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- 27/12/2009 01:00
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Un dólar débi l, un barril de petróleo por las nubes, alimentos caros, índices inflacionarios históricos y una crisis financiera implacable, marcaron la economía mundial en los últimos diez años, aunque hay que reconocer que los primeros cinco años fueron bastantes tranquilos.
Como casos puntuales, a principio de la década, en el 2000, las empresas de Internet Amazon.com y AOL cautivaron las bolsas de valores. La bonanza llegó a su punto más alto cuando AOL compró la compañía de medios Time Warner, por casi $200.000 millones en enero de 2000. La burbuja estalló en marzo de ese año y el índice Nasdaq se desplomó 78% para octubre.
El colapso tuvo implicaciones mayores. La inversión empresarial cayó, la economía estadounidense se desaceleró y el año siguiente empeoró tras los atentados del 11 de septiembre.
Mientras tanto, en América Latina, Argentina se sumía en una profunda crisis provocada por la fuga de capitales.
La situación llegó a un punto insostenible en noviembre de 2001, cuando los grandes inversionistas comenzaron a retirar sus depósitos de los bancos ocasionando el desplome del sistema bancario.
Los siguientes años fueron de estabilización y repunte mundial. Sin embargo, ya en 2007 el sector bancario y financiero no estaba del todo sano y en octubre de 2008, estalló una de las peores crisis financieras que, con el efecto de un tsunami, doblegó a las grandes potencias económicas del mundo.
Así, si las grandes economías se resfrían, a las chicas les da pulmonía. Los países de América Latina, aunque el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional dicen que “resistieron la crisis”, no escaparon al castigo de las malas decisiones financieras y vieron caer sus exportaciones hasta en un 25%, se trancó el crédito bancario y algunos hasta estuvieron muy cerca de una recesión. No así el padre de la criatura, Estados Unidos que se hundió en los números rojos de una crisis financiera de la que aún se recupera. Asimismo Alemania, España y Japón.
Todo empezó con las hipotecas subprime o “hipotecas basura” que fueron otorgadas a personas sin ingresos, sin empleo fijo y sin propiedades, (conocidos como los "ninja", no income, no jobs, no assets), que fueron receptores de las hipotecas que contaminaron todo el sistema financiero internacional. La estocada final se marcó con la quiebra del banco de inversión Lehman Brother en septiembre de 2008. Desde entonces, las palabras crisis, recesión y estímulo no han abandonado los titulares de los medios de comunicación, las jornadas bursátiles y las reuniones de grandes y pequeños empresarios que han visto como sus compañías registraron números rojos en sus estados financieros.
En el medio de la ola, las economías se debilitaron a tal punto que los índices de desempleo alcanzaron cifras récord.
Los culpables aún se buscan, aunque muchos señalan directamente al sistema financiero y a los altos ejecutivos de Wall Street por no prever la magnitud de sus malas decisiones cuyas repercusiones fueron inmediatas. Una vez se conoció la crisis, instantánemente el pánico se apoderó de los inversionistas y las empresas empezaron a negarse a comprar bonos por valor de miles de millones de dólares, a causa de las condiciones del mercado. A pesar de las intenciones de los gobiernos de inyectar dinero fresco, a corto plazo no se resolvió el tema de la crisis de liquidez todo debido a que la desconfianza de apoderó de los bancos, que para protegerse de la crisis, tomaron como medida negarse a otorgarse préstamos entre ellos. La salida de los gobiernos fue desembolsar miles de millones de dólares en paquetes de rescate, encabezados por Estados Unidos con $700.000 millones.
Pero no solo la crisis financiera fue castigadora. El precio del barril de petróleo se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para los mercados y los consumidores. En 2005 un acontecimiento marcó la tendencia cuando los huracanes Katrina y Rita acorralaron a los productores de petróleo y el barril se montó en una ola alcista.
Durante esta década el “oro negro” tocó niveles históricos ($147) provocados principalmente por la especulación. Como consecuencia, la inflación aumentó y los consumidores del mundo pagaron el galón de combustible más costoso de los últimos tiempos. En Panamá el galón de gasolina superó los 5 dólares.
Pero a pesar de las alzas, los analistas esperan una estabilización (al cierre de esta edición el barril en Texas costaba $70) ya que la búsqueda de combustibles alternativos ha obligado a que la demanda de crudo disminuya.
Como todo en la vida hay que verle el lado positivo. Esta década dejó grandes lecciones sobre los desequilibrios globales y la falta de reglas claras en los sistemas bancarios y financieros. El paso siguiente es evitar que se vuelva a repetir una crisis, la pregunta es ¿sabremos cómo hacerlo?.