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- 14/10/2024 14:36
En Panamá, el 8 de diciembre no es solo un día feriado: es la fecha en la que el país entero se detiene a mirar hacia adentro, a reconocer el esfuerzo silencioso, y muchas veces invisible, de miles de mujeres que sostienen hogares completos mientras mantienen en pie sus propios sueños. En cada provincia, cada barrio y cada familia, las historias de las madres panameñas se entrelazan con sacrificios, disciplina, fe y una fuerza que no se rinde. Y aunque compartan el mismo título, ninguna maternidad es igual a otra. Este reportaje recoge las voces de tres mujeres que representan esa diversidad: una gerente corporativa, una maestra de primaria y una costurera de indumentarias típicas. Sus trayectorias son distintas, sus rutinas no se parecen y sus responsabilidades tampoco; sin embargo, todas coinciden en algo esencial: la maternidad les cambió la vida y les dio un propósito irrenunciable.
Amparo Sedelmeier: liderazgo, maternidad y la fuerza de los valores heredados
A Amparo Sedelmeier, gerente de Asuntos Corporativos y RSE de una de las empresas líderes en producción de licores en Panamá, la vida la llevó a la maternidad y a la construcción profesional casi al mismo tiempo. “Fui mamá por primera vez hace 14 años, justo después de cumplir 30”, recuerda con una claridad que todavía la conmueve. Volver al trabajo después de la licencia fue un golpe emocional: reorganizar rutinas, delegar y, sobre todo, aprender a confiar en otras personas el cuidado del bebé. “Ese proceso es emocionalmente complejo para cualquier madre”.
Aun así, se sostuvo en un pensamiento que la acompañó desde siempre: su mamá. “Si ella pudo, yo también puedo”. Ese ejemplo fue su ancla. Con los años entendió que el equilibrio no existe dentro de una fórmula estándar; la maternidad se transforma, cambia prioridades, enseña a soltar y también a recomenzar. “Para mí, ser mamá ha sido un proceso en construcción”, afirma.
Su día inicia con gratitud. “Cuando me levanto, lo primero que hago es agradecer”. Luego empieza ese checklist mental que define su ritmo. “Para mí lo esencial es que mis hijos tengan lo que necesitan y lleguen al día preparados”.
Aunque su industria ha sido históricamente dominada por hombres, ella no se siente sola. Se siente acompañada. “He tenido líderes que son padres de familia y comprenden lo que implica equilibrar trabajo y hogar”. Para Amparo, el apoyo dentro de su equipo ha sido crucial: compañeras que ayudan con una manualidad de última hora, colegas que preguntan por sus hijos sin haberlos conocido.
Sus dos hijos son su mayor impulso. Son reflejos de los valores que heredó de sus propios padres: respeto, humildad, bondad. “A veces los observo y pienso: ‘algo estoy haciendo bien’”. La maternidad no solo la transformó como persona; también fortaleció su liderazgo. Le dio disciplina, empatía y una capacidad de adaptación que antes no tenía. Tener un hijo con necesidades especiales la volvió más flexible y más sensible frente a los cambios.
Para otras madres, su mensaje es contundente: “La maternidad te redefine; te obliga a fortalecer tus capacidades”. Y el mito que quiere sepultar es claro: “Me gustaría romper la idea de que ser madre resta oportunidades”.
Cuando mira hacia adelante, su deseo es sencillo y profundo a la vez: “tener vida y salud para acompañar a mis hijos mientras crecen”. Para Amparo, celebrar el 8 de diciembre es honrar a las mujeres que sostienen hogares, y también dejarse querer un rato.
Adriana Aguilar: la maestra que sostiene su hogar desde las 4:00 a.m.
Adriana Aguilar, docente en la escuela Altos de San Francisco, comienza sus días cuando la mayoría de Panamá todavía duerme. “En realidad empieza a las 4:00 a.m.”, aclara entre risas cansadas. Su rutina incluye oración, música cristiana y café antes de preparar desayuno y almuerzo para sus hijos. Todo eso antes de salir a trabajar.
Ser madre soltera con tres hijos nunca ha sido sencillo. Ella lo resume así: “Fue toda una odisea y un gran reto para mí empezar de cero con 3 hijos y un nuevo destino: La Chorrera”. Ha tenido hasta tres trabajos a la vez para mantener su hogar. Aun así, sigue estudiando y formándose cada año. “A pesar de todas las dificultades sigo preparándome académicamente”, afirma con una convicción admirable.
