se le veía imparable, la potencia de su voz le daba ventaja sobre los demás concursantes, hasta que un día el señor Ramón Pereira P. (socio del propietario de la emisora Radio Musical ) le preguntó, en forma de mofa, si quería hacer radio. Pereira P. se echó a reír en su cara, lo que vio como un reto, Romero. Con todo y burla, el accionista de Radio Musical le dio el chance al entonces novato. Éste, que no era lerdo, se sumergió en el mundo de los libros, aprendió lo básico para el oficio. Tuvo que dejar el concurso de cantores para dedicarse a responder el teléfono en la emisora, luego pasó a operador hasta que el 17 de marzo de 1955 tuvo la oportunidad de hablar por primera vez al aire. Y ¡qué horror! Los nervios lo atacaron. Le fue tan mal que lo llamaron a casa para decirle que no lo hiciera más.
Unos cuatro años después del tropezón del cantor, en 1959 en Chitré otra historia tomaba forma. Donald Quintero era otro oyente que se dejó atrapar por el medio de comunicación. Habían pocas emisoras y entrar en ellas no era tan sencillo. ‘Estaban Radio Provincias y Radio Reforma , también Ondas Centrales y Ondas del Canajagua ’, ahí tuvo sus inicios. Leía un programa que escribía otra persona. ‘Porque antes todo se escribía en un formato y luego se leía. Ahora poco se ve eso. Ahora es abrir el micrófono y ponerse a hablar’, explica Quintero.
Mientras el chitreano intentaba abrirse un espacio en la radio, Pete seguía haciendo lo propio. Y lejos de desanimarse por el agrio episodio, se llenó de motivos. Tomás Alberto Cupas fue uno de los que dijo que no se le debía poner más al aire, pero por alguna razón Pereira confiaba en que Pete sería un gran locutor, por lo que respaldó su continuidad en la radio. Y así fue. Romero siguió, y se preparó. Sus aliados fueron los libros y el ‘burro’ (diccionario). Siempre estaba en la búsqueda de nuevas palabras y se deleitaba en el idioma. Observaba cómo lo hacían otros y tomaba notas.
En aquellos años había un respeto muy grande por la audiencia. Los locutores tenían extremo cuidado con lo que decían y cómo lo decían, recuerda el presentador de ‘Recordar es vivir’ (uno de los programas más antiguos que aún se sigue transmitiendo). Esto —según lo visualiza el comunicador— ha cambiado mucho. ‘Ahora hay una concupiscencia generalizada’, reconoce con desagrado. Todo se ha banalizado.
Lo mismo indica Quintero cuando trae a su memoria sus primeros pasos. Como a la mayoría de los interioranos, le tocó migrar a la ciudad de Panamá, donde trabajó en Radio Miramar , una de las más antiguas, y en Onda Popular , que era de la familia Eleta. En ninguna de las emisoras a las que llegó observó chabacanerías. A quienes veía como maestros, los escuchaba elocuentes y cultos, nivel que él debía mantener.
PERO LOS TIEMPOS CAMBIAN
Así como han aumentado las emisoras de radio y se ha hecho más flexible el acceso a ellas, sus contenidos se han tornado más insípidos. Del humor, caen en el irrespeto y parece que, irremediablemente, en el erotismo. Recuerda Romero que ‘Los monarcas del aire’ era un programa de humor, con el que se disfrutaba sin sentirse ofendido. El contenido satírico cómico estaba en las manos de Ramón Pereira P. Carlos García Mayorga, Alfredo Cubas y Guillermo Medina, quienes hacían su labor de sacar carcajadas con estilo.
Tanto Romero como Quintero ven con espanto lo que ocurre en la mayoría de las radios locales. No se distingue un orden ni regulación en lo que se ofrece. Coinciden en que ‘cualquiera puede llegar a ser un locutor’.
No se imaginan a las nuevas generaciones de la radio con la censura de antaño, cuando desde Presidencia se regulaba todo lo que se transmitía a través de la radio. Y era allí donde había que solicitar la licencia de locución.
‘En ese tiempo la radio estaba medio acusada; si iba a tener un noticiero, había que pedirle permiso al Ministerio de Gobierno para poder transmitir. No había una libertad plena de expresión. No era como ahora, que solo hay que pagar un espacio a una emisora’, describe Donald, quien tiene 50 años de hacer radio, y lo sigue haciendo de lunes a viernes en su programa ‘La Opinión’, que se transmite por KW Continente de lunes a viernes.
SINSABORES Y SATISFACCIONES
Pete es periodista de profesión y, aunque ha disfrutado los beneficios de la carrera, también ha tenido sinsabores. Durante esos años difíciles, cuando los gobiernos no eran tan estables y la política tenía más presión sobre los medios, él debía hacer su labor.
En los días del golpe militar del año 68 trabajaba en La Exitosa , emisora que fue intervenida por los golpistas, quienes hasta los equipos se llevaron. Confiesa Romero que nunca tuvo una inclinación política, e incluso se le pidió que siguiera haciendo su trabajo. ‘Yo le conseguí todo el equipo que le habían sacado a La Exitosa , se lo traje de vuelta, por mí tuvo eso’, cuenta el locutor.
Luego pasó a trabajar a Tele 5 , y ahí tomó la decisión de alejarse del periodismo. Le tocó ver las crudas imágenes de niños calcinados, cuerpos destruidos... todo producto de la intervención de Estados Unidos a Panamá. Dejó de lado el contenido noticioso pesado para seguir con su otra pasión, la música, el entretenimiento. Ya lleva 64 años y medio de carrera, en la que sigue activo y vigente; él es profeta en su propia tierra y es testigo del poder de la radio, en su carrera y en su vida. Aquel aparato ‘Bush’ que llegó a su casa lo puso a soñar y luego él, con su galante e inconfundible voz, ayudó a otros a soñar.
Quintero estuvo varias veces desempleado, hasta se tuvo que esconder un tiempo por presiones políticas. ‘Vivía de la señora en esos meses’, dice entre risas. Pero no se arrepiente de nada. Además de los programas noticiosos, también tuvo inclinación por la labor social. Pues de eso se trataba la radio también. Es un medio democrático, a través del cual se puede ayudar a quienes lo necesitan. Y las necesidades son varias. Alguien puede estar falto de una cama especial por su condición de salud o habrá quien quiera avisarle a su esposa que no pudo llegar al cumpleaños porque pasó la noche detenido, como lo describen los coloridos mensajes que se envían en las emisoras que tienen como audiencia sitios alejados.
Y pese a los celulares y la banda ancha, las ondas de radio no pasan de moda. Llegan a donde no llega la señal de televisión ni la de celular y no hay que invertir mucho para acceder a ella.
Y mientras La Exitosa sigue sumando años y RPC Radio le hace honor a su eslogan (‘Los primeros siempre’), en la comarca Ngäbe Buglé, en el municipio de Kusapín, Jey Juan Concepción hace crecer la primera radio comunitaria de Tobobé que, paradójicamente en pleno siglo XXI, cuando se hace alarde de plena libertad, hubo políticos que quisieron frenar su idea.
El joven confiesa que cuando inició el proyecto de creación de una radio, lo hizo pensando en poder decir a sus anchas lo que deseara. Siempre le entusiasmó escuchar a los DJ. A través del aparato que fabricó con ayuda de un profesor y con ahorros personales, comenzó poniendo música y mandando saludos. En esas andanzas lo escuchó el profesor Juan Pérez Archibold, un promotor de los derechos indígenas, que visitaba Kusapín. En adelante, la radio de Kusapín tomó otro rumbo, ya no era solo entretener, se convirtió en una herramienta para la comunidad.
Y ahora Jey Juan ve su pequeña radio como un medio para culturizar a su comunidad. A su modo, sigue el sendero de la radio y rescata la virtud de la herramienta. Aunque han pasado más de 60 años desde que se vio a la radio como el gran descubrimiento, hoy, pese a la diversidad que se deja oír en las frecuencias, siguen apareciendo en el aire voces que buscan educar.