Dice que sus hijos la ven como una superheroína. “Para mis hijos soy la mujer maravilla. Mamá siempre resuelve”. Y aunque reconoce que hay días en los que el mundo parece venirse abajo, confiesa que son sus hijos quienes le devuelven la fuerza: “Hay momentos en que siento que el mundo se derrumba a mis pies, pero miro a mis hijos y ellos me dan la fortaleza para seguir”.
Su maternidad también ha sido una escuela de disciplina. Tuvo embarazos difíciles, especialmente con sus dos hijos varones, y eso la obligó a hacer pausas en su vida laboral. Pero esas pausas también reforzaron su temple.
Para ella, la maternidad no frena: transforma. “La maternidad no nos detiene: nos transforma”, asegura. Su mensaje para otras madres es lleno de esperanza: avanzar, aunque sea paso a paso, sin miedo y sin exigirse perfección. “Sus hijos necesitan su amor, no una madre perfecta”.
Y cuando imagina a sus hijos adultos, sueña con que recuerden sus abrazos, su esfuerzo y esas noches en las que, aunque agotada, siempre encontró un minuto para escucharlos.
Celebrar el Día de la Madre, dice, es un recordatorio de que todo ha valido la pena. “Es un día para reconocer todo lo que hacemos las madres, lo visible y lo invisible”.
Julia Morales: más de veinte años entre agujas, telas y dos hijos que crecieron a su lado
En Sal Si Puedes, donde el folclor se vuelve oficio, Julia Morales ha construido una vida completa entre polleras, enaguas y vestidos tradicionales. Lleva más de dos décadas dedicada a coser y vender indumentarias típicas, un trabajo que aprendió entre mujeres, telas y mucha paciencia.
Cuando recuerda cómo empezó todo, respira hondo. “Bien difícil”, dice sin adornos. Y es que la maternidad la sorprendió cuando sus hijos estaban pequeños y ella apenas comenzaba a formarse en el oficio. “Tenía que dividirme entre el trabajo y la atención de mis niños”. A Julia no le quedó otra opción que llevarlos consigo. “Yo me los llevaba donde yo iba a aprender... a uno lo cargaba y al otro lo llevaba en un cochecito”. Así llegó a sus clases, cargando telas, hilos y también responsabilidades. “Así fue que yo aprendí a hacer lo que yo soy hoy día”, recuerda con orgullo.
Tiene dos hijos, y su amor por ellos define su manera de ver el mundo. Su mensaje para otras madres es directo y lleno de fe: “Lo primero, después de Dios, son los hijos. Usted tiene que darle todo a sus hijos”. Y agrega algo que ha visto con sus propios ojos: “Si usted lo llega a hacer tan bien, ellos van a hacer igual, porque ellos se reflejan en usted”. Julia representa a miles de mujeres que, desde oficios tradicionales, sostienen economías familiares enteras. Su historia es testimonio de que la maternidad no se vive solo en oficinas o escuelas; también se vive entre agujas, en mercados, en calles y en talleres improvisados que se convierten en refugios.
Tres mujeres, un mismo corazón
Más allá de estas tres historias, el Día de la Madre en Panamá también es un espejo de los cambios sociales que atraviesa el país. La maternidad de hoy convive con nuevos modelos familiares, responsabilidades económicas más exigentes y una vida urbana acelerada que obliga a muchas mujeres a multiplicarse entre trabajo, tareas, estudios y cuidados. En esa realidad, las madres panameñas siguen cargando el peso emocional y logístico de los hogares, muchas veces sin que esa labor sea reconocida como el fundamento que realmente es.
Cada una de estas mujeres demuestra, a su manera, que la maternidad en Panamá no es un concepto uniforme ni estático. Amparo representa a miles de profesionales que crecen en industrias altamente competitivas mientras buscan presencia en la vida de sus hijos. Adriana refleja el esfuerzo de las madres que sostienen familias enteras a base de disciplina, fe y jornadas infinitas. Julia encarna la fuerza de las mujeres trabajadoras que, desde oficios tradicionales, construyen economías invisibles pero indispensables. Sus historias, tan diferentes, muestran el amplio mapa de lo que significa ser madre en este país.
Por eso, este Día de la Madre no solo es una celebración: también es un llamado. Un recordatorio de que detrás de cada logro, cada empresa, cada comunidad y cada historia de éxito hay una mujer que, desde su espacio, sostuvo y moldeó vidas completas. Honrar a las madres es reconocer que gran parte del desarrollo del país descansa sobre su trabajo. Es entender que ellas son la primera escuela, el primer refugio y el primer apoyo de las nuevas generaciones. Las historias de Amparo, Adriana y Julia no se agotan en sí mismas: son pequeñas ventanas hacia la fuerza de las madres de Panamá. Porque cada madre, sostiene no solo a su familia, sino a un país entero